Hablemos de autoestima.

La baja autoestima es un problema, por desgracia, muy frecuente en nuestra competitiva sociedad y que nos afecta mucho. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido inseguros y con baja autoestima.No es un factor fijo y estable, que se mantenga siempre igual, sino que puede cambiar con el momento y las circunstancias que estemos viviendo. Incluso una misma persona puede sentir que tiene una baja autoestima en un ámbito concreto de su vida (las relaciones personales, por ejemplo) y sin embargo, muy alta en otro (por ejemplo, el trabajo).

Pero, ¿qué es la autoestima? Para definirla, voy a empezar diciendo lo que NO es:

No es competitiva, ni comparativa.

No depende de nuestras circunstancias externas y no tiene nada que ver con la cultura, la clase social, los bienes materiales o el éxito.

No es narcisista. Sentirse mejor o superior a otros no es síntoma de una alta autoestima, sino todo lo contrario: si necesitamos demostrar que somos mejores, es porque nuestro nivel de autoestima es deficiente.

Entonces, ¿qué es la autoestima? Encontraremos innumerables definiciones, según los autores y las corrientes psicológicas, pero, a mí me gusta especialmente la del terapeuta canadiense Nathaniel Branden:

«La autoestima se comprende mejor como una suerte de logro espiritual o mental, es decir, como una victoria en la evolución de la conciencia. El estado de una persona que no está en guerra ni consigo misma, ni con los demás, es una de las características más significativas de una autoestima sana».

La autoestima es la percepción evaluativa de nosotros mismos. Es tener el convencimiento de merecer la felicidad.

Tener una autoestima saludable significa aceptarse y amarse a uno mismo incondicionalmente, con virtudes y defectos.

Proporciona serenidad espiritual, lo cual permite disfrutar de la vida. Por lo tanto, nuestro nivel de autoestima afecta directamente a nuestro bienestar y felicidad personales.

¿Cuáles serían los síntomas de una autoestima deficiente?

Una persona con una baja autoestima tiene un estado habitual de insatisfacción consigo misma. Es excesivamente autocrítica y tiene hipersensibilidad a la crítica de otros. Es muy indecisa, por miedo exagerado a equivocarse. Tiene el deseo excesivo de complacer y no sabe decir «NO». Sufre un perfeccionismo exagerado y mucha culpabilidad, por lo que exagera sus errores y no sabe perdonarse a sí misma. Su irritabilidad está a flor de piel. Es hipercrítica y tienen una tendencia defensiva y una negatividad generalizada. Se siente inadecuada para la vida que tiene.

¿Y los síntomas de una sana autoestima?

Una persona con una autoestima sana cree con firmeza en ciertos valores y principios y los defiende, aunque encuentre oposición. Confía en su propio criterio y no se siente culpable, si a los demás no les parece bien su proceder. Aprende del pasado y proyecta para el futuro, pero, vive intensamente en el presente. Confía plenamente en su capacidad para resolver problemas, pero, pide ayuda, si la necesita. Como persona, se considera y siente igual que cualquier otra. Es igual en dignidad. Es capaz de disfrutar con una variedad de actividades. Es sensible a los sentimientos y necesidades de los demás, respeta las normas de convivencia y entiende que no tiene derecho, ni desea, divertirse o medrar a costa de los demás. Se valora y acepta por lo que ES, no por lo que tiene o hace. Se siente merecedora de la felicidad.

La buena noticia es que la autoestima se puede trabajar y mejorar: todas las personas son capaces de desarrollar y potenciar su autoestima y nadie la presenta totalmente negativa.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra autoestima? Dejo aquí algunas propuestas prácticas:

Aceptar nuestro cuerpo tal y como es.

Afrontar nuestros sentimientos difíciles.

Reconocer lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotros.

Liberarnos de la culpa.

Dejar atrás la generalización.

Apreciar todo lo de positivo y hermoso que hay en nuestra vida.

Aceptar a los demás tal y como son.

Perseguir nuestros sueños.

Confiar en nosotros mismos.

Ser más conscientes de nuestras experiencias positivas y de todo lo que nos aportan.

Ser agradecidos.

Valorar qué podemos hacer nosotros por los demás y hacerlo.

Cuidar de nosotros mismos: comer sano, hacer deporte, descansar lo suficiente...

Reservarnos tiempo para hacer lo que nos gusta.

Asumir el control de nuestra propia vida.

Permitirnos expresar nuestras necesidades.

Valorarnos y apreciarnos sinceramente.

Respetar a los demás y a nosotros mismos.

Comunicarnos de forma asertiva.

Enriquecernos culturalmente y aprender cosas nuevas.

Compartir tiempo con nuestros seres queridos.

Actuar con bondad y de buena fe.

Darle sentido a nuestra vida.

En conclusión: Mejorar nuestra autoestima es uno de los mejores proyectos de vida que podemos asumir. Al hacerlo, estaremos mejorando cada aspecto de nuestra vida y nos ocuparemos de la relación más importante que jamás tendremos: nuestra relación con nosotros mismos.