Nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana es leyenda viva de la música que se hace en Cuba. Si ustedes buscan en Internet o en las enciclopedias el nombre de Ricardito o si tienen el placer de viajar a Cuba con él se darán cuenta que no se puede dar un paso sin que alguien le invite a cantar o a bailar. Aquí en Ibiza, donde reside desde hace más de 20 años, también es muy conocido ya que estuvo casi una década cantando en directo en el Teatro Pereyra, cerrado desgraciadamente hace unos días, y porque siempre está dispuesto a echar una mano a quien más lo necesita. De hecho, a lo largo de nuestra entrevista, sentados junto al piano del bar Atenea de Santa Eulària, nos demuestra que todo lo que nos habían dicho de él es verdad. Ricardito es un mito de sonrisa contagiosa y trato cercano que no duda en cantarse con nosotros una canción... ¿Cuál? Ahora no les podemos decir nada. Para saberlo tendrán que ver el programa de esta noche.

—Gracias por prestarse a ser Sardina Negra. Viendo su trayectoria, tanto en Cuba como en España, es usted uno de los grandes de la música de su país, con mayúsculas...

—(Risas). Muchas gracias. Yo también tenía muchas ganas de estar con vosotros porque siempre que puedo veo el programa con mi mujer. Me gusta mucho porque es muy chévere.

—Muchas gracias. Hace unas semanas tuvimos con nosotros a las chicas rockeras de WindRose y ahora cambiamos completamente de registro aunque usted ha cantado casi cualquier estilo musical. Después de tantos años, ¿se le ha resistido alguno?

—Alguno hay por ahí. Pero chico es que en esta vida siempre hay que hacer de todo e irte adaptando a lo que te van pidiendo. Lo importante, más allá de si se hace bien o mal, es que todo se haga desde el corazón para que llegue directamente a la gente.

—Usted en su país es muy conocido. Creo que acaba de volver de Cuba y no ha parado.

—Pues sí. Me faltó tiempo para poder hacer todo lo que quería. Para bien o para mal, allí dices Ricardito y todo el mundo me conoce. No he parado de participar en programas de televisión y de radio y eso es un auténtico privilegio.

—Y eso que Cuba no es una isla precisamente muy grande.

—(Risas). Es verdad. Pero nosotros estábamos en La Habana y desde ahí llegamos hasta Baracoa, la ciudad en la que yo nací y la primera villa fundada por Cristóbal Colón. Imagínate. Además, cuando llegamos casi no podemos entrar porque cuando estaba crecido el río y nos tuvimos que bajar del autobús para que no se hundiera. Están haciendo un puente nuevo pero aún no lo han terminado y cuando lo ví me dije... «¡¡Compadre, como tengamos que irnos por La farola no llegamos nunca!!». Pero bueno, al final llegamos. (Risas)

—Viéndole, escuchándole y después de convertir en Sardina Negra a la torcedora de puros Lía Randich, ya me queda claro que ustedes los cubanos tienen una sonrisa contagiosa. ¿Cual es su secreto?

—(Risas). Pues no te sabría decirte. Creo que es algo que todos llevamos dentro desde que nacemos y que luego vamos transmitiendo día a día. De hecho, cuando yo cantaba canciones en Cuba siempre me decían que uno de mis fuertes era que siempre sonreía. Es más, cuando algún día estaba un poco más serio a la gente le extrañaba. (Risas)

—Una cosa. Uno de sus grandes éxitos con Los latinos es la canción Ando buscando una novia... ¿La sigue buscando?

—(Risas). Que va. Tengo una mujer maravillosa de la que estoy profundamente enamorado y eso ya pasó a un segundo plano.

—Ella es de Ibiza, y usted casi ya un cubano pagès. ¿Cuánto tiempo lleva con nosotros?

—(Risas). Pues sí, casi lo soy. Llegué aquí en el 1996 y creo que ya no me moveré.

—¿Y cómo acabó en Ibiza?

—Es una historia un poco larga. Nosotros en el año 1993 hicimos Antología del bolero, y un año después empezamos a actuar en el Teatro Calderón de Madrid y como tuvo mucho éxito nos contrataron para recorrer las principales ciudades de España con una gran gira. Allí conocí a Luis Poyatos, pianista del grupo La Guardia quien me ofreció quedarme en España y participar en un proyecto suyo con el que recorría toda España los fines de semana mientras entre semana trabajaba en Madrid. Una locura. Y un día, estando en un festival de Cadena Dial una familia de Ibiza nos vio actuar y se ve que rápidamente llamaron a los responsables del Teatro Pereyra para decirles que habían visto a Ricardito de Los Latinos. Y fue visto y no visto, desde el teatro se pusieron en contacto conmigo, no tardaron mucho en convencerme y mira, aquí estoy.

—De hecho creo que su relación con el Teatro Pereyra ha sido muy fructífera. Algunos lectores nos han dicho que casi no lo concebían sin usted.

—(Risas). Hombre no se si tanto. Lo que si es cierto es que fueron nueve años muy bonitos cantando allí durante los inviernos. Por eso he decirte que me ha dolido profundamente su cierre. Ha sido una puñalada porque aquello era magnífico, un vacilón, una gozadera... Pero seamos optimistas y esperemos que Eric, su dueño, consiga sacarse algo parecido de su chistera. Es completamente necesario para Ibiza.

—¡Ojalá! También nos han pedido que le preguntemos si es usted el cubano que mejor canta sevillanas de todo el mundo.

