Piluca Bayarri con una de sus prendas en su tienda situada en el carrer de Sa Creu del barrio de la Marina de Ibiza. | Arguiñe Escandón

Piluca Bayarri es uno de los nombres más importantes de la moda de Ibiza. Valenciana de nacimiento llegó a nuestra isla para unas vacaciones en 1982 y a los cuatro meses se dió cuenta que quería pasar toda la vida aquí y que, incluso, como asegura con su sonrisa permanente, «es el sitio donde quiero que me entierren cuando llegue el momento».

Ese día queda muy lejano viendo la vitalidad y el optimismo con el que afronta cada día. Una actitud que, junto a la constancia, el tesón, el esfuerzo y su innegociable apuesta por la calidad de sus materiales y lo artesanal de sus prendas, le ha llevado a cumplir en este 2018 treinta y cinco años en la moda como uno de los mayores referentes de la Moda Adlib. Orgullosa madre de Jaime, Julian y Marc, y muy amiga de sus amigos, Bayarri comenzó vendiendo bikinis en Ses Salines, creó la marca Capricci con su expareja, desde hace 18 la firma Piluca Bayarri y actualmente dirige con el mismo entusiasmo del principio una firma que vende creaciones a mujeres de todo el mundo.

—¿Cómo se hace para cumplir 35 años en la moda?
—Principalmente con tesón, esfuerzo y constancia. Y teniendo muy claro que no se logra nada en un sólo día. Cuando vamos a presentar una colección a una feria siempre digo que no conseguiremos nada los dos primeros años y que hay que mirar más allá, al quinto por lo menos. Lo importante es que el cliente haga negocio contigo y que tu le seas fiel.

—Es valenciana de nacimiento pero ibicenca de adopción. ¿Cuándo empieza su relación con Ibiza?
—En 1982, cuando vine a pasar unas vacaciones a Ibiza. Yo en aquellos años era una joven un poco confusa, libre y con ganas de comerme el mundo. No tenía muy claro hacía donde quería conducir mi vida y que quería estudiar, si Psicología o Derecho. Estuve aquí unos quince días, me volví a Valencia y allí me di cuenta que la isla me había enganchado tanto que quería probar a vivir aquí.

—Y no se lo pensó dos veces...
—La verdad que muy poco (Risas). A los cuatro meses ya estaba aquí otra vez con todo preparado para intentar empezar una nueva vida. Fíjate si lo tenía claro que me traje hasta mi coche (Risas).

—¿Cómo fueron aquellos primeros meses en Ibiza?
—Un poco locos porque no nos engañemos, ¿quién no ha hecho alguna locura, aunque sea pequeñita, en Ibiza?. Aún recuerdo como si fuera ayer que a mi alrededor no había nadie que hablara castellano y cómo me apañaba como podía para salir adelante y que me entendieran. Fueron tiempos muy divertidos y muy felices.

—¿Y de ahí a la moda?
—Bueno no fue todo tan rápido. Antes trabajé un poco de todo porque había que comer y cenar todos los días. Trabajé en lo que era el Buda, en el Ku en la barra de Basilio, en el Coco Loco, conocí a Freddie Mercury... fue un año muy explosivo en el que estuve rodeada de gente maravillosa que me ayudó muchísimo. Algunos de ellos me ayudaron precisamente a abrirme camino en la moda cuando me decidí a crear una línea de ropa de baño.

—¿Cómo fue aquello?
—Un poco por casualidad. Yo vendía zumos en la playa de Ses Salines con unos tanguitas que me daban pero que no me gustaban nada. Así que empecé a hacerme algunos para mí y casi sin darme cuenta los turistas a los que les vendía los zumos me empezaron a preguntar donde se podían comprar mis tangas y a encargármelos de diez en diez. Entonces pensé que si le ponía un poco de interés y le dedicaba tiempo iba a ser un negocio algo más rentable que vender zumos (Risas).

