Elisa Pomar es la cuarta generación de una familia dedicada desde 1850 a la elaboración de joyas ibicencas. La historia empieza con su bisabuelo, conocido como ‘el joyero del rey’, aunque creen que el apellido Pomar estaba en Ibiza como joyero artesano desde años anteriores. Tras la muerte de su padre, Elisa realizó un cambio radical y modernizó estas piezas típicas con un toque moderno y personal con el fin de ponerlas de moda en la calle. «No podía entender que algo tan maravilloso como las emprendadas se utilizaran solo para el ball pagès y después se guardaran en la caja fuerte», asegura Pomar.

¿Cuándo empezó esta tradición familiar en la elaboración de joyas ibicencas?
— Dentro de la Marina somos la tienda más antigua que existe. Venimos del año 1850. Mi bisabuelo se llamaba Joaquín y tenía un comercio que se llamaba Can Xim. Se dedicaba a fabricar o crear, porque antes se hacia todo a mano, las joyas ibicencas. Después continuó mi abuelo, mi padre y mi tío y trabajaban todos en la tienda-taller que tenían en la plaza del Mercat Vell. Era un local muy pequeño que estaba al lado de Cafés Ibiza y siempre olía a café. Mi tío más adelante se dedicó a la pintura y el negocio lo siguió mi padre, Pepín Pomar.

¿Siempre supo que se dedicaría a este oficio?
— Sí, desde pequeña lo tenía clarísimo. Cuando era pequeña ya me gustaba mucho ir a la tienda de mi padre y allí hacía los deberes. Me gustaba mucho ver cómo mi padre hacía esas joyas y me quedé enamorada de lo que hacía. Entonces supe que yo también me quería dedicar a esto. Muchas de las herramientas que ellos utilizaron están ahora en el Museo de Etnografía de Santa Eulària.

¿En qué momento empezó a dedicarse a este mundo?
— Cuando mi hermana y yo acabamos los estudios de bachiller, mi padre esta tienda en la que estamos de la Marina, que entonces era más pequeña. Éramos muy jóvenes, teníamos 18 años, y aquí aprendimos mucho. Aprendí a ser responsable, a tirar adelante la tienda, tuvimos un jefe muy bueno y de él aprendí las cosas básicas para montar un comercio, crear una marca o la pasión por mi trabajo. Después me fui a Palma a estudiar gemología, me especialicé en piedras preciosas y semipreciosas y cuando vio que nos apañábamos por nuestra cuenta, empezó a compaginar el trabajo de taller con una tienda de decoración en la avenida España que ahora lleva mi hermana y se llama Pomar Regalos. El primer taller se declaró en ruina porque era un edificio muy viejo y compró los cuatro locales que había al lado.

¿Cuando decidió innovar y dar un nuevo aire a las joyas tradicionales?
— Yo siempre había tenido la idea de hacer cosas diferentes y cuando murió mi padre, al cual estaba muy unida, fue una época muy dura porque murió de repente. Entonces me entraron ganas de cambiar todo y de hacer una transformación total de lo que estaba haciendo. Empecé a diseñar y en homenaje a mi padre decidí innovar las joyas ibicencas que había hecho él siempre. Empecé por mi cuenta y así nació Elisa Pomar Joyas de Ibiza. De una cosa muy mala salió una muy buena. Hace once años que decidí hacer el cambio.

¿Cómo consiguió combinar tradición e innovación?
— Cuando era joven no podía entender que las joyas tradicionales que mi padre hacía para las colles de ball pagès no se llevaran de forma habitual. Los jóvenes decían que estaban pasadas de moda y yo pensaba que no podía ser que esas piezas tan antiguas y tan bonitas, que pertenecen a nuestra historia, la gente no las quisiera. No podía ser siendo tan maravillosas, como las emprendadas, solo se utilizaran para bailar en las colles y después se guardaran en la caja fuerte. Pensé que esto lo quería cambiar y lo he conseguido, lo puse de moda y mucha gente me trae joyas para restaurarlas o transformarlas. Ahora tengo clientes muy jóvenes y a la vez sigo teniendo las clientas de las colles porque a la familia siempre le ha gustado investigar y tenemos una colección de joyas antiguas ibicencas y siempre me ha gustado trabajar con la tradición sin inventarme nada.

