Joan Miró, Centre Pompidou, Málaga 2017

Generalmente es el efecto claro oscuro que provoca una profundidad dimensional. Aunque muchos se han atrevido afrontar las tonalidades más oscuras, el negro tiene unas cualidades que merecen respeto. Es tan difícil por un lado llenar amplias zonas de lienzo con esta oscuridad, que merece reconocer la habilidad pictórica de quien se atreve y consigue así además resaltar aquellos elementos más luminosos.

La luz sobresale siempre entre gamas neutras, pero oscuras. Aún así no es tan fácil, porque como no, esta amalgama tenebrista que en principio tapa todo, incluso los defectos, parece darnos miedo. Miedo por tapar y miedo porque recuperar color en la oscuridad resulta un tanto difícil.

Cierto, cuando perfilamos, los elementos únicamente sufren una delimitación no siempre aislante. Las tonalidades claras por ejemplo se caracterizan por su capacidad básica para los demás matices. Es evidente que cierto contraste actúa como catalizador para obtener mayor tensión.

Gamas aparte, elementos y texturas son fundamentales para mecer en equilibrio esta aventura. Recuerdo una obra sita en el museo Reina Sofía, de enormes trazos negros del mismo autor sobre varios metros de lienzo. Espacios y formas mantienen en esta obra la característica propia de este creador, pero reconozco que, precisamente en aquel instante más bien me sugirió rechazo por su propia determinación. No es así en actualidad.

Curiosamente estas formas tan opacas, son la única referencia hacia lo más conocido entre sus creaciones. Y como estas manchas amenazantes logran mantener la firma, en este caso el color dista bastante de lo más conocido, pero sí logra con sus aguas suavizar la bofetada de la opacidad más rotunda.

Otra cosa a tener en cuenta es la distribución en el espacio de todos los elementos integrantes de la muestra. Lograr armonía no es tarea sencilla. A medida que nos dejamos llevar por la propuesta, conseguimos comprender, lo útil que puede llegar a ser una adecuada distribución de los límites. Ocupémonos ahora del entorno.

La capacidad intelectual siempre sorprende, conscientes que mayormente pecamos de humildes, confundimos la prudencia con la cautela. Efectivamente conscientes de que es mejor evitar que arriesgar, disipamos nuestra propia voluntad de superación. Esa manada incapaz de separarse por el miedo a la soledad y el estado vulnerable de los individuos, converge ante la insinuación aparente de lo admirable.

Por ende dudamos si lo aparente es cierto, o si se trata de una errada sin precedentes. El rebaño continúa casi inerte atento a posibles cambios, pero no logra superar la propuesta inicial. Ya no queda claro si es admiración o indiferencia. Precisamos ahora la opinión neutra de terceros para esclarecer si es aceptable reunir distintas partes en un mismo espacio.

Esta opinión ajena a determinadas situaciones, suele habitualmente ayudar a entender sin duda con más facilidad las diversas constelaciones. Evidencia que visto desde fuera, el posicionamiento de las obras no es una elección casual. Ahora bien, si la intención inicial realmente coincide con las interpretaciones posteriores, queda interrogante.

Se capacita así una vez más a esa opinión no deformada del observador, valorar y proceder levantando los sueños de una inspiración concluyente y fusionada.