La médico María Tresserra.

Ha desarrollado casi toda su carrera profesional en Atención Primaria y, cuando ya estaba en las puertas de la jubilación, le ofrecieron ser la primera médico emérito de Atención Primaria en el Área de Salud, donde está en la Unidad de Cronicidad. En 1977 dejó Barcelona y se trasladó a Ibiza para trabajar. Empezó en Urgencias y después fue una de las profesionales que inauguró el centro de salud de Can Misses, ahora en Vila hasta que se haga la reforma del edificio J.

Usted empezó a estudiar para investigación pero luego cambió ¿Cómo fue eso?
—Empecé a estudiar Ciencias Básicas de la Salud, que era para investigar, y después del primer curso, afortunadamente, dije que iba a hacer Medicina. Acerté porque me gusta más el contacto humano, trabajar con gente, que estar en un laboratorio.

¿Cómo fue venir a Ibiza?
—Tenía una amiga que trabajaba aquí, buscaban gente, me ofreció alojamiento y me vine. Era en el antiguo hospital donde está hoy Comisaría y estuve diez años.

¿Cómo recuerda su primer día de trabajo en Ibiza?
—Mi primer trabajo en Ibiza fue en Urgencias y después recuerdo que estuve en la consulta de Endocrinología porque no encontraban a nadie. Eran consultas cortas, de dos horas. Hacía estas consultas y guardias. No era muy corriente ver a mujeres y tan jóvenes y me acuerdo de frases que preguntaban ’quan entra es metge?’, había unas auxiliares estupendas que contestaban ‘però no veu que és sa doctora’.

Tras su jubilación fue nombrado médico emérito del Ibsalut, la primera de Ibiza.
—Sí, esta situación me permite trabajar aportando mis conocimientos a pesar de estar jubilada. Soy la primera de Ibiza, somos muy pocos y, además, estoy muy orgullosa porque soy el primer médico emérito de Primaria. Normalmente, el hospital tiene como más prestigio y yo soy emérita a pesar de venir de la Primaria.

Pero usted tiene mucha experiencia para aportar a las nuevas generaciones de médicos.
—Espero que sí. Una de las cosas a las que me he dedicado es a la docencia. He sido la responsable de docencia y formación continuada en el centro de salud de Can Misses. La formación de nuevos médicos siempre me ha gustado, me ha motivado, se aprende mucho enseñando.

¿Qué le ha aportado esa etapa de formación?
—Para poder enseñar te ves más obligado a seguir formándote porque estas bajo la lupa; la gente joven sabe otras cosas y cuando estas en contacto con gente aprendes, cuando enseñas aprendes.

Pero la experiencia es un grado.
—Sí, pero siempre que sigas formándote y que te guste.

¿Pensaba cuando se iba a jubilar que se reengancharía en el mundo sanitario? ¿Se lo había planteado?
—No mucho. De hecho, estaba muy preparada para jubilarme y estaba bien. Por otro lado, me apetecía seguir dando cursos de comunicación que es lo que hacemos con otros compañeros, como María Martín Rabadán, y lo consulté. Me dijeron que no, pero si haría falta para el Plan de Cronicidad y lo acepté.

¿Qué tal esta experiencia? ¿Le gusta?
—Sí, es una necesidad. La población ha cambiado y lo hará más. Tenemos que estar preparados para dar una respuesta a esta nueva situación en la que cada vez hay más personas mayores, enfermas y frágiles.

¿Está preparado el personal sanitario para hacer frente a ese cambio?
—Sí lo está, pero hay que tener otra mirada. Los médicos trabajamos con lo que se ha demostrado que es útil y eficaz; antes de poner en marcha un medicamento o un protocolo se ha tenido que demostrar científicamente que es efectivo. Para esta nueva población de personas tan mayores y enfermas no hay estudios, porque no existían antes, y no se si van a hacer muchos porque tal vez no interesa a las industrias farmacéuticas porque aunque consumen, a lo mejor, se demostraría que no necesitan tantos medicamentos.

El peso de la industria farmacéutica sigue siendo muy grande.
—Todo el mundo se ha encontrado con esta situación que es nueva y ya veremos cómo responde la industria farmacéutica y el sistema sanitario, pero no queda más remedio que hacerlo bien, primero tienes que satisfacer las necesidades