Antes de zarpar desde el puerto de Santa Eulària, las expectativas de los 45 niños de cuarto de Primaria del CEIP de Santa Gertrudis sobre lo que se iban a encontrar en el islote de Tagomago eran variadas: «Por lo que han dicho, creo que habrá lagartijas raras, una casa y un faro». Es la acertada definición que hace Tiago, de 9 años, de lo que se iba a encontrar en el islote durante la primera visita escolar ‘Santa Eulària, faralló de la mar’, organizada por el Ayuntamiento de Santa Eulària, que tiene como objetivo descubrir a los niños del municipio la riqueza ambiental de sus costas a través de doce excursiones.

Tras un agitado viaje por el movimiento de las olas, los niños pisaban el suelo de Tagomago. Sergi Moreno, monitor de Centmans, advertía a los niños de que se encontraban en una isla privada a donde, en teoría, solo los fareros podían acceder. «Si alguien os pregunta, decid que sois trabajadores de Autoritat Portuària», señalaba echando mano del sentido del humor.

Las advertencias estaban claras: «No coged nada de la tierra», indicaban los monitores. Sasha tiraba ipso facto la piedra que llevaba en la mano pero Fernanda reconocía que se había llevado una pequeña de recuerdo.

Una vez explicadas las condiciones generales de la isla, era momento de partir en dirección al faro con diferentes paradas en el camino para aprender, de manera divertida, algunas curiosidades relacionadas con la fauna y la flora de Tagomago. Más allá de las famosas ‘sargantanes’ autóctonas, a la que Amelie, una niña francesa, le costaba pronunciar, los escolares aprendieron que los pinos son las plantas más abundantes porque tienen una hoja en forma de aguja que resiste el sol y el calor del verano ibicenco y que el romero emana un perfume que hace que la humedad se condense y los arbustos puedan hidratarse aunque llueva poco. O que el virot es un ave en peligro de extinción afectada por la contaminación y la presencia humana cuyos huevos comían antiguamente los pitiusos.

Tras esta clase medioambiental, niños y monitores se dirigieron hacia la parada final: el faro de Tagomago, un instrumento necesario para la navegación que emite «música con su luz», en palabras del monitor en referencia a su ritmo propio para evitar que se confundan con otros en mitad de la noche.

La excursión de los niños de Santa Gertrudis acabó con una explicación sobre cómo usar una brújula y un repaso a la rosa de los vientos y a diferentes refranes ibicencos. «Es xaloc treu es ventres des lloc», decía Sergi Moreno para explicar una de las moralejas del viaje: «Hoy soplaba levante pero si hubiéramos tenido xaloc habría sido una catástrofe. Así que, ya sabéis, si sopla el xaloc jamás os subáis a una barca».