El caso Ángela Planells continúa abierto y el hallazgo de su cadáver sería la punta del iceberg o escondería un fraude en la transferencia de numerosas propiedades de la víctima en la isla. El pasado 23 de noviembre, un primo de la mujer de 69 años alertó del hallazgo de un cadáver en estado momificado que sería el de su pariente. El cuerpo se encontraba en el interior de un local propiedad de la familia, ubicado en el número 35 de la calle Soletat de Sant Antoni.

El cadáver estaba tan maltrecho que hacía prácticamente inviable su identificación y determinar las causas de la muerte. Ante esta tesitura, el Instituto de Medicina Legal de Ibiza remitió diversas muestras a Barcelona para certificar la identidad , poner fecha a la muerte y esclarecer las causas. Para cotejar la identidad se realizaron pruebas de ADN.

Paralelamente, la investigación de la Policía Judicial de la Guardia Civil ha avanzado en otra línea. Así, las diferentes pesquisas desarrolladas apuntan a que los restos momificados de Ángela Planells fueron descubiertos al menos un día antes a la denuncia oficial ante la Guardia Civil. Este hecho sería el punto de partida de una investigación que ha destapado un movimiento fraudulento de varias de las propiedades que la difunta tenía en Vila y en Sant Antoni.

Según la información a la que ha tenido acceso este medio, el familiar habría utilizado fraudulentamente unos poderes para modificar la herencia, cambios que afectarían a varias propiedades, locales y viviendas en diferentes puntos de la isla. Los cambios y transferencias se habrían hecho de forma fraudulenta ya que se habrían rubricado conociendo la muerte no denunciada de Ángela.

El hallazgo

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El paradero de Ángela Planells era un misterio desde hacía tres años y con el hallazgo del cuerpo todo apuntaba a que se el enigma quedaba resuelto. Años atrás, algún familiar, amigo o vecino la echó en falta, pero nunca hubo una denuncia oficial por su desaparición. Pero el caso ha dado un giro inesperado cuando todo apuntaba a que el macabro hallazgo de un esqueleto en un local propiedad de la familia cerraba el círculo.

El hallazgo se producía, presuntamente, a media mañana del 23 de noviembre, cuando un primo de Ángela, acompañado por un cerrajero y de un abogado, alzaban la persiana de la planta baja ubicada en el número 35 de la calle Soledad de Sant Antoni. Acto seguido abrían la puerta interior, que estaba cerrada y con la llave puesta por su interior. Poco después de cruzar el umbral se daban de bruces con los restos mortales.

«Nos han dicho que han encontrado el cadáver de Ángela», señalaba Pepita, una vecina que recordó que la planta baja llevaba mucho tiempo cerrada y que años atrás había acogido una centro de culto. «Ese local era del padre, que era militar y tenía varias propiedades en la calle. Ángela vivía en Vila, donde también tenían diversas propiedades». Ahora, toda apunta a que esas propiedades podrían ser el detonante de un fraude millonario.

EL APUNTE

Tres años de ausencia y sin mediar ninguna denuncia

El hallazgo del cadáver de Ángela hizo luz a una ausencia que en su día no fue denunciada ante la policía, ya que la víctima apenas tenía contacto con la familia directa que le quedaba tras la muerte de su padre y hermano. Los que la conocían recordaban que la mujer se trasladaba desde Vila a Sant Antoni casi todos los días. Algunos vecinos la recuerdan como una mujer agradable y que en los últimos años se había quedado sola con la compañía de su madrastra. Después vino el olvido hasta que su primo la localizó en una propiedad de la familia. «Algunas veces iba con un chico, pero casi siempre iba sola con una cesta o bolsa. Entraba en el bar y saludaba a todo el mundo. Era una mujer agradable, pero de la noche al día ya no supimos nada más de ella. Nos preguntábamos qué rumbo habría cogido», recordó una vecina de la calle Soledad, nombre de la vía que bien podría valer como epitafio de esta vecina de Sant Antoni.