Miguel Bonet puede presumir de haber impulsado a la isla a mejorar en lo que a instalaciones de gas se refiere. Presume de haber contado siempre con unos trabajadores «natos» y confía en que las empresas sigan creciendo año tras año.

Gas Ibiza S.A. es una empresa familiar con casi 50 años de experiencia en el sector. Nació en 1970 cuando Miguel Bonet Torres, que se encargaba anteriormente de manera desinteresada de guardar el butano a los vecinos, fue nombrado Distribuidor Oficial de Butano S.A. extendiendo los servicios de reparto a domicilio en la mitad de la isla.
Gas Ibiza S.A. nació en 1970.

¿Cómo fue el inicio?

— Primero empecé a trabajar como constructor y después pasé a una tienda de electrodomésticos. En aquellos años había muchos problemas con los suministros de gas en Ibiza, que venían de transportes de Palma, cuando empezó el boom del turismo en Sant Antoni. Entonces había mucha falta de servicio, de asistencia y de suministro. En ese momento, un buen amigo mío me dijo que se podían mejorar estos servicios y yo me atreví.

¿De qué manera se podían mejorar?, ¿qué es lo que fallaba?
— Empecé en Sant Antoni cuando en Balears todavía no había distribuciones oficiales de gas. Me animé, fui de valiente y me quedé con la distribución de Sant Antoni, Sant Josep y media Eivissa. A partir de este momento, la circunstancia fue tan exitosa que luego el otro distribuidor que se tenía que hacer cargo de la otra parte de la isla desertó del programa y me dijeron que o me quedaba yo con todo o que quizás me quitaban la otra mitad.

Por la trayectoria de la empresa… optó por la primera opción.
— Hice de tripas corazón y el 2 de mayo del 72 cogí la isla completa de Ibiza. Desde ese momento empecé a luchar, a luchar, a luchar y, afortunadamente, tuvimos unos logros que no hubiéramos podido imaginar. Me salió tan bien que llegué a tener un servicio bastante bueno en la isla y montamos microdepósitos que no existían en ningún lugar de España con el objetivo de acercar el producto a la necesidad del usuario. Se puede decir que empecé a tener una especie de distribuidor ejemplar.

¿Se puede decir que usted dio un giro a la trayectoria que llevaba el suministro de gas en la isla?
— He sido pionero en sistemas de reparto por tratamiento de botellas con vehículos especiales y en servicios de atención. Cuando empezamos, la empresa que estaba no quería distribuidores que hicieran competencia a los demás vendedores de gas y parecía que nosotros hacíamos una competencia contra el resto, pero era al revés. Yo siempre he tenido la idea de, amén de ayudar a los demás, fomentar el producto que la empresa necesita para vender y aumentar su volumen. Así empezamos. Al principio éramos una docena de trabajadores, pero hoy por hoy llegamos a ser alrededor de 50. Lo que estoy es verdaderamente orgulloso de todo el apoyo que he tenido y no solamente por entidades públicas. He tenido trabajadores natos.

A su juicio, ¿Ibiza sufrió un cambio con vuestro servicio?
— Sí. Me acuerdo de dos tiempos. Uno, el gran auge de consumo y de clientes. Pasamos de 18.000 a 78.000. Hemos colaborado con programas escolares, de deporte y de todo tipo. Hemos ido a los colegios a enseñar a los niños cómo tenían que detectar una fuga de gas, cómo tenían que llamar a sus padres que tenían que revisar ciertos aparatos… Tuvimos otra época importante que fue la pérdida de clientes de gas a granel porque les salía más caro mantenerlo que montar una instalación de gas envasado, que era nuestra distribución, pero también vivimos lo contrario. Teníamos que recuperar esa clientela de gas a granel y yo me ofrecí.

¿Fue más difícil recuperar esa clientela de lo que imaginaba?
— En las asambleas que teníamos de distribuidores me decían que yo estaba en contra de mí porque pasaba de mi venta de gas envasado a venta de gas granel, del cual yo nunca he sido distribuidor, pero les decía que estaban equivocados. El sistema de suministro embotellado siempre ha sido un sistema muy costoso. Entonces no ha sido rentable nunca. Luego vino la época de las instalaciones de los usuarios. Yo he vivido en Ibiza cómo ciertas personas han fallecido por culpa de malas instalaciones de gas. Entonces, a través de la famosa tragedia de los Alfaques se crearon unas normativas concretas para las instalaciones, en especial de termos que se instalaban antes en cuartos de baño y provocaban intoxicaciones por inhalación de monóxido de carbono. El problema es que había pocos instaladores de gas en la isla y los instaladores se pensaban que ellos eran los que hacían todo el trabajo. Y yo dije que no al estar cansado de ver las injusticias que había y de ver certificaciones de gas mal hechas. Por ello, monté Industrias Ibicencas del Gas S.A. para dedicarla a las instalaciones y ayudar. Con esta empresa empecé a hacer cursillos de instaladores que me dieron un resultado positivo porque, entonces, era un factor más de apoyo a que aumentara también el consumo a través de vender buenas instalaciones.

Dos empresas dedicadas al gas en Ibiza, ¿cuánto creció el número de clientes?
— A día de hoy tendremos más de 100.000.

