Ni el viento que sopló con cierta intensidad ni la baja temperatura del agua fueron impedimentos para que la playa de ses Salines se convirtiera ayer en el escenario de una multitudinaria celebración a la que acudieron alrededor de medio millar de personas para darse el primer chapuzón del año.

Este evento, organizado por una empresa de vinos desde hace ocho años, concentra en cada edición más personas, entre las cuales hay algunos que ya son veteranos. Es el caso de Miguel Madrigal, residente en Madrid pero que ha vivido 11 años en Ibiza, y que este año venía por cuarta vez. «Esto es auténtico. Aquí se vive de una forma más natural que en Madrid. Además, hay que aprovechar, que allí la temperatura es de 2 o 3 grados», explicaba. Junto a él, su hijo Manuel se mostraba igual de entusiasmado: «El agua está fría pero merece la pena entrar».

De la misma opinión era la francesa Claudine que ya atesora el tercer baño en ses Salines en un primero de enero y que calificaba de «genial» un evento en que todo el mundo trae comida y bebida para compartirla con el resto de asistentes. Además, destacaba que cada año aumenta el número de españoles asistentes. «Los españoles están perdiendo el miedo a meterse al agua», afirmaba.

Quien no mostraba ningún reparo a la hora de darse un chapuzón en enero eran Diego y su hijo Gabriel, que le pedía insistentemente a su padre meterse de nuevo en el agua. Según explicaba, el niño se dio su primer chapuzón a hombros de su padre cuando solo tenía seis meses de vida y, desde entonces, repiten sin excepción todos los primeros de enero la tradición «para empezar bien el año». «Algún año ha estado nublado o incluso lloviendo y me he bañado igual», aseguraba.

Sin embargo, en esta ocasión el sol al menos sí que acompañó en esta jornada festiva donde se organizan tres turnos, a las 12, a las 13 y a las 14 horas, para entrar en grupo al mar tras una cuenta atrás y alguna que otra cara de susto al sentir la helada agua del mar de enero.