Ibiza está acosada por una enfermedad mundial que se llama codicia e ignorancia ontológica de nuestro lugar en el mundo, en el libro sagrado de la naturaleza. Hemos querido reflexionar con Jaume Estarellas sobre la destrucción de este paraíso que aún conserva parajes donde se puede encarnar una visión sagrada de la naturaleza y expresar el agradecimiento por la bendición que supone vivir en semejante lugar.

—¿Qué capacidad de carga tienen los ecosistemas de la isla de Ibiza?
—La capacidad de carga depende de la tipología del ecosistema. Hay ecosistemas con mayor capacidad para soportar las presiones e impactos y existen otros que por su fragilidad o singularidad están menos adaptados a las influencias antrópicas, las causadas por el ser humano.

Lo que es importante es que se acepte que todo nuestro sistema insular a nivel global está dando señales de que se ha superado con creces su capacidad de carga. ¿Esto qué quiere decir? Que diferentes sistemas nos están dando señales de que no soportan la presión, que sus mecanismos de amortiguación han sido superados y que a consecuencia de esto han entrado en un estado de regresión. La posidonia oceánica pierde superficie de ocupación, nuestros acuíferos están en procesos de sobre explotación y salinización, nuestras aguas marinas pierden transparencia y la consecuente belleza, ecosistemas y especies singulares se encuentran en situación de vulnerabilidad, aumentan gravemente los riegos de incendios forestales, nos invaden especies foráneas que desplazan especies autóctonas... Pero incluso a nivel de nuestra escala humana hay atascos continuos en nuestras carreteras, no se puede dormir ni descansar por que el ruido y la música lo invade todo, no tenemos agua potable en determinadas zonas, proyectos para mantener la capacidad energética amenazan nuestro paisaje, la isla huele mal...

—¿Se debería limitar el turismo para salvaguardar los ecosistemas?
—Teniendo en cuenta que el problema de base de la situación actual de sobresaturación territorial, ambiental y social es el exceso de población que existe en la isla, coincidiendo de manera estacional por la presencia de turistas, si sería necesario, como mínimo, evitar un aumento en la población flotante. Habría que encontrar una situación de equilibrio y dejar de potenciar la isla con el fin de ir superando récords de visitantes año tras año. Para ello, es importante no ampliar más la oferta turística en cuanto a plazas hoteleras, así como la oferta de ocio, creando nuevas infraestructuras de este tipo, como beach clubs, discotecas o complejos de ocio como los que se quieren crear en la zona norte de la isla. También hay que luchar contra la oferta ilegal turística y para ello mejorar o crear nuevas herramientas jurídicas que faciliten esta regulación y más medios para hacerlas cumplir con un aumento de los recursos humanos de vigilancia.

—¿Cómo se encuentran los recursos hídricos bajo la presión del turismo actual?
—La mayoría de nuestros acuíferos están en una situación de desequilibrio hídrico: se extrae más agua de la que se acumula anualmente. Incluso algunos están sobreexplotados a un nivel grave y otros salinizados, proceso que presenta un nivel de irreversibilidad muy alto, ya que cuando ha entrado el agua de mar en uno de estos reservorios de agua, han de pasar cientos de años para volver a equilibrar la masa de agua subterránea. Si bien es cierto que ya muchos núcleos urbanos dependen de agua desalinizada y esto ayuda a descansar a los acuíferos, esto a la larga y, si se incrementa, puede derivar en una situación de gran insostenibilidad, sobre todo si se continúa en una situación de crecimiento poblacional, en una huida hacia adelante. En este sentido, hay que tener en cuenta que a mayor cantidad de agua utilizada, sea desalada sea de los acuíferos, mayor cantidad de agua a depurar. Eso nos obliga además de aumentar las desaladoras a aumentar las depuradoras, que hay que recordar que nadie las quiere cerca de su casa. A su vez esto produce mayor volumen de agua depurada vertida al mar, que por muy bien depurada que esté, presenta una carga de nutrientes que liberados al mar producen eutrofia, turbidez de las aguas y afectación grave a las praderas de posidonia, que tanto contribuyen precisamente a la calidad de nuestras aguas. Todo este aumento de infraestructuras, en esa especie de huida hacia adelante, determina una enorme demanda energética que obliga a proyectos de dotación de energía que como ya hemos visto pueden ser letales para nuestro paisaje.

