Vicent Ribas, propietario de Casa Alfonso, posa frente a la fachada del supermercado en el carrer Ample de Sant Antoni. | MARCELO SASTRE

La historia del supermercado Casa Alfonso se remonta a antes de 1907, cuando Alfonso Ribas Piqué, abuelo de Vicent Ribas Prats (actual propietario) regentaba la tienda que más tarde se transformaría en un supermercado. Alfonso Ribas heredó la tienda de su padrastro, Vicent Marí, aunque se desconoce cuándo dio éste inicio al negocio. Vicent y las generaciones que le preceden han sido protagonistas de la evolución de Sant Antoni, desde su transformación de pueblo de payeses a destino turístico internacional. Después de más de un siglo de historia, el supermercado cierra debido a la falta de rentabilidad económica.
Alfonso Ribas, quien dio nombre a la tienda, también fue el fundador de la compañía de autobuses que llevará luego la concesión de Eivissa a Sant Antoni, siendo la primera línea de autobús del municipio y que hace tres años fue vendida a Sagalés. Después de Alfonso vino Mariano Ribas, padre de Vicent, quien forzado por las circunstancias pondrá punto y final a la historia del supermercado. En sus inicios era la típica tienda de barrio que existía en el municipio, en la que se vendía petróleo, espardenyes, bastons, baldes, se vendía de todo. «Los domingos, por ejemplo y coincidiendo con la misa, había trueque e intercambios de productos, sobre todo con huevos a cambio de aceite de oliva, arroz u otros productos», explica Vicent, en referencia a los años 20, 30 y 40. «Después, durante la Guerra Civil, había cartillas de racionamiento y cada familia solo podía tener una cantidad exacta de productos».

Evolución turística

Con el desarrollismo franquista, la tienda se convirtió en supermercado y fue evolucionando en paralelo a la evolución turística de Sant Antoni. Se abrieron los primeros hoteles, como el Hotel Ses Savines y el Hotel Portmany, entre otros. «Como en Eivissa no había fabricas, todo venía de fuera y tenías que ir a Vila para recoger los productos que los proveedores traían, principalmente, de Barcelona y Valencia», detalla Vicent, quien recuerda que Alfonso Ribas, su abuelo, ya fue pionero en las exportaciones mediante transporte marítimo. «Creó una compañía naviera y con un barco exportaban a la Península algarrobas, almendras e incluso leña y carbón. Fueron los precursores de una idea muy buena, que se convirtió en imprescindible», relata Vicent.

En este sentido, y aunque la compañía tuvo que cerrar porque el barco se incendió y en aquella época no existían los seguros, Casa Alfonso se fue especializando en los productos que los propios clientes les pedían. «Siempre estábamos pendientes de lo que pasaba en la Península, donde todo llegaba primero, y luego intentábamos traerlo aquí», cuenta Vicent.

La transformación del barrio

Casa Alfonso está situado en pleno corazón de Sant Antoni, en la calle que da al paseo y a la iglesia, es decir, la más importante del municipio y donde más gente vivía, lo que daba vida a comercios como el que regenta Vicent. Con el paso de los años, mucha gente del barrio se fue desplazando a las afueras del municipio. Con la evolución del turismo, en el centro fue viviendo progresivamente menos gente, así que a la clientela de toda la vida le suponía un esfuerzo añadido acercarse al centro para comprar en las tiendas del barrio. «Todo esto condujo a que el centro Sant Antoni se convirtiera en un lugar menos residencial y más turístico», afirma Vicent.

Así, el hecho de que muchos vecinos del pueblo fueran abandonando progresivamente el centro para vivir en las afueras afectó bastante a locales como el supermercado Casa Alfonso. Además, se hicieron una serie de reformas que cambiaron la fisonomía del barrio. «Las aceras son más amplias para comodidad de los peatones, hay menos aparcamientos, y eso lo pone más complicado para los comercios. Son una serie de medidas que seguro que tenían buenas intenciones, y hay gente que se ha beneficiado, pero a nosotros personalmente nos ha ido afectando», lamenta Vicent. A ello hay que añadir, claro está, la entrada de grandes superficies, como Lidl o Mercadona. «Son las mejores empresas del mundo, muy grandes, muy fuertes, ofrecen la comodidad del aparcamiento, precios con los que no podemos competir y han terminado por cambiar los hábitos de la gente», asegura Vicent.

Hace años que el supermercado no era rentable y si lo intentaron mantener era más por una cuestión sentimental que económica. «No queríamos cortar esta historia tan bonita, pero no hemos tenido otro remedio». De momento, Casa Alfonso cierra el 31 de octubre y la familia no sabe si alquilarán el local o abrirán otro negocio en el futuro. Lo que sí que tienen claro es que «sin nuestros clientes y sin nuestros trabajadores Casa Alfonso no hubiera sido posible y les estaremos eternamente agradecidos». La familia dice adiós al supermercado con tristeza pero sin ánimo de dar pena. «Simplemente las circunstancias se han dado así. Tal vez no haya que pensar el cierre de Casa Alfonso como un final, sino como el inicio de otra cosa diferente».