—Y tanto. Su línea de beachwear es una de las más importantes del mundo...
—(Risas). Gracias. También hay que decir que nada hubiera sido posible sin la gran ayuda desde el primer día de mi particular ángel de la guarda, María Tur Bonet. Cuando hablamos todos los diseñadores siempre coincidimos en que sin un buen equipo detrás no tendríamos nada. Yo con María trabajo codo con codo desde el primer día, aún hoy sigue siendo la responsable de mi taller, y juntas hemos vivido miles de aventuras como cuando íbamos a contratar a cuarenta costureras a las casas pagesas sin luz.

—¿Cómo ha cambiado la moda en todo estos 35 años?
—Mucho. Es cierto que se sigue trabajando de forma artesanal porque este es uno de los sellos que identifican a la Moda Adlib, pero ahora tenemos más y mejores profesionales y maquinaría más avanzada. Aunque seguimos haciendo los tintes de forma artesanal y ecológica antes siempre tenías el miedo de que te pudieran quemar las puntillas (Risas).

—Parece sacado de una película. ¿No se ha planteado escribir sus memorias?
—(Risas) No se. Eso sí, recuerdo aquellos años como si fueran ayer mismo. Recuerdo, por ejemplo, que al no tener teléfono subíamos a nuestro taller y cuando bajábamos a Ibiza varias horas después nos avisaban de que el cliente había ordenado cambiar todos los colores que ya habíamos puesto. Al final, como no nos daba tiempo, tirábamos con lo que teníamos y afortunadamente salíamos airosas porque lo que quería el cliente era nuestro producto, nuestra calidad y nuestra forma de entender la moda.

—¿No ha sufrido piratería?
—Claro que sí. Incluso, alguna que otra marca de prestigio internacional me ha copiado descaradamente. Pero nunca le di demasiada importancia porque si te copian es porque haces las cosas bien. Y al final el cliente se da cuenta de cual es el producto bueno y cual la copia. No lo dudes.

—Se que es complicada esta pregunta pero ¿cómo define su moda?
—Un poco sí. (Risas). Nuestras creaciones son glamourosas, con un punto de sex appeal, románticas, cómodas y de mucha calidad. Hay quien me dice que nuestra ropa es cara pero te puedo asegurar que los precios están ajustados al cien por cien. No puedo trabajar con ciertos márgenes y eso en ocasiones me ha generado problemas con grandes compañías. Por más que me insistan si se quiere un producto artesano, original y de calidad los precios tienen que ser lo que son.

—Además sus prendas son muy ponibles. Eso en ocasiones no es muy común en la moda...
—La moda ha de poder lucirse en el día a día. Nunca he entendido mis creaciones pensando exclusivamente en los trajes blancos que sólo se lucen en Ibiza. No hay mayor satisfacción que pasear con mi ropa por Madrid, en pleno centro de la ciudad, y que la gente me pare para preguntarme donde la he comprado.

—Son muchísimas las mujeres conocidas de todos los ámbitos de la sociedad que han vestido sus prendas... ¿A quien considera su embajadora?
—Pues si te digo la verdad mi embajadora es cualquier clienta que me compre las prendas y las vista en su día a día. Y las hay de Londres, Berlín, España... de todo el mundo.

—¿Cómo surgió su relación tan especial con Swarovski?
—Pues también un poco por casualidad pero al final nos hemos convertido en inseparables a base de fidelidad y de ayuda mutua. Te puedo asegurar que en bastantes ocasiones he recibido propuestas de otras compañías para que cambiara y luciera cristales más baratos y así rebajar costes y siempre me he negado porque para mi la calidad y la fidelidad son innegociables.

—¿Qué significa para usted la Moda Adlib?
—Artesanía, calidad y buen gusto. Por eso siempre digo que hay que tener cuidad con todo lo que se está haciendo y no reventar la gallina de los huevos de oro. Hay que se conscientes de lo que tenemos y de lo que nos ha llevado hasta aquí.

—Con todo el tiempo que lleva como diseñadora ¿Cuál es la prenda soñada para Piluca Bayarri?
—La que me queda por hacer. La que me surja en cada momento.

—¿Qué consejos le da a la gente joven?
—Que estén rodeados de gente buena y que te quiera. Que no hay que comerse todo en un día y que hay que estar tranquilo porque la inspiración llega. Y también que hay que coger los trenes que pasan por tu puerta. Nunca sabes cuando van a volver a pasar.