Imagen de Alejandro Romero en las instalaciones del Grupo Prensa Pitiusa.

Alejandro Romero vive a caballo entre Murcia e Ibiza. En la isla trabaja de temporada y en invierno vuelve a su tierra donde se sigue formando en el mundo sanitario y ha empezado a trabajar en el sector, el 061 de Murcia; una actividad que está muy lejos de su anterior trabajo como comercial de coches. Esta es su sexta temporada.

¿Cómo fue venir a trabajar de temporada en Ibiza?

—Quería trabajar como técnico de emergencias sanitarias y en Murcia no tenía tantas posibilidades de trabajar de esto. Salió esta oferta de Ibiza, me interesó, vine para probar, me gustó y he ido repitiendo. Vine con cierta desconfianza, con un poco de miedo, pero cuando conoces el trabajo, la gente, los compañeros y ves que estás bien repito cada año.

¿Dónde trabaja?

—En Santa Eulària. Mi empresa tiene una clínica grande en Sant Antoni y varios centros más pequeños distribuidos en la isla y yo estoy en el de Es Canar.

¿Hay diferencias entre las emergencias de Sant Antoni con las de Santa Eulària?

—Son diferentes los condicionantes de alrededor. En Es Canar hay más familias con niños y personas mayores, algunas veces se hacen guardia en Sant Antoni y nos encontramos con otro tipo de patología, como intoxicaciones etílicas y por drogas. El público es diferente de un lugar a otro.

¿Cuál ha sido la mejor y la peor experiencia de su trabajo?

—Lo mejor de mi trabajo es tratar con la gente mayor. En la zona en la que estamos son abuelitos, son muy cariñosos y muy amables. Son extranjeros, ingleses, pero nos entendemos perfectamente. ¿Lo peor? el tráfico, el colapso y la masificación en general.

Vaya cambio porque trata con los mayores de Es Canar y luego se va a Sant Antoni.

—Son la noche y el día. Hay cierta tranquilidad en el norte de Ibiza y cuando vas a Sant Antoni, el cambio es absoluto.

Habrá vivido muchas experiencias en Sant Antoni.

—Estando en Sant Antoni, enfrente de nuestra clínica, iba un señor en silla de ruedas eléctrica, era parapléjico. Nos avisaron que había una persona en estado de embriaguez dando vueltas en círculo; no sabía dónde iba y tuvimos que manejar nosotros los mandos de la silla para llevarlo a nuestra clínica. Era una persona mayor y había venido a una despedida de soltera con unos amigos.

Recientemente salió una noticia en la que salió muy mal parado su colectivo porque los conductores de ambulancia perdieron a un herido en el trayecto al hospital. ¿Qué opina de hechos como estos?

—Cuando oyes noticias así te dejan muy mal cuerpo. No demuestran mucha profesionalidad.

¿Cómo se vive a caballo entre Ibiza y Murcia?

—Este trabajo me viene muy bien hacerlo en verano porque aunque se trabaja mucho me permite en invierno seguir haciendo estudios sanitarios. He terminado varios ciclos formativos de grado superior relacionados con la sanidad porque quiero seguir formándome e ir escalando en la profesión. He terminado Imagen para el Diagnóstico, Radioterapia e Higiene Bucodental. También quiero hacer la carrera universitaria de Enfermería.

¿Ve su futuro en Ibiza?

—A corto plazo sí, pero a largo plazo no creo. Llevo mal la insularidad, el no poder coger un coche y salir que luego no lo haces, pero me agobia un poco. Estoy un poco limitado en cuanto a servicios, tiendas, cultura, todo.

¿Qué hay de cierto en la rivalidad entre su sector? ¿Cómo se llevan entre el sector público y el privado?

—Coincidicimos en el hospital, en eventos, en centros sanitarios y no hay rivalidad. Cada uno hace su trabajo, el que le corresponde. Somos complementarios a la sanidad pública y damos un servicio muy importante porque creo que la sanidad pública no podría dar abasto con toda la masificación que hay en verano. Damos un servicio privado con otras particularidades que no es el público. En algunos avisos cuando es algo muy grave trabajamos juntos y no hay ningún problema.

Mencionaba antes las dificultades por el tráfico. ¿No ha pensado nunca en bajarse del vehículo con el paciente?

—El colapso en Santa Eulària es a todas horas, desde las siete de a mañana a las nueve de las noche. Siempre que se pone una sirena es porque es una urgencia pero muchas veces, aunque la gravedad del paciente no es tanta, no te queda otro remedio que ponerla porque sino tardaríamos una hora y en ese tiempo sí puede empeorar, entonces es necesario ponerlas, sí o sí.

Pues en estas fechas hay que armarse de paciencia, porque la carretera está a tope.

—Si ahora está así no quiero ni pensar como estará en julio o agosto.

¿Qué le aporta su trabajo?

—Me gusta atender y estar en contacto con la gente. Mi trabajo me aporta una satisfacción personal de poder ayudar a la gente cuando está en apuros o en malos momento.