El enfermero Carlos Tur.

Empezó a hacer prácticas en una farmacia ibicenca cuando volvía a su casa en vacaciones y al acabar la carrera estuvo en trabajando en Formentera; pero la mayor parte de su carrera profesional ha transcurrido en Barcelona, primero en Vall d’Hebron, después cuatro años en el turno de noche en el Hospital Clínico de Barcelona y en Sant Joan de Déu, «donde estuve muy cómodo trabajando, el trato humano se tiene muy en cuenta», comenta. En mayo regreso a Ibiza pero durante el año antes estuvo en el Germans Trias i Pujol de Badalona, en Cuidados Intensivos, Urgencias y la UCI cardiaca, una experiencia de la que conserva un grato recuerdo.

Vaya cambio después de doce años trabajando en grandes hospitales de Barcelona y se viene a Ibiza.
—Sí, ya sabía a lo que venía, el tipo de asistencia no es tan especializada, no tiene todas las especialidades médicas, era consciente de que no iba a tenerlo aquí.

Habla maravillas de su último trabajo en el Germans Trias i Pujol, pero aún así lo dejo.
—Era interino y lo dejé profesionalmente, era lo que más me gustaba. Uno de los motivos para venirme era que la familia tira mucho y estaba también el tema del alquiler. Vivía en el centro de Barcelona, en la zona del mercado de San Antonio, me he tragado cinco años de obras de remodelación del barrio que se revaloriza. El contrato se me acababa en noviembre y ya me dijeron que subía un 30% el precio del alquiler. Vivía cómodamente, pero al día y no me daba para ahorrar.

Pues aquí también hay muchos problemas con el tema del alquiler.
—Sí, pero tengo la suerte de que mis padres supieron invertir y me han dejado un apartamento en Santa Eulària. Me planteé si me metía en una hipoteca en Barcelona o me venía a Ibiza a hacer una reforma y me olvidaba de jaleos de alquileres y de hipotecas. Estoy aquí al lado de mi familia. Podría haberme quedado en Barcelona si no hubiera sido por el motivo económico.

En Can Misses trabaja en la Unidad de Seguridad del Paciente (USP), nada que ver con su anterior trabajo, en UCI y en Urgencias.
—Es un cambio, no tienes contacto con el paciente pero a través de la USP puedes hacer una incidencia sobre la seguridad de los pacientes, que puede pasar desapercibida por el personal por la propia carga asistencial que tienen. A lo mejor, esta visión de la enfermería no la ha tenido nunca pero es necesaria.

¿Qué le está aportando esta nueva etapa profesional?
—Me está costando adaptarme, estoy en una isla después de vivir en una gran ciudad donde estaba cómodamente instalado. Vivir en una isla, rodeado de agua, tiene más limitaciones pero con los descuentos de residente me voy a Barcelona a ver a mis amigos; poco a poco. En el tema laboral ha sido un choque frontal, por mi propio interés de meterme en algo en lo que no había tenido la oportunidad de estar; verme yo dentro de la gestión y sin contacto físico con los paciente. Para mí la enfermería es algo vocacional.

Tenía muy claro desde siempre que lo suyo era la Enfermería.
—Iba a estudiar Odontología, pero gracias a Dios no lo hice. Cuando descubrí la enfermería, me motivó mucho. Siempre me ha gustado mucho cuidar de la gente, me ha interesado la salud, las enfermedades o las complicaciones.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia en el mundo sanitario?
—Mi mejor experiencia ha sido en el Clínico de Barcelona, un hospital muy competente. Recuerdo que fue con los trasplantes de corazón. Lloré cuando vi al paciente receptor que venía muy emocionado con su mujer para recibir un corazón y le iba a dar la posibilidad de vivir diez años cómodamente, sin necesidad de estar reingresando por su patología y mejorar su calidad de vida. Dio la casualidad de que salió un corazón para él y lo recibí yo en la UCI Coronaria. Fue muy emotivo el proceso. Estas cirugías son muy complejas, salió bien la operación y no hubo rechazo. Al día siguiente fui a ver al paciente y podías interactuar con él; esa sensación me produjo un bienestar. Pensé entonces en todo lo que se hace en la sanidad pública y lo poco que está valorado por la sociedad. Es imposible plantear este tipo de cirugías en el ámbito privado por el gasto y la coordinación que necesita. El tema del corazón siempre me ha gustado y cuando me ofrecieron entrar en una unidad de cuidados críticos de pacientes cardiacos ni me lo pensé.

También se habrá encontrado con experiencias desagradables.
—Con pacientes jóvenes y las que están en estado de gestación en el que ha habido complicaciones; esas situaciones me han generado más estrés, no sólo por el trabajo sino el estrés emocional, ves que hay dos vidas en manos de profesionales. Es difícil la gestión emocional de esos casos.

Lleva casi seis meses en la USP, viendo la enfermería desde otro punto de vista ¿Seguirá allí o le gustaría cambiar?
—Me gustaría cambiar. Soy muy asistencial, pero tengo que darme un tiempo para poder ofrecer algo bonito para la USP. Todo es una experiencia en esta vida, considero que soy una persona y un profesional que está de paso por la sanidad, lo que más me llena es ofrecer lo mejor de mí, dormir tranquilamente porque he obrado bien; puede parecer eclesiástico pero cuando tienes la conciencia tranquila es que consideras que has obrado bien.

¿A qué se refiere a que está de paso por la sanidad?
—Vengo de unos hospitales en los que la enfermería ha sido muy competitiva. El tema de las titulitis ha pasado factura en la sanidad pública y te condicionan de alguna manera, te obligan a comprarte tu plaza, en el sentido de que necesitas un master o un posgrado para desempeñar determinadas funciones. No veo las competencias de una persona en base a unos títulos sino por su capacitación. La enfermería necesita mucha vocación para salir adelante. Aquí vengo a ofrecer lo mejor, a atender como me gustaría que lo hicieran conmigo, que el personal se presente, que se identifique, que me dijeran lo que van a hacer, cuál va a ser el objetivo terapéutico y yo quedarme tranquilo, todo coordinado para recibir una atención adecuada bajo unos mínimos de calidad, que está muy relacionada con la seguridad del paciente.

¿Tendrá en Can Misses esa oportunidad?
—Tendré la oportunidad de ofrecer una visión, a lo mejor, más objetiva de la seguridad y de los procesos asistenciales., Hay muchos profesionales que vienen de fuera y hay mucho compañerismo pero, quizás por la presión asistencial, hay cosas que se dejan de lado. Yo no vengo a ponerme medallas, como hacen algunos profesionales de la sanidad que parece que están para decir lo bien que lo hacen y egoístamente no reconocen sus errores. Si yo no veo las cosas claras no me cuesta decirlo.

¿Esa sinceridad le ha acarreado algún problema?
—Sí, muchos problemas. La medicina tradicional ha sido muy paternalista. Los conocimientos los tiene el facultativo, pero el derecho a decidir sobre la salud la tiene el paciente, no el médico y eso, a veces, cuesta hacerle entender a la parte facultativa. Son ellos los que tienen que trabajar interdisciplinariamente para resolver el problema de salud y preocuparse de buscar un momento al día, durante la atención sanitaria, para reunirse con los grupos profesionales para resolver el problema. La medicina y la enfermería están cada vez más especializadas; eso tiene sus virtudes y defectos. Es bueno para las patologías tener personal especializado pero eso obliga abordarlo interdisciplinariamente y, quizás, las relaciones interpersonales son la mayor barrera que tienen. Necesitas de la colaboración de otros especialistas para abordar la enfermedad.