—¿Cuál es la influencia sobre la flora y la fauna?
—A una escala más general e indirecta esta gran masificación está incrementando las presiones e impactos sobre el conjunto de la biota de la isla. Hay que tener en cuenta que la condición de insularidad de nuestro territorio ha determinado la presencia de especies endémicas, exclusivas a nivel mundial, únicas de nuestra isla, con un grado de especialización muy elevado al medio territorial en donde viven y a sus particulares condiciones ambientales. Estas especies que son tan singulares presentan una doble gran fragilidad muy a tener en cuenta. Por una parte cualquier pequeño cambio de estas condiciones insulares como aumento de ruido, presencia humana, cambios del suelo por pisoteo... les afecta muchísimo más que a una especie más cosmopolita. Por otra parte, al presentar poblaciones exclusivas de la isla con poblaciones restringidas a este pequeño territorio, hace que una merma considerable de su población no pueda ser repuesta por ejemplares de poblaciones cercanas más extensas. Si desaparece una población de una especie endémica, desaparece para siempre una especie de nuestro planeta. Hay ejemplos concretos muy graves como el caso de la Posidonia oceanica, ecosistema que juega un papel estructural ya que todas las cadenas tróficas y el buen estado de las condiciones de nuestras aguas dependen de él. Producto de la masificación en nuestras aguas y territorio ha determinado el fondeo incontrolado con impactos directos por el efecto de las anclas en las praderas y otros efectos menos directos pero, si cabe peores, como la eutrofia de las aguas producto del vertido de aguas con un nivel de depuración deficiente que crea una excesiva proliferación de plancton y la consecuente pérdida de transparencia de las aguas, tan vital y necesaria para el mantenimiento de la posidonia. Lo que la ‘inteligencia’ innata y universal de esta especie de planta marina ha conseguido en miles de años: adecuar y mantener las condiciones ambientales que le permiten vivir (estabilidad de fondos y transparencia de las aguas) nosotros estamos aniquilando estas reglas del juego en unos pocos años. La posidonia oceánica en su proceso de restitución no tiene la capacidad de reponer lo destruido al mismo ritmo de deterioro, así entra en regresión y decimos que la capacidad de carga para este ecosistema ha sido superada.

—¿Qué turismo sería el que la isla se puede permitir?
—Por una parte sería necesario calcular qué población, en cuanto a cantidad, es la que la isla puede soportar sin que se produzcan los efectos o las señales que nos marcan que los ecosistemas están presionados. Ecosistemas naturales y ecosistemas humanos. Que no aparezcan manchas en nuestras aguas que nos indiquen la presencia de eutrofia o contaminación orgánica, regresión de las praderas de posidonia, disminución de poblaciones o extensión de su distribución de especies endémicas, etc. O situaciones como atascos en carreteras o accesos a las playas, falta de agua, malos olores... Evitar el continuar con el crecimiento turístico ni aumentar las infraestructuras de ocio para intentar ir llegando a una situación de equilibrio entre la población existente en la isla y el mantenimiento de nuestros recursos y de nuestra fauna y flora.

Como se dijo antes, si lo que se cree que es un problema de falta de infraestructuras y que lo que hay que hacer es aumentarlas, no pasará mucho tiempo sin que se vuelva a necesitar incrementar el número de desdoblamientos en nuestras carreteras, de depuradoras, de desaladoras, de tendidos eléctricos, hasta llegar a una situación de colapso territorial y social insostenible. Hay que ser valientes y determinar cuáles son la limitaciones que hay que marcar para no acabar de convertir a la isla en un lugar vacacional de desfogue y de despiporre no solo de Europa sino de medio mundo con un uso exclusivo de población turística o que viva del turismo, lugar en el que no tengan cabida ni nuestros ecosistemas insulares ni una población residente.

—¿Es posible una transición a un turismo sostenible?, ¿cuáles serían los pasos a seguir?
—Aún sí que es posible el retorno a una situación de sostenibilidad, es decir a un equilibrio del aprovechamiento turístico con el mantenimiento de nuestros sistemas naturales y con el mantenimiento de una población residente que no sufra los excesos o las consecuencias de un turismo basado en la masificación. Para ello es vital ante todo que los principales actores responsables y profesionales relacionados con nuestra industria turística crean en la necesidad de buscar una sostenibilidad con nuestro medio ambiente (del cual vive el turismo) y con la población residente. Que se crea que sí que efectivamente existen señales o indicios claros de que nuestro medio ambiente, nuestros ecosistemas y forma de vida social se están viendo alterados por el desequilibrio existente.

Si aún persiste la no creencia de que los excesos del número de embarcaciones fondeadas sin orden y de cualquier manera afectan a nuestra posidonia, que los ruidos y pisoteo en nuestros ecosistemas dunares desestabilizan la flora endémica, que las poblaciones nidificantes de nuestra fauna litoral se ven afectadas por la contaminación acústica y lumínica, que es un problema de falta de infraestructuras y que simplemente han de ser ampliadas, se estará muy lejos de conseguir un turismo sostenible. Después, y como se comentó anteriormente, es necesario calcular qué población puede soportar nuestros sistemas y nuestros recursos sin que se produzcan efectos adversos.

Sin aumentar la población turística, diversificar la oferta buscando otros atractivos que no sean únicamente el turismo de ocio y de noche. Potenciar atractivos como la naturaleza, el paisaje, los recursos patrimoniales y etnológicos, el entorno de paz y silencio. Todo ello de manera poco masificada basada más en la calidad que en el número. Ser muy prudentes con la desestacionalización evitando la misma problemática y excesos de la temporada estival para no trasladarla o ampliarla al resto de los meses del año. Buscar modelos de aprovechamientos turísticos en territorios insulares sostenibles para adaptar sus modelos y mecanismos de control a nuestra casuística concreta. En definitiva, ser conscientes y actuar de forma conjunta para entre todos buscar sistemas de equilibrio de cara a evitar una situación de no retorno y mantener, o incluso restituir, las condiciones que caracterizaban a nuestro paraíso insular y que son las que aún mantienen nuestra riqueza natural y nuestra realidad social y económica.