¿Sintió vértigo con este cambio?
— Al principio pasé miedo porque la tradición es religión y le tengo mucho respeto. Desde un principio quise dejar claro que la tradición era una cosa y que la seguiría trabajando, pero que lo que yo hacía, aunque me inspiraba en la tradición, no tenía nada que ver con ella. No quería que nadie se sintiera ofendido pero la gente se lo tomó muy bien. Ahora tengo clientas que hacen ball pagès pero después también me compran las joyas nuevas. Lo que más me gusta son las clientas que llevan mis joyas en el día a día. Conseguí que la gente joven se sintiera orgullosa de llevar cada día una pieza que forma parte de la historia de Ibiza. Las puse de moda. También quería que si alguien llevaba una joya mía supiera que era de Ibiza y que se identificaran como mías y eso también lo he conseguido.

La familia Pomar ha recuperado piezas como el ‘clauer’, ¿cómo lo lograron?
— Fue en la época de mi padre. Tenía un amigo en Santa Gertrudis que siempre le hablaba de una pieza antigua de su madre. Cuando una mujer se casaba y se iba a vivir a casa de su marido, la suegra le daba el ‘clauer’ como un símbolo para decirle que «ahora también mandarás en esta casa». La pieza era un conjunto de llaves, que eran las de la casa, con estampas de santos o vírgenes, y las mujeres se la ponían para ir a trabajar. Es una pieza muy bonita que estaba perdida y mi padre pidió permiso a su amigo para comercializarla y ahora se ha recuperado.

¿Por qué cree que se perdió?
— Hubo una época que la plata perdió mucho prestigio. Las emprendadas más antiguas eran de plata y coral, que es lo que había en Eivissa. Había una mina de plata en s’Argentera en Sant Carles y el coral se cogía del mar. Con el intercambio con los corsarios empezó a haber oro y los clauers, como eran de plata, la gente no les daba importancia y se perdieron. Se consiguió recuperarlo igual que la joya de oro de dos estampas, que también había muy pocas en Ibiza y también la empezamos a comercializar.

¿Cuáles son las que tienen ahora más salida?
— Las colecciones que he hecho yo están teniendo mucho éxito, pero todo tiene salida. Tengo colecciones para todas las edades aunque todas las mujeres las pueden llevar independientemente de la edad que tengan. Las de plata y coral se vende mucho. Ahora estoy preparando la colección para el desfile Adlib y estoy preparando unas piezas muy grandes y especiales, pero no es lo que se vende, es lo que sale en revistas y me da el carisma. Lo que más se vende es lo más comercial, que son las cosas del día a día.

¿Recuerda cuáles fueron las primeras joyas que diseñó?
— Sí, perfectamente. Las primeras joyas que diseñé llevaban coral, porque a mi padre le encantaba el coral y fue un homenaje a él. La primera pieza que hice fue el collar de gra d’ordi y coral turquesa. También hice mucha innovación con las cruces, hice los pendientes de creu, que son los míos típicos.

Siempre reclama un esfuerzo por recuperar el barrio de la Marina, ¿cómo era cuando empezó a trabajar en este local en 1985?
— Fue muy bonito y era una época maravillosa en Ibiza porque había mucha vida en el barrio tanto en verano como en invierno. Ahora se ha convertido en una zona solo de verano, todos quieren sacar el máximo provecho en estos meses y en invierno cierran y la Marina se olvida. Están dando una imagen muy fea de cara al exterior porque el turismo que viene en invierno y ven todo cerrado no se pueden creer que sea Ibiza Patrimonio de la Humanidad. Siempre pido ayuda a los políticos que nos ayuden y nos den facilidades a los negocios que abrimos todo el año. Por otro lado, estoy muy contenta con la forma de trabajar del Consell d’Eivissa porque apoyan mucho la moda y la industria de Ibiza.

Ahora Elisa Pomar un referente a nivel nacional e internacional, ¿esperaba este éxito?
— Cuando alguien empieza una cosa se tiene que ir marcando metas siempre y no quedarte estancada. La primera vez que vinieron Dolce & Gabanna fue hace unos doce años pero no empezaron a sacarlo en sus desfiles hasta que hice la innovación, hará unos seis años. También Scarlette Johannson lució unos pendientes de oro míos en la presentación del perfume ‘The One’ de Dolce&Gabanna. Cada año vienen y compran unas cuantas piezas de la colección nueva y las sacan en los desfiles más importantes.

