Ya es habitual ver a las Kellys de Ibiza y Formentera acompañando a otros colectivos de la isla en sus diferentes reivindicaciones. «Es la manera de hacer fuerza, asociarnos. Si no nos apoyamos unos a otros no se consigue nada», manifiesta la organizadora del colectivo, Milagros Carreño, en una reunión con Periódico de Ibiza y Formentera con una representación de las cientos de camareras de pisos que hay en las Pitiusas. La mayoría sobrepasa los 60 años («la mayoría de jóvenes no aguantan», según explican) y cuentan con una media de 30 años de experiencia como camareras de piso. «Ahora somos 13 aquí, pero esperamos que se vayan uniendo más porque no vamos a parar; estamos siempre en contacto con las diferentes representantes en la Península y organizándonos con No Más Precariedad para fijar una sede en la isla».

Además de relatar situaciones de abuso en su trabajo y los efectos de éste, las Kellys quieren echar por tierra mitos acerca de su trabajo. «No ganamos 1.400 ni 1.600 euros; el sueldo medio es de 1.200 euros netos y, en algunos casos, cobran entre 1.000 y 1.100 euros», señala Milagros, cansada de oír, como todas, estar «quejándose siempre» cuando lo que sucede es que «nos están quitando derechos». Milagros prefiere no hablar de sindicatos: «Yo no digo que no tengan voluntad, pero no aprietan lo suficiente y estamos buscando alternativas a los de siempre, como traer a CGT».

Sobre la distribución en sus cargas de trabajo todas coinciden: «En diez años, el número de habitaciones que hay que hacer por día se ha duplicado». Tina tiene 65 años y ésta es su última temporada antes de jubilarse. Hace cada día unas 22 habitaciones de tres camas, de 07.30 a 16.00 horas. Dentro de ese horario debe hacer, además, los salones, las salidas «que es más rato» y ocuparse de basuras y lavandería. «Hay que correr como una loca y es para grabarnos. Yo, por ejemplo, no bajo a comer ni un día. Estoy regalando mi rato de comer», describe Tina que lamenta, «si ganamos algo con la lucha yo no lo voy a ver». Para cumplir con el horario estipulado, las Kellys tienen que hacer cada habitación entre 15 y 20 minutos, sin contar el tiempo que ocupan las otras tareas. «Si no acabas a tiempo te tienes que quedar hasta que hagas las habitaciones que te tocan; hay días que paras a comer porque ya no aguantas y otros que acabas a las 17.00 horas, eso no se paga», aclara Tina. Conscientes de su temporalidad, no protestan mucho acerca de lo que les quedará de jubilación «como no trabajo en invierno, no puedo protestar de lo que me quede. Pero sé de compañeras a las que les ha quedado 800 euros», asegura Tina. «Fuera de la temporada cobramos la ayuda de 400 euros», dicen, y cuando les preguntamos «¿para qué les da con eso?» se ríen.

Enfermedades

La mayoría arrastra problemas de artrosis, lumbago y ansiedad producida por el estrés. Ángeles relata cómo va a trabajar con lumbago, «haciendo la faena doblada». Asegura no «poder coger la baja» porque «te miran mal. Como si nos quejáramos por vicio, como si mintiéramos. Yo voy con el dioflanaco en el bolsillo y encima te dicen que te quejas». En este sentido, las Kellys además de tener que medicarse para ir a trabajar, dicen padecer enfermedades psicológicas producidas por el mal trato por parte de sus superiores. «En nuestro trabajo, además de mal pagado, nos tratan mal», lamenta Milagros. Ansiedad y estrés son las enfermedades que casi todas padecen, pero también hay casos de discriminación. Según la representante de las Kellys e Ibiza y Formentera, «también consideramos que hay un trato discriminatorio con respecto al resto de compañeros del hotel porque a ellos se les cambia debidamente de uniforme y a nosotras no, ¿por qué a ellos les compran los zapatos y nosotras nos los tenemos que comprar? ¿Qué somos, basura?» exclama Milagros, a la que le aflige un sentimiento de injusticia.

Estas mujeres llevan 30 años padeciendo la involución a la que se ha visto sometido su trabajo. Casi todas pasan de los 60 años y esperan el comienzo de temporada con «miedo».

Fátima es la más joven de las Kellys de Ibiza y Formentera. Como la mayoría de chicas jóvenes que viene a trabajar para la temporada, «yo antes empleaba mis días libres para trabajar pero desde que soy madre los necesito para ocuparme de mis labores como madre y para hacer recados». A sus 41 años ya empieza a tener problemas «en la rodilla y cuando llegue a la edad de mis compañeras, la verdad, es que no quiero verme como ellas». En cuanto a la flexibilidad laboral por temas de maternidad, Fátima explica como la conciliación era difícilmente permitida, «si mi hijo se ponía malo tenía que pedir que por favor me dejaran atenderlo», asegura. «Menos mal que nuestros hijos ya son mayorcitos, pero teníamos miedo a los encargados», coincide la mayoría.

La temporada para la mayoría de las Kellys empezó la semana pasada. «Unas antes, otras más tarde». «Si me pudiera prejubilar lo haría. No sé si voy a acabar la temporada porque un día cualquiera me puede dar algo», lamenta Ángeles.

«El problema es que ninguna hablaba. Dijimos ‘vamos a juntarnos porque es lo que hay que hacer’. Están todos los profesionales, policías y demás negociando jubilación anticipada y nosotras, con lo nuestro ¿¡Cómo vamos a llegar a los 65?!», argumenta Milagros.

El próximo martes 1 de mayo las Kellys volverán a concentrarse junto con el resto de plataformas integradas en No Más Precariedad. Como sus vivencias personales, hay muchas otras mujeres cuyos casos engrosarían la lista de las malas prácticas laborales a las que son sometidas las camareras de piso de la isla. La mayoría son veteranas. Unas mujeres que aguantan todo esto representan de todo, menos debilidad. Cansadas de oír como sus superiores las acusan de «quejarse» hoy reclaman lo que les pertenece por derecho.