Tras un invierno en blanco por culpa de las obras, la pasada primavera se abría de nuevo a los peatones la reformada plaza del Parc con la esperanza de todos los comerciantes de la zona de compensar las pérdidas acumuladas por el cierre forzoso de sus locales durante los trabajos. Casi un año después, las buenas perspectivas se han esfumado, especialmente entre los bares que viven de sus terrazas y que ahora se tienen que adaptar a la nueva normativa con la instalación de nuevos toldos y cerramientos.

Horst y Enrique, propietarios de Vila Café, consideran que el nuevo sistema es «mucho más complicado» y, añaden, «también más caro porque lo hemos tenido que renovar todo». «Antes la estructura se quedaba y ahora se tiene que plegar totalmente», explican.

En total han sido 4.000 euros por el toldo nuevo a los que hay que añadir los gastos de alquiler y personal que tuvieron que pagar el invierno pasado para poder mantener su negocio. «Hemos tenido que pedir un crédito y, de momento, no lo estamos recuperando», aseguran. Los dueños de este café afirman que la reforma de la plaza les ha supuesto una bajada de clientela, especialmente por la falta de aparcamiento y la dificultad en el acceso, que no se ha paliado ni con la apertura a partir de octubre de la barrera de la Marina. «Las casetas de los artesanos dan un poco más de movimiento a la plaza y no se ve tan abandonada pero nuestra caja diaria sigue siendo la misma», lamentan.

Las camareras del Magadascar califican de «sacadinero» la obligación de cambiar el toldo, sobre todo porque han tenido que pedir una licencia de obra para poder instalarlo y pagar los impuestos municipales correspondientes. Pero, pese a la reforma, creen que ahora la plaza «no es tan acogedora». «En verano las ventas bajaron hasta un 70 por ciento. La gente no viene por el aparcamiento y porque se ha acostumbrado a ir a otros sitios después de tantos meses de obras», aseguran.

En el vecino Hostal Parque la opinión es todavía peor. «Con la peatonalización han matado toda esta parte. Han arruinado el centro y nuestros negocios», critica una de sus empleadas, quien explica que, antes de la reforma, ya tenían clientes a las 7 de la mañana esperando para desayunar, mientras que ahora «para vender unos huevos fritos nos las vemos y nos las deseamos».

Los trabajadores de este emblemático local creen que la nueva plaza es «sosa y desangelada». Con la reforma, tuvieron que cambiar la disposición de su terraza que ahora está junto a la muralla, de manera que «en verano nos morimos de calor y en invierno de frío».

«Nuestra terraza se veía antes desde Vara de Rey y la gente venía. Ahora no vienen porque creen que el local está cerrado. Lo ven todo vacío y no entran», señalan.

La clientela ha bajado de tal manera que ahora por las mañanas apenas hacen 300 euros de caja que no llegan para pagar a todos los empleados que tienen en nómina, a lo que se suman los 10.000 euros que cuesta instalar el cerramiento de la terraza dictado por el Ayuntamiento de Vila.

«En vez de ayudar a la gente que trabajamos nos ponen trabas», señala airada una de las empleadas de este negocio que critica también que, con la reforma, se hayan eliminado muchos árboles. «Nos han quitado todas las plantas en flor y nos han puesto cipreses. Ya lo dije cuando los plantaron. Esto se va a convertir en el camino del cementerio y así ha sido», lamenta.

LA NOTA

Toldos nuevos para unificar un criterio estético en una zona histórica

El Ayuntamiento de Eivissa explica que la obligación impuesta a los bares y restaurantes de cambiar sus toldos obedece a que una parte de los establecimientos «incumplía el PEPRI», es decir, el Plan Especial de Protección y Reforma Interior de la Marina, Sa Penya y Vara de Rey, una comisión que establece las características urbanísticas y estéticas del municipio. La versión del Consistorio es que «se ha aprovechado la importante inversión realizada por este equipo de gobierno en implementar un criterio estético en la zona histórica y en hacer cumplir las directrices del PEPRI». Respecto al pago de las tasas para instalar los toldos, desde Vila aseguran que «son exactamente los mismos que tienen todos los establecimientos comerciales del municipio y son de obligado pago en caso de que utilicen la vía pública o hagan obras a sus establecimientos».