¿Cómo fue el primer encuentro con Dolce & Gabanna?
— Lo recuerdo como si fuera ahora. Vi en el escaparate un grupito de hombres y le comenté a María (trabajadora de la joyería) «buah, que clase tienen». Entonces entraron, miraron y nos pidieron que les sacáramos unas cuantas piezas. Cerramos la puerta porque eran muchas joyas fuera y entonces reconocimos a Stefano Gabbana. Desde entonces vienen cada año y les gusta mucho como combino la tradición con la innovación. Siempre nos compran cuatro o cinco piezas y un año me pidieron 24 anillos diferentes y a mi gusto. Después las sacan en sus colecciones y yo encantada. Este año han salido en Nueva York y en Mexico y estoy súper contenta. Ya que les gusta tanto Ibiza y Formentera les pedí que hicieran algo en la isla porque nos iría muy bien como promoción.

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¿Cuál es el secreto del éxito para que hayan funcionado durante cuatro generaciones?
— La ilusión, sino no se puede hacer. En los trabajos creativos, el secreto para que funcionen es que te gusten mucho. Cuando vuelvo de viaje estoy súper contenta de ponerme otra vez con el trabajo. Es un trabajo que no se puede hacer por dinero, lo tienes que llevar dentro. Yo me enamoré cuando tenía cuatro o cinco años. No es el negocio del siglo pero a mí me da muchas satisfacciones personales y me siento muy realizada.

-¿Le molesta que copien sus joyas?
— Estamos convencidos de que tenemos artesanos en la familia antes de 1850. Eran muy imaginativos y muy creativos y no hacían dos joyas iguales y siempre les daban un aire diferente. Trabajaban con el material que tenían y con su imaginación y hay muchas joyas antiguas que son piezas únicas y exclusivas. Ahora está internet, hay muchas copias, pero antes no tenían medios para copiar nada. Todos los diseñadores tenemos asumido que si tienes éxito, te copian y molesta porque cuesta mucho diseñar, consume mucha energía. Aún así, nunca te pueden copiar, mi marca es una proyección de mí misma. Es una forma de hacer las cosas que es imposible que te copien. Ha sido mucho trabajo y muchas horas, pero me siento muy realizada. Mi padre no llegó a verlo pero estoy convencida de que estaría muy contento.

-¿Qué consejo le daría a alguien que quiere dedicarse a la orfebrería?
— Que sea uno mismo, que no copie a nadie y que busque en su interior, ya que la inspiración tiene que venir de dentro. Copiar es feo y se ve de menos calidad. Yo me inspiro en la emprendada y le he dado el toque de innovación pero desde las vivencias que he tenido. Me pueden copiar pero no es Elisa Pomar.

¿Tiene un maestro al que admire en este campo?
— Mi padre. Yo era la típica niña pequeña que tenía pasión por él. Mi padre era el más guapo, el más simpático y el más artista, yo lo adoraba. Me apoyaba mucho en él y además de ser buen padre, era una persona maravillosa. Mi hermano pequeño, David, también trabaja conmigo y este año montará una tienda en el local del Mercat Vell con cuatro diseñadores Adlib (Elisa Pomar, Tony Bonet, Virginia Abad y World Family) y también tengo a mi marido que me da alas en todo esto. Tengo un equipo muy bueno y Elisa Pomar son todos ellos.

¿El negocio tendrá una continuidad generacional?
— Me gustaría mucho porque es la cuarta generación. Mi hermano pequeño está ya metido, mi hija es muy creativa y mi hijo es un artista, ya veremos. Mi padre nunca me obligó y me dediqué a esto porqué me enamoré. Mis hijos para seguir se tienen que enamorar.

-¿Por qué su bisabuelo era conocido como ‘el joyero del Rey’?
— Se le conocía como ‘el joyero del Rey’ porque Alfonso XIII venía a Ibiza y mi bisabuelo hacía unas joyas que no encontraba en la Península. Cuando venía le encargaba también joyas para amigas suyas. Ahora estoy muy contenta porque la iglesia de Santa Eulària me ha encargado una corona para la virgen de la Mare de Déu del Roser, así que le puedo decir a mi bisabuelo que le he superado porque significa más que hacer una joya al rey (risas).

PERFIL

PRIMER TRABAJO: En la joyería de la Marina.

FAMILIA: Dos hijos

AFICIONES: Hacer deporte, leer, viajar o música.

CIUDAD PREDILECTA: Nueva York o Londres

RINCÓN DE IBIZA: La Marina, Dalt Vila y el puerto. También soy fan de Formentera.

PLATO: bullit de peix hecho por mi madre.

EQUIPO DE FÚTBOL: No soy futbolera, pero Real Madrid.

DE PEQUEÑA QUERÍA SER...: Lo que soy