Centenares de personas recorrieron la feria aprovechando el buen tiempo.

Eivissa Medieval presentaba ayer viernes, día festivo por ser la declaración de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad, un magnífico aspecto. Centenares de personas se lanzaron a recorrer las calles aprovechando el buen tiempo. La mayoría turistas llegados desde toda España y de prácticamente todo el mundo ya que bastantes ibicencos aseguraron ayer a Periódico de Ibiza y Formentera que preferían quedarse en casa, «por unas cosas o por otras».

Lo cierto es que a pesar del esfuerzo del Ayuntamiento de Vila por defender la amplia programación cultural «que diferencia a esta feria de otras muchas de España» la sensación de muchos visitantes y no visitantes vuelve a ser la misma año tras año: «Eivissa Medieval es una sucesión de puestos donde hay todo tipo de cosas, que generalmente no tienen nada que ver con el medievo ni con el Renacimiento, y en los que, por lo general, todo es muy caro».

Esta afirmación de María, una josepina de 37 años que andaba como podía entre la marea de gente con su marido Pep y el carrito de su hijo Andreu, volvió a ser un reflejo del sentir de otros asistentes. Como Roser, que visitaba la feria con sus hijos Pere y Tomeu, de 10 y 7 años respectivamente. «Cada año me da más pereza subir porque llegar al centro es muy complicado a pesar de los autobuses y porque hay mucha gente, pero al final me acaban convenciendo mis hijos y en apenas una mañana puedo gastarme más de cincuenta euros en cuatro tonterías».

Los precios es una queja recurrente año tras año. Sobre todo en los puestos de alimentación donde los visitantes lamentan además el tamaño de las raciones. «Huele todo muy bien, se te abre el apetito, con el calor casi es obligatorio beber algo, pero luego cuando vas a pagar te quedas con cara de tonto y con la sensación de que no merece la pena para lo que te han puesto», aseguraron Juan Antonio, un turista de Salamanca que está pasando las vacaciones con sus amigos Pedro, Luis y Nuño. Tal vez por ello, muchos se decantan por otra vía, algo más barata y sencilla, la de comprar embutido, queso, variantes o gominolas en las decenas de puestos del mercado. Pero aquí también hay quejas. «He comprado unas aceitunas y unos pepinillos para ir con mis hijos por las calles y me han cobrado casi veinte euros», se lamentaba Antonio, natural de Lebrija en Sevilla, y marido de Laura y padre de Luis y Carla.

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Otros visitantes se quejaban de lo que ofrecían los puestos. Como Miguel Ángel, de Alicante. «Es una pena pero si le quieren poner el nombre de feria medieval deberían cuidar cosas como el tema de las gominolas o los productos que se venden, porque si no, al final, se convertirá en otro mercadillo más de los que se hacen en Ibiza». En esta misma línea se manifestó Angels de Cambrils. «Creo que hay muchas cosas que sobran porque hay pocos productos que hagan al mercado algo diferente y además, creo que hace falta un poco más de animación callejera y que, por ejemplo, las justas se hicieran más veces al día»

Satisfacción entre los extranjeros

Como dos caras de una misma moneda también había muchos contentos con lo que ofrece Eivissa Medieval. Casi todos extranjeros «muy sorprendidos» por encontrarse esto en Ibiza cuando en sus lugares de origen «sólo se promociona la fiesta y las discotecas».

Por ejemplo los napolitanos Lorenzo, Danielle y Gianlucca, estaban «molto felice» por todo lo que veían. No dejaban de hacer fotos con sus teléfonos móviles y circulaban cargados con todo tipo de regalos para sus familias y amigos. Eso sí, «come le fiere medievali d’Italia nessuno al mondo» (como las ferias medievales de Italia ninguna en el mundo).

Lo mismo que las irlandesas Dominica, Scota y Fionnuala. Protegidas con sombreros de paja para no quemar su blanca piel y con una cerveza en la mano cada una, no paraban de reir y de hacerse fotos con todos los actores que circulaban por el mercado. «Es muy bonito, animado y sorprendente, nos encanta y si podemos vendremos el año que viene». Una promesa que también hicieron a Periódico de Ibiza y Formentera, el matrimonio francés de Nantes Pierre y Mathilda, en plena luna de miel. «Elegimos Ibiza para desconectar y disfrutar con algo que no tenemos allí y nos hemos encontrado con esto que es muy bonito.#Se lo recomendaremos a nuestros amigos y si podemos volveremos con ellos el año que viene».