No se calculan las horas que se tarda en hacer un cesto de esparto. Simplemente se va haciendo mientras charlas, o mientras estás tranquila, concentrada en la tarea. Antonia Ferrer, de la asociación de artesanos Eines i Feines se lo explicaba así a todo el mundo que le preguntaba. Hacer un cesto implica ir a coger el esparto, tenerlo 35 días en agua de mar, otros 35 días secando y luego limpiarlo otra vez antes de empezar a trenzarlo en una tira larga que una vez cosida formará el cesto.

Artesanía ibicenca que ayer mostraron en la plaza de Vara de Rey cerca de 80 artesanos de la isla que hacían castanyoles, flaütes, sombreros, cestos, licores, espardenyes, telas bordadas o encaje de bolillos.

Algunos vendían sus piezas. Ayer Antonia solo las mostraba y explicaba el trabajo detrás de ellas. «Si quisiera venderlos (los cestos) los vendería todos seguro, pero este año los guardo para mis hijos y mi familia», explicaba, arguyendo que sino al final nunca se queda ninguno «y es una pena».

A su lado otra artesana le contaba a una curiosa los detalles para hacer sombreros, para los que se necesitan más de 100 metros de hilo de esparto.

Algunas mesas más allá Pedro Marí y Margarita Puig, un matrimonio ibicenco, sí que vendía. «Las castanyoles y los tambors son a 350 euros y las flaütes a 250», detallaba. Detrás de cada pieza incalculables horas de trabajo. Desde el momento de ir al bosque a buscar el enebro adecuado para poder hacer la pieza, «no vale cualquier rama», hasta las horas de taller para darle forma y hacer los intrincados dibujos que los decoran.

A su lado Margarita hacia espardenyes. Ahora se las compran sobre todo extranjeros, pero antes era el calzado que las familias ibicencas hacían en casa. «Todo el mundo era artesano en aquella época», apuntaba Pedro. Las espardenyes más coloridas las llevaban las niñas, y las vestía todo el mundo desde primavera, a partir de que no hacía falta llevar calcetines.

Juan Tur de Can Fluxá vendía sus licores, sales y mermeladas. Todo hecho con productos del jardín botánico de la casa. Explicaba a los curiosos la diferencia entre las hierbas ibicencas y las hierbas payesas. Las primeras con Indicación Geográfica Protegida (IGP) que tienen sólo otros cuatro productores en la isla. Hechas con alcohol rebajado y unas hierbas fijadas por unos estándares de calidad, son las hierbas comerciales.

Las payesas son las que hacen en cada casa, llenando de hierbas y anís la botella, que se deja macerar unos meses. Estas, de venderse, no pueden llevar la denominación Ibiza. «Después cada tanto tiempo se tienen que vaciar hasta la mitad y volver a rellenar, para que no cojan demasiado sabor a plantas», un proceso que explica que se puede hacer unas dos o tres veces solamente, porque las plantas se van oxidando en el interior.

Conocimientos de artesanos que son parte importante de Ibiza, que ayer se compartieron generosamente en s’Alamera.