Un vendedor se acerca a un grupo de turistas para vender sus productos | Jaume Martorell

La venta ambulante es ya un clásico en la isla de Ibiza y Cala Tarida no pasa desapercibida para decenas de vendedores. Ni siquiera que la playa esté a reventar y apenas puedan andar con comodidad para vender sus productos.

Sin ir más lejos, las escaleras de acceso a la playa por uno de sus laterales cuentan con un puesto ambulante. Dos, incluso tres, vendedores ofrecen en una mesa desde pareos, sombrillas, sombreros y relojes a todas las personas que se acercan a Cala Tarida.

Una vez pisamos la arena, el movimiento de vendedores es continuo. Aparte de prendas de vestir y accesorios típicos de playa, también se puede ver cómo algunos de ellos portan vasos con fruta troceada o refrescos.

En este sentido, la Policía Local de Sant Josep realizó en los primeros meses de la temporada unas 50 actuaciones en relación a la venta ambulante en el municipio, principalmente en las playas de Cala d’Hort, Cala Tarida, Ses Salines o Port des Torrent, donde decomisaron alrededor de unos 300 kilogramos de materiales diversos (neveras de playa, pareos, vestidos, gafas, sombreros, sombrillas…). A esta cifra se le deberían añadir los alimentos perecederos, como fruta, bocadillos y otros preparados, así como las bebidas que son destruidos enseguida.

«40 euros a la hora»

Hablan entre ellos, hacen turnos para descansar y no se acercan a vender sus cosas a los turistas si hay otro ‘compañero’ haciéndolo. Éstas parecen ser las normas de los vendedores ambulantes.

La práctica la llevan a cabo cada verano en todas aquellas playas que consideran que pueden hacer su particular negocio. «Es increíble lo que pueden llegar a vender», dijo una trabajadora de un restaurante cercano quien añadió que «entre que no pagan impuestos y trabajan a sus anchas tienen el mes asegurado».

Según dijo ha llegado a ver cómo solamente vendiendo refrescos se han embolsado, en poco más de una hora, «cerca de 40 euros o incluso más» cada uno. «Dime tú en qué trabajo cobras esa cantidad por hora», criticó.

El problema es el de siempre; se trata de una práctica ilegal que necesita de medios para su erradicación.

Son muchos los que piensan que con una mayor presencia policial podría llegar a desaparecer, mientras otros tantos apuntan que es «prácticamente imposible» tener a un número determinado de efectivos en cada playa para evitar que ocurra.

Sea como fuere, Cala Tarida es parada obligatoria para este tipo de vendedores. Además, muchos de ellos se escudan en que «de alguna manera tendremos que ganarnos la vida», dijo uno de ellos.

Sin embargo, esta respuesta también es criticada por la otra parte, la de aquellos que quieren ir a la playa para descansar. «A mí personalmente me hace gracia eso de que lo hacen porque se tienen que ganar la vida. Perfecto, todos trabajamos para eso, pero lo hacemos en condiciones legales, pagando nuestros impuestos, cumpliendo unos horarios y tratando de no molestar a la gente», puntualizó Ana Losada, una joven que había ido a primera hora de la mañana a Cala Tarida por recomendación. La sorpresa que se llevó al llegar era justo lo contrario a lo que se esperaba. «La playa es espectacular, no puedo negarlo, pero es abrumador que no puedas ni poner la toalla de la gente que hay y encima te vendan cosas cada minuto».

Muchos coinciden en que este tipo de práctica, que «a pequeña escala parece que pasa desapercibida», juega en contra de la isla. «La gente viene a Ibiza por la fiesta o por las playas. Si ven en internet que la playa tiene aguas cristalinas y un chiringuito para tomar algo tranquilo y llegan y se encuentran con esto, ¿crees que van a repetir?», se preguntó Jaime Medrano, residente en la isla.

Lo cierto es que si la venta ambulante persiste en las playas de la isla es por dos motivos: la falta de efectivos policiales y la compra de los productos por parte de las personas que están en la playa. «Nos quejamos de que molestan, pero si nadie les comprara cosas, ¿vendrían día sí y día también?».