La alarma saltó a las 12.00 horas del 6 de marzo del año pasado cuando un vecino que pasaba por la zona en el autobús vio llamas en ses Feixes des Prat de Vila y llamó al 112. En poco más de cuatro horas, la voracidad de las llamas arrasó ocho hectáreas de este humedal de gran valor ecológico, varios almacenes y una decena de vehículos. Se movilizó un dispositivo de emergencias de más de medio centenar de efectivos, que trabajaron a destajo durante todo día para estabilizar el incendio. Diez días después, y cuando aún estaba por determinar el origen del fuego que finalmente la investigación concluyó que fue provocado, la vida vegetal volvió a la zona y se empezaron a ver los primeros brotes verdes. Un año después, la zona está prácticamente recuperada a nivel medioambiental, pero no se puede considerar todavía un humedal maduro y totalmente recuperado. «Hace dos días pasé por la zona y vi que lo que es la disposición y estructura del cañaveral está muy recuperado. Son sistemas en los que en un proceso de fuego no es necesario habilitar proyectos de restauración ecológica porque el sistema natural ya va muy rápido. Si bien ha avanzado bien en este último año, no se encuentra en un estado maduro», explica Jaume Estarellas, biólogo del Consell d’Eivissa, quien añade que, pese a no estar en un estado maduro, la zona «ya puede albergar las especies nidificantes que había antes del incendio; está suficientemente restaurado para que haya especies nidificantes, que son pájaros especializados en criar en cañas, como el ruiseñor bastardo, el carretero común o bien la polla de agua», precisa Estarellas. Según el experto, la solución para que no vuelva a producirse otro incendio devastador de la zona es que haya «limpieza y se evite la ocupación de casas e infraestructuras en estado ruinoso. A nivel medioambiental, para que haya una restauración efectiva se necesitaría agua con su aporte y distribución y su salida al mar».

Desde el Ayuntamiento de Eivissa explicaron que en el último año han estado haciendo diferentes «trabajos administrativos que tienen como objetivo regular y poner en valor todo este espacio». Así recordaron que el PGOU de la ciudad, que se encuentra en fase de aprobación provisional, seguirá su tramitación en el Consell d’Eivissa para que se apruebe de forma definitiva, lo que permitirá «empezar los trámites para que la zona tenga un plan especial» de conservación. Este plan especial prevé «actuaciones de recuperación y puesta en valor de la zona». También están haciendo un estudio, que se empezó tras el incendio, para determinar la propiedad de los terrenos de la zona. En paralelo a este trabajo administrativo, Vila desempeña labores de mantenimiento, como la instalación de unos pivotes de plástico reciclado para la protección de la zona, así como diferentes actuaciones en negocios privados y el cierre de un aparcamiento ilegal disuasorio. También han hecho labores de actuación de control de plagas en las calles de alrededor del Prat de ses Monges, según explican desde el Ayuntamiento de Eivissa.

LA NOTA

Un sistema de regadío por infiltración único en el mundo

Ses Feixes des Prat de Vila, junto con las del Prat de ses Monges en Talamanca son la antigua zona húmeda y agrícola que abastecía de alimentos a los habitantes de la ciudad de Ibiza y que los árabes desarrollaron gracias a su gran tradició de ingenería hidráulica durante su presencia en la isla, que se remonta hasta principios del siglo XIII. Sin embargo, la gran expansión de estos bancales con riego subterráneo no se desarrolló hasta finales del siglo XVIII, según indica la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera. De hecho, George M. Foster, un antropó- logo estadounidense que estudió ses Feixes en 1950, aseguró que son únicas y no se parecen a ningún otro sistema de cultivo en áreas húmedas lacustres o de marisma ya que se utilizaba un inteligente sistema de cultivo que aprovechaba unos suelos potencialmente fértiles y la abundancia de agua dulce casi a ras de tierra en un sistema de riego por capilaridad, gracias a la red de acequias que recogía las aguas dulces subterráneas que manaban en algunos puntos y las de canalización de los torrentes que desembocan en la bahía de Ibiza, al tiempo que drenaban el terreno dirigiendo el excedente de agua al mar. De esta manera, los canales, de entre un metro y medio y tres metros de ancho, delimitan pequeñas parcelas (feixes) de forma rectangular y tamaño variable. Estos canales se comunicaban cada pocos metros, por unos canales subterráneos (fibles), a unos 40 o 50 centímetros de profundidad, por las que circulaba el agua.