Un técnico del Govern en seña a un 'pagès' la técnica para injertar almendros. | MARCELO SASTRE

Los almendros del Pla de Corona, en Santa Agnès, son uno de los patrimonios agroecológicos más importantes de las Pitiüses. Año tras año, payeses y vecinos lamentaban con desazón la pérdida progresiva de almendros en Corona, muertos debido al abandono del mundo rural y los cultivos, en una época en la que trabajar la tierra se vuelve una tarea muy complicada y poco rentable.

De ahí la importancia de la iniciativa que han tomado Toni Bonet y Miquel Bonet. Estos dos agricultores ibicencos, propietarios de unas plantaciones en Santa Agnès, han impulsado la plantación de casi 300 almendros, la mayor que se recuerda en los últimos 40 años. Para ello, contaron durante la jornada de ayer con la colaboración de Josep Lluís, técnico del departamento de Medi Rural i Marí del Govern Balear y de Bernat Canyelles, trabajador del Institut de Recerca i Formació Agrària i Pesquera (IFARP), interesados en la iniciativa de los Bonet de cultivar almendros de distintas variedades autóctonas, entre ellas la pau (del centro–norte de la isla) y la espineta (única en Corona y en el mundo), entre otras.

«Lo que hacemos es hacer lo que se hacía antiguamente: coger una rama de almendro de la clase que sea y coger otra rama nueva de esta época, ya que ahora es el tiempo de injertar el almendro», explicó Josep Lluís, emocionado con la idea de recuperar un patrimonio que parecía perdido. «Si miras a tu alrededor verás que estos almendros están desapareciendo, por eso queremos recuperarlos y mantenerlos», insistió, consciente, de la enorme pérdida que supondría para el patrimonio natural de Eivissa y sus habitantes la desaparición de los almendros del Pla de Corona.

Hay árboles que todavía son productivos pero que están envejecidos y descuidados, por lo que hay que cultivar plantaciones nuevas para recuperar los almendros. «Tenemos que incorporar las nuevas tecnologías pero manteniendo las prácticas agroecológicas que ya utilizaban nuestros mayores hace 50 o 60 años», sostuvo Josep Lluís.

De este modo, se podrá recuperar el paisaje y el cultivo por su valor, que es paisajístico pero también un producto agrario, las almendras, que se terminarán comercializando.

Bernat Canyelles, trabajador del IFARP, considera esencial «conservar las castas antiguas de almendros», por eso, aseguran, están aquí, para «colaborar con los propietarios e intercambiar variedades». Hace 50 o 60 años, los payeses seleccionaban su variedad, con su criterio pero adaptado al medio en el que están.

Como son variedades que se han elegido por criterio de los payeses, se han tenido que adaptar mucho a las necesidades del medio y gracias a la gente que todavía conserva el campo y estas prácticas tradicionales, luego podemos disfrutar de los resultados, pese a la escasa rentabilidad que tienen. «Supongo que yo formo parte de la última generación que se dedique a ello», lamentó Canyelles.