«Ha pasado más de medio año de la tragedia y aquí todo sigue igual: la gente aparca donde quiere y los coches y las motos circulan a gran velocidad en un tramo con un asfalto muy irregular. Los trabajadores de las naves tenemos que andar con mil ojos para incorporarnos al vial». Así se manifestaba ayer Toni, un empleado de una de las empresas que se alinean en el vial de servicio de Sant Jordi al aeropuerto.

El sentir de este vecino de Sant Jordi es compartido por la mayoría de personas que transitan a diario por la zona donde el pasado 8 de febrero fallecía la joven Vanessa Patricia tras ser arrollada por un coche que había sufrido un choque lateral.

El trágico accidente ocurrió en un tramo considerado de alto riesgo ya que, según denuncian los vecinos, los conductores circulan «igual que cuando van por la autovía del aeropuerto, pero en un vial de servicio que puede ser el peor cuidado de la isla».

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Tras el accidente, el Govern y la concesionaria de la autovía del aeropuerto (la UTE formada por MAB y Ortiz) anunciaron una serie de mejoras que incluían la creación de aceras, bordillos y pasos de peatones. Pasados algo más de seis meses, la única intervención que se ha llevado en la zona es la instalación de un badén reductor de velocidad ubicado a unos 50 metros del punto donde se produjo el fatídico accidente.

Punto negro

Los poco más de 200 metros del vial de servicio entre Sant Jordi y el aeropuerto siguen siendo un punto negro repleto de deficiencias. Un ramo de flores cogido en una señal recuerda el lugar del siniestro localizado en un descampado en el que se siguen aparcando decenas de vehículos. El asfalto parcheado es un peligro añadido «al constante tránsito de motos y coches de alquiler que circulan a gran velocidad», apunta otro trabajador de la zona.

La sensación de abandono es tal que la maleza se abre espacio hasta invadir uno de los arcenes. La línea que debería dividir los carriles no existe y muchos conductores se topan con una cola de vehículos que esperan para poder acceder a la estación de servicios ubicada en el margen derecho. «Algunas mañanas la cola llega a superar la veintena de vehículos. En ese momento el caos es total porque los coches que salen de las empresas lo hacen si ninguna visibilidad y cruzando de un carril a otro», advierte una trabajadora de la zona que ha visto pasar el paso de los años «sin que nadie haga nada al respecto. Siempre hacen muchas promesas pero al final las obras no llegan. Ni los arcenes ni el asfalto están en condiciones. No hay aceras, ni tampoco iluminación», lamenta esta vecina de Sant Josep. «La gente continúa pasando por aquí a toda velocidad. Este verano han habido más accidentes y sólo esperamos que no haya que lamentar otra tragedia», advirtió Toni.