Ayer se celebró la XIV edición de Sant Antoni Rural gracias a la Cooperativa Agrícola. El objetivo no era otro que dar valor al mundo rural y acercar sus tradiciones a quienes no las conocen, pero quieren hacerlo. Por ello, el recinto se llenó de sabiduría y experiencia gracias a decenas de artesanos con ganas de enseñar su trabajo. «Se trata de acercar el mundo rural a la ciudad y, aunque hay menos gente que otros años por el tiempo, la lluvia era muy necesaria y qué mejor manera de celebrarlo», dijo Juan Antonio Prats, gerente de la Cooperativa.

Y es que hay muchos trabajos que se están perdiendo con el paso del tiempo, como hilar lana o hacer espardenyes. «Hilo desde que tengo uso de razón, pero ahora solo lo hago cuando hay una fiesta para mostrárselo a los demás», dijo Antonia Ribas, una artesana que estuvo ayer en la Cooperativa rodeada de lana. Tarda unas cuatro horas de media en hacer un ovillo y «mucho más» en confeccionar un calcetín. «Cuando se aprende a hacerlo es muy fácil», señaló entre risas. Y es que a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Isabel Prats estuvo toda la mañana haciendo suelas de espardenyes, aunque afirmó que tiene que invertir unas 50 horas para obtener el resultado final. «Hay que empezar por hacer la llata, rallar la hoja de pitra para hacer la ‘tela’ de encima de la alpargata y después la cuerda de tres camadas para finalmente montarlo todo». Un trabajo muy laborioso en el que «no puedes cobrar las horas que trabajas».

Entre los artesanos también estuvo Pep ‘Xauet’ Colomar con su xeremia que no dudó en tocar para el deleite de los presentes. A su lado, Juan Tur, mostró sus hierbas ibicencas y payesas, además del café caleta que hacen en Fluxà junto con la mermelada de guindilla y la línea de sales.

También se pudo ver un puesto dedicado a la cosmética natural, gracias a Burbujas de Ibiza, hecha con ingredientes de la isla. Tampoco faltó el olor a la comida tradicional que inundó todo el recinto. «Hemos hecho sobrasada para el día de hoy aquí en la Cooperativa, pero también tenemos productos típicos como flaó, bunyols o las coques», explicó María Ribas, socia de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni.

De la mano de Ca na Berri, una finca de Sant Jordi, llegaron productos ecológicos de primera calidad. «Ahora tenemos calabaza y patata y en verano empezamos con la cebolla. Como novedad tenemos el pimentón ibicenco que lo secamos aquí y lo enviamos a moler a la Península», explicaron. Como novedad, Sant Antoni Rural también contó con la exposición de los productos del campo balear de Farmers&CO y el I Concurso de Fotografía Rural.

Los más pequeños también tuvieron su pasatiempo gracias a los talleres con plantillas rurales para dibujar y de huerto urbano para plantar hortalizas. Así, la mañana terminó con una gran torrada organizada para dar de comer a 500 bocas.

APUESTA POR LO IBICENCO

Verro Olímpic, la yincana más rural

La VI edición del Verro Olímpic consiguió ayer que 12+1 parejas, en «homenaje» a Ángel Nieto, se embarrasen para conseguir el mejor puesto. Con atuendos de curas, novias, superhéroes... 26 personas corrieron por el
campo para visibilizar las «dificultades a las que se enfrenta el mundo rural». No fue fácil, menos aún con el barrizal que había como consecuencia de las fuertes lluvias del día anterior, pero todos consiguieron llegar a meta. La yincana empezó haciendo que sus participantes bebiesen un porrón de vino para después girar diez veces alrededor de un palo. Las caídas de después no fueron consecuencia del alcohol, si no del mareo. Acto seguido, la pareja tenía que transportar un huevo en la frente para después arrastrarse por el barro sin que su espalda, ni su culo, tocase las cuerdas. Al final les esperaba una montaña de barro que daba paso a numerosos neumáticos de tractor que tenían que ir sorteando. A partir de esta prueba tuvieron que arrastrar fardos, cargar cubos de agua, saltar alturas metidos en un saco y con una naranja en la boca, transportar a uno de los participantes en una carretilla y con los ojos vendados y explotar globos con su propio cuerpo. Las risas no faltaron ni por parte de los participantes ni por la de los asistentes que se agolpaban en la valla que limitaba el recinto. Así, todos ganaron un premio. El primer puesto se llevó una noche en un hotel rural además de una motosierra. El segundo, una noche en el hotel y una televisión y el tercero, una televisión y una cena. La sorpresa fue para la última pareja que consiguió una cena por su último puesto.