—(Risas). Pues no lo se porque no he visto a muchos más cubanos cantando sevillanas. Lo que si te tengo que decir que me costó muchísimo alcanzar el tumbaíto que tienen ellos al cantar y al final, después de mucho trabajarlo, creo que no lo hago mal del todo.

—¿Llegó a actuar en la Feria de Abril?

—Sí, y también en Las Fallas de Valencia... con el espectáculo Antología del bolero he estado en las fiestas más importantes y fue magnífico.

—Y también cantó con Sara Montiel.

—Es verdad y fue un auténtico lujo porque además tuve el enorme privilegio de darla un beso. Fue cuando estábamos con el espectáculo y actuamos en el Festival de la OTI en Valencia con ella, que era muy versátil y podía cantar cualquier cosa. Se animó con Lágrimas negras y en la segunda parte canté yo que con ella y al final quedó muy bien. Fue algo increíble.

—Cambiando de tema. ¿Es cierto que empezó a estudiar magisterio?

—Pues sí. Yo viví hasta los 12 años en mi ciudad, Baracoa, pero luego me tuve que marchar a La Habana con mi madrina y allí empecé a estudiar Magisterio. Luego hice el Servicio Militar durante varios años y al acabar comencé a estudiar para Técnico Industrial graduándome en la escuela Julián Grimau. Después me puse a trabajar en la Marina de Guerra pero como a mi lo que me gustaba era cantar me metí en un grupo de aficionados que había en mi taller. Y allí, mientras trabajaba de tornero, fresador y recortador un día me descubrió un hombre que me ofreció una prueba en el grupo Cubarumba. La hice y allí me quedé aunque la empresa no me quería dejar salir.

—¿Y de ahí al mito de Los Latinos como fue?

—Pues cuando Orlando Reyes cambió el nombre de Conjunto Club por el de Los Latinos. Me llamaron, me uní a ellos y ahí empezó Ricardito. Y con ellos estuve viajando por medio mundo.

—Pero aunque fundamentalmente usted es conocido por su participación en este grupo tiene un curriculum envidiable, sobre todo en su país.

—Es que también he pasado por el grupo Rumbavana después de Los Latinos, y he tenido el privilegio de cantar con algunas de las mejores artistas de la historia de la música cubana como Celia Cruz, con la que sólo podías aprender para ser mejor, Elena Burke, Moraima Secada y la única que queda con vida de las más grandes, Omara Portuondo. Aquello fue una gozadera porque fue vivir la música de verdad, la del cabaret.

—¿Y cómo le fue en el Tropicana? Es el lugar más importante de Cuba.

—Pues que te voy a decir, genial. Allí fui a parar un poco por casualidad. Cuando yo estaba cantando en el Cabaret Parisien de La Habana se acercó a hablar conmigo Santiago Alfonso, director del Tropicana. Yo le dijé, «no me puedo morir sin tocar allí» y él me dijo muy serio, «no te preocupes por eso que precisamente vengo a buscarte para que te vengas conmigo y para decirte que si aceptas, empiezas mañana mismo». Imagínate, yo que siempre había soñado con eso, me dio un vuelco el corazón y se me llenó el alma de vida. Y allí estuve unas temporadas magnificas trabajando con ellos y también viajando mucho.

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Ricardo Rivera, Ricardito, nació en Baracoa, en el extremo más oriental de Cuba un 11 de agosto de 1944.

Comienza en 1968 en Los Latinos, viajando por Costa Rica, México, Nicaragua, Guadalupe y Martinica y consiguiendo más de una decena de grandes éxitos.

En 1980 asume el liderazgo de la orquesta Rumbavana adquiriendo una gran popularidad en Cuba y en todo el mundo. Después, crea La Familia y en los 90 actúa como solista en hoteles de La Habana, logra un gran éxito con su espectáculo exclusivo del Cabaret Tropicana y es seleccionado para Todos Estrellas y Fania All Stars junto a Arturo Sandoval, Andy Montañéz, Celia Cruz, Los Panchos, Dyango o Dolores Pradera.

A partir de 1993 llega a España con Antología del Bolero actuando por toda España y participando en el Festival de la OTI en Valencia.

Desde 1996 empieza a actuar en el Teatro Pereyra mientras graba varios discos y realiza la obra de teatro de Rubén Blades Maestra vida y diferentes programas en la televisión cubana.

A FONDO

✎ UN LIBRO. El alma del cubano y su música de Oscar Oramas Oliva

✎ UNA PELÍCULA. El derecho de nacer

✎ UNA SERIE. El hombre y la tierra

✎ UN GRUPO. Buenavista social club

✎ UN COLOR. Rojo

✎ UN PLATO DE COCINA. Un gran chuletón y la comida cubana

✎ UN DEPORTE. Baseball y fútbol

✎ UN VIAJE QUE NUNCA OLVIDARÁ. Los carnavales de Brasil

✎ UN LUGAR DE LA ISLA DONDE SE PERDERÍA. Cualquier lugar donde hay mar

✎ UNA MANÍA. Muy estricto

✎ UN DEFECTO. Soy muy exigente

✎ UNA VIRTUD. Hacer bien sin mirar a quien

✎ UN SUEÑO POR CUMPLIR. Que nos sigan llamando a los músicos cubanos en Ibiza y Formentera

✎ ALGUIEN A QUIEN ADMIRE. A mi querida esposa

✎ TE HUBIERA ENCANTADO SER... Actor