La casa museo se llenó ayer de visitantes con una fiesta payesa con comida, labores del campo y mercado. | Isaac Vaquer Ferrer

Los corderos, conejos y cabras de la especie autóctona de Ibiza era lo primero que llamaba la atención a las personas que se acercaron ayer al Trull de Ca n’Andreu, en Sant Carles. «¡Vamos a ver los canguros!», «Los conejos cariño», corregía sonriendo una madre a su hijo de unos tres años de edad. Y es que había muchas familias entre la gente que pasó por esta fiesta payesa, organizada por el Ayuntamiento de Santa Eulària en esta finca y museo etnológico de Sant Carles, con motivo de los actos por las fiestas de la localidad.

Fotos: Marcelo Sastre.

Sobre las 11.00 horas, Adela andaba de acá para allá terminando algunos preparativos para recibir a la gente. Es la mujer de Miquel de sa Rota, de la familia que era propietaria de esta casa con almazara que adquirió el ayuntamiento hace 3 años. Los visitantes tuvieron la oportunidad de viajar en el tiempo un siglo y ver las habitaciones, la bodega o la cocina de la casa, con multitud de utensilios del quehacer diario de una casa pagesa tradicional. «A la gente le extrañan mucho las sillas que hay, que son muy bajitas. Piensan que son sillas para niños, pero son así porque era más cómodo para trabajar», explica Adela como curiosidad que llama la atención a las personas que conciertan visitas a lo largo del año.

Mientras la gente recorre todos los recovecos de la finca, en una de las feixes tira un burro del arado. La gente muestra su asombro por el duro trabajo que suponía arar el campo y Adela les contesta que esto era el pan de cada día. Aunque Ca n’Andreu no era una casa rica, clarifica, no tenía apenas tierras y se dedicaban a la ganadería y a la aceituna. Las casas ricas en Ibiza eran las que tenían tierras y podían vivir del cultivo.

Fotos: Marcelo Sastre.

En la parte alta se distribuye la paja en la era. Junto al espacio cercado hay varios puestos de artesanía y una barra en la que se prepara una frita pagesa. «Dará para unas 50 personas», explica el cocinero, aunque se espera repartirla entre cerca de un centenar.

En uno de los puestos, Pep d’en Xauet muestra instrumentos tradicionales de la isla y garrotes hechos por él. Con casi 80 años, esta actividad es para él simplemente una afición. Toca la xeremia para enseñarle su sonido un señor francés y su hija, que le escuchan atentamente.

Fotos: Marcelo Sastre.

Luciano y Elizabeth también tienen un puesto de artesanía de objetos de madera y piedra. Él está aprendiendo de Pep la construcción de las xeremies y las castanyoles. Las primeras muy complicadas de afinar, las segundas tremendamente trabajosas por la necesidad de hacerlas a mano con el aixol.

El pequeño mercadillo era un añadido para esta muestra de la vida tradicional en el campo. Fiesta, sí, aunque no como las que se hacían entre la pagesia ibicenca. En una fiesta uno no trabaja el campo. Pero hoy en día lo podemos ver y disfrutar.