‘Without you no art’, H. Jenninger, Can Botino 2017.

Las casualidades surgen en momentos inesperados para el o los afectados, permitiendo el aprecio de nuevas oportunidades. Suponemos algo imprevisto que rápidamente aceptamos como válido, dándole hogar en el espacio que nos ocupa. En ocasiones alarga un breve conflicto el proceso de apadrinamiento, cuando nos preguntamos sí esta casualidad no vulnera este proceso creativo de aparente dificultad. Cierto, si un resultado resulta de una procedencia demasiado fluida, rápidamente lo solemos tachar de inadmisible, ya que no cumple con las normas previstas que contemplan los largos estudios y procesos creativos que anteceden cualquier elaboración de carácter creativo.

Una multitud de instalaciones pueden interpretarse de esta manera. «¡Anda, píllate una silla, píntala de blanco, colócala en un espacio público y ponle nombre!» Qué arte.

Parece que estamos criticando duramente esas geniales ideas, que en realidad se le podrían ocurrir a cualquiera. Tal vez. La diferencia fundamental entre «esto también lo se hacer yo» y la silla pintada de blanco y expuesta en espacio público, radica sencillamente en que la silla ha logrado su objetivo, y «esto también lo se hacer yo» se ha quedado en una expresión verbal.

O lo que es lo mismo, cuando estamos disfrutando un paseo por la peatonal e inspiramos con cada paso que avanzamos la multitud de impresiones que intentan llegar a nosotros, vivimos momentos intensos que hasta logran sensaciones de alegría y felicidad. Parejas, ancianos, vendedores ambulantes, malabaristas, escaparates iluminados, oradores -no menos, barrenderos y lactantes nos envuelven como un mar de posibilidades. Malabares tenemos que hacer para acariciar cada una de estas impresiones con la cordialidad que se merecen.

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Pero, ese malabarista a veces desapercibido y luchando para ser apreciado, está siempre haciendo los mismos ejercicios, sin olvidar el carácter evolutivo de sus acciones a lo largo de su experiencia. Casualmente nos encontramos con él, casualmente le dedicamos aprecio. Pero más se aprecia cuando el sonido metálico generado por la gravedad pone precio a su proceder. Cuanto más sonora es la respuesta de los transeúntes y en el mejor de los casos, esa transición se vuelve estática con efecto acumulador, provocando una muchedumbre que dificulta su visibilidad, más nos atrae.

Ese malabarista ha logrado lo que logró la silla. Y no es casualidad.

De esta manera entendemos que no solo importa que una acción se lleve a cabo con intención y esmero, sino que nosotros, como partícipes de una sociedad cultivada, alcemos la mirada y acojamos lo ofertado.

Da la sensación que hace algún tiempo los creadores formaban parte de una élite inalcanzable para muchos pero apreciada por unos cuantos. Ahora parece que todo el mundo crea y no hay espacio para todos. Pero aquí deberíamos hacer una pausa y apelar a la evolución. Igual que una lengua evoluciona en el tiempo, las facultades humanas e interhumanas también. Y lejos de cualquier radicalismo recuerdo una expresión americana que me acompaña aún estos días. A la pregunta ‘¿cómo está?’ le sucede una respuesta, en Europa poco frecuente, «bien nomás». En primera instancia resulta una fórmula casi aniquiladora, irreversible y resultado de cierta resignación. Pero si dejamos que estas palabras pasen y vuelvan a pasar por nuestra memoria, la interpretación se desarrollará notablemente. No es un stand by, no es la conformidad con lo inminente, es la consideración de que siempre se puede ir a más...