El acusado aprovechó su turno de última palabra ante el tribunal de la Audiencia Provincial. | DANIEL ESPINOSA

Quiero reafirmar que nunca jamás hubo relación con penetración. No fue más allá de un beso y unas caricias». Con estas palabras del acusado se cerró ayer el juicio contra un vecino de Vila que se enfrenta a una petición fiscal de nueve años de cárcel por un delito de abusos sexuales, una petición que la acusación elevó a diez.

Tras tres horas de vista, el magistrado de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, Diego Gómez-Reino, dejó visto para sentencia el caso.

El juicio arrancó con el testimonio del acusado que relató que conocía a la mujer porque iba a su negocio para recoger periódicos, visitas puntuales que no pasaban de «conversaciones de más de un minuto». A preguntas de la Fiscalía reconoció que en una ocasión sí que hubieron besos y caricias. «Fue una vez. Ella venía y se insinuaba, la besé y nos tocamos por encima de la ropa. Luego le dije que no volviese, que esto no podía volver a ocurrir». En su relato también advirtió que la mujer le pidió ir al baño. «Le acompañé para comprobar que el aseo estaba en condiciones. Luego vi cómo se bajaba la ropa, pero nunca, nunca, nunca hemos tenido relaciones sexuales».

La denuncia recoge un segundo abuso sexual en una casa del acusado. En este sentido, relató que fue la mujer la que le abordó cuando salía de su garaje y se subió al coche. «Le dije que iba a mi casa y ella respondió que me acompañaba. Al ver que no estaba mi mujer no abrí ni la puerta de la casa. Le enseñé el jardín y regresamos. Jamás hubo una felación ni penetración», reiteró el acusado, quien remarcó que él era consciente de que la mujer tenía una discapacidad, pero que se llevó una «gran sorpresa» cuando le dijeron el grado.

Abusos reflejados en una carta

Posteriormente declaró la víctima protegida por un biombo. La mujer, que sufre una discapacidad del 73 por ciento, relató que ella trabajaba en una tienda de animales y recogía periódicos por la zona. Explicó que un día le pidió si podía ir al baño «y él aprovechó para hacerme de todo. Se bajó los pantalones y me chupó los pechos. Yo le decía que parase, que no quería más». En el episodio vivido en su casa, la mujer recordó que había una hamaca y que fue allí donde abusó de ella. Además, recordó que el hombre tenía una marca en la zona abdominal.

Tras este testimonio, declaró la monitora de la mujer, que advirtió un cambio en el carácter de la víctima a finales de 2015, fechas en las que habrían ocurrido los hechos denunciados por el el tio de la víctima. La educadora resaltó que la mujer se «descomponía» cuando nombraban al acusado.

Posteriormente declaró el familiar que encontró una carta de la víctima que desencadenó la denuncia. En ella relataba «las situaciones vividas con el acusado». En la carta señalaba que el acusado le «buscaba todos los jueves y no me deja tranquila».

Después declaró la psicóloga que realizó el informe pericial. Concluyó que el relato tiene credibilidad y que las relaciones pudieron ser consentidas, pero conseguidas por la manipulación o engaños del acusado.