¿Cómo han ayudado con su servicio a los vecinos de la isla?
— Pienso que les hemos ofrecido una mejoría que, también hay que decir, es mejorable en todos los niveles. El servicio de suministro de gas no es ni una Telefónica ni una Iberia ni una Mediterránea. Nosotros vamos prácticamente a todos los domicilios de la isla. Somos una empresa que no solo depende de un sector. Somos una empresa de servicio, que hay muy pocas que puedan decir esto. Tenemos que atender a todos los sectores; suministramos a militares, deportistas, ayuntamientos… De hecho, la primera antorcha de la isla que se encendió durante toda una semana en el instituto Santa María lo hicimos nosotros. Me acuerdo de estar horas en frente de Can Ventosa mirando el fuego. No sabes cómo disfrutaban los estudiantes y atletas en aquellos años.

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Hablaba antes de competencia, ¿usted la ha sufrido?
— No me gusta la competencia con nadie, sino al revés. El apoyo a todos los demás y pensar que los que estamos trabajando en un sector no tenemos que pensar que somos los únicos que estamos en el mundo, sino que la unión hace la fuerza. En mi caso he tenido apoyo, mucho apoyo, también agradecimiento y también algunos pequeños disgustos, pero siempre superando el espíritu de fomentar la existencia de servicio de gas en la isla.

¿Recuerda cuál fue el mayor susto o inconveniente que se ha encontrado desde que empezó?
— El mayor susto real fue cuando un temporal casi hundió un barco que venía cargado de botellas de gas en el puerto de Ibiza. No nos quedamos sin suministro, pero hubiera podido ser una catástrofe fuerte. Aún así, recuerdo que la primera catástrofe fue en el año 77, concretamente el 7 de septiembre, cuando una inundación rompió las vallas de la factoría y en aquella época también se perdieron más de 2.000 botellas de butano en Ibiza.

¿Y la mayor satisfacción?
— Haber sabido mantener, no sé si de la mejor manera aunque sí que lo he intentado, una empresa, darle continuidad y poderme retirar con la esperanza de que sigamos con instalaciones y mantenimientos de gas. Y no solo de gas. Podemos presumir, quizás lo digo un poco optimista, de no ser solo instaladores de gas, también de gas natural.

¿Cómo afrontó la llegada del gas natural?
— El gas natural de Ibiza ha venido en la época cercana a mi jubilación, pero yo había deseado que el gas natural hubiera llegado antes porque los usuarios de Ibiza, como los del resto de España, tenían derecho a tener unas instalaciones, una posible diferencia sobre un servicio y a tener los mismos derechos que todo el mundo. No por ser isla no tenerlo.

-Por el hecho de que Ibiza sea una isla, ¿los procesos han sido más lentos?
— Siempre tenemos aquí la desgracia de que todo es más lento, pero hasta cierto punto, porque en turismo no hemos sido lentos. En instalaciones y en servicios de según qué tipo sí ha sido una isla más abandonada y más olvidada. Ponemos el ejemplo de Canarias y las ventajas que tiene sobre Balears son inmensas.

Hay muchas profesiones que requieren de un reciclaje constante para adaptarse a la actualidad, ¿es el caso de sus empresas?
— Efectivamente. Siempre he sido partidario de que todos, todos, todos los trabajos y sistemas se reciclen porque las tecnologías cambian. No hay que estar conformes con lo de hoy, hay que pensar para mañana. El espíritu de cambio tiene que seguir. Hay que promover cosas nuevas cada día y no quedarse sentado esperando a que lleguen los demás a cambiarlo.

Usted ha sido emprendedor y como tal, ¿qué consejos puede dar a todas aquellas personas que tengan miedo a apostar por su idea?
— Yo les diría que ser emprendedor hoy significa ser una persona con un espíritu real de voluntad, que no piense que él crea nada. Además, tiene que tener ilusión de superarse, mantener cosas… no somos inventores. Nunca inventa uno algo que los demás no sepan superar. Requiere mucho esfuerzo. Hay un eslogan que dice que en este mundo nada se inventa, sino que se reconstruye, se recicla o se aprovecha. Lo que está claro es que necesitamos mejor calidad, mejores servicios, mejores sistemas, mejor enseñanza, mejor de todo.

¿Ha tenido en algún momento miedo a que no funcionase su idea?
— Siempre he sido consecuente con lo que hacía. Han llegado a decirme que cómo yo sin nada podía llegar a los niveles a los que había llegado. Yo les decía que para ganar dinero no hay que tener dinero porque los que tienen dinero no necesitan ganar dinero. Los que tienen que ganar dinero son los que no lo tienen y el espíritu es ganarlo sin tenerlo y con cabeza.

Decía antes que ya se había jubilado, pero ¿es una empresa que se queda en la familia?
— Sí, ya tengo 76 años, pero me gustaría que la familia la supiera llevar más alto de lo que yo no he sabido. Vamos casi por la cuarta generación.

¿Sigue ayudando ahora en la empresa?
— No les ayudo porque creo que son ellos los que me tienen que ayudar a mí (se ríe). Me encanta cómo lo están haciendo y, además, lo poquito que yo he sabido hacer está a su disposición.

Su hija es quien está ahora al frente y se puede decir que el negocio lo ha ‘mamado’ desde pequeña.
— Yo siempre me he considerado butanera -dice su hija Mónica- Veo la ilusión que tiene para esto.