Con motivo de las fiestas patronales de Sant Carles, la Asociación de Vecinos la Unión de San Carlos así como el Club de Personas Mayores de la misma población organizaron ayer una ruta en golondrina desde es Canar, bordeando la costa este de la isla, hasta llegar a Tagomago. Después de dos años fallidos tratando de llevar a cabo esta excursión, apta para todos los públicos, fue todo un éxito ya que, además, el tiempo acompañó durante todo el día.

Por un precio de 12 euros y un pasaje gratis para menores de cuatro años, la compañía Santa Eulalia Ferry embarcaba por primera vez a unas 70 personas en un trayecto por la costa hasta el islote. Jubilados, jóvenes, familias y niños, además de profesionales y aficionados a la fotografía de la fauna tuvieron la oportunidad de acercarse a uno de los lugares más exclusivos de Ibiza, sin necesidad de depender de una embarcación privada.

La ruta a lo largo de la costa constó de unas panorámicas de Cala Llenya, Sa Barca Rempuda –ahora cerrada al público–, Cala Mestella y bordeando la Punta des Pinot y Punta Prima hasta llegar a Cala Negra. En dos horas durante la mañana y una hora para la vuelta a media tarde, llegamos a Tagomago. A media milla de Pou des Lleó y a una velocidad de ocho nudos, según informaba Gonzalo, el capitán de la embarcación, bordeamos las paredes escarpadas del islote por su vertiente norte.

En s’Olla de Tramuntana sopla más el viento y pueden avistarse colonias de gaviotas o halcones peregrinos. Óliver Martínez es anillador y aficionado a la ornitología y explica que es un momento muy especial para visitar el islote porque ahora podemos encontrar gran variedad de aves rapaces que tras esta semana emigrarán. Es el caso del halcón Eleonora que, al contrario de la mayoría de aves, «cría en otoño y deja Tagomago para recorrer unos 8.000 kilómetros hasta Madagascar».

A la llegada al muelle nos esperaba el camino hasta el faro de Tagomago. A través de la pendiente de subida por el único sendero asfaltado nos encontramos con la señal de «Prohibido el paso. Propiedad privada». Tras llegar a la cumbre de la pequeña isla accedemos al faro y a sus edificaciones aledañas que datan de 1909 y cuyo uso estaba destinado a las viviendas de las dos familias de los fareros. Dentro de las laberínticas casernas aún quedan muebles de aquella época e incluso utensilios de cocina en el fogón rístico. Las escaleras de caracol conducen a la cúspide del faro donde las vistas son espectaculares. Francisco Ferrer es uno de los vecinos de Sant Carles que ha tenido la oportunidad de ver de nuevo el islote, en su caso, después de 40 años: «Lo veo todo igual menos por el hecho de que antes en el faro vivía gente».

Por otro lado, muchos de los pasajeros que ayer tuvieron la oportunidad de disfrutar de la expedición pisaban por primera vez Tagomago. Es el caso de Begoña Paredes, que además de sentirse afortunada de protagonizar esta «exclusiva excursión», duda si debería repetirse, «porque estoy percibiendo la riqueza natural de esta isla y si se hicieran estas rutas muy a menudo se perdería este encanto. Tagomago es visita obligada pero son necesarias las restricciones», afirma Begoña en relación al foco de la polémica que azota al islote y la lucha que llevan a cabo los partidarios de su uso y disfrute y las reiteradas peticiones para catalogarlo como parque natural por su alto valor ecológico y por la fragilidad de su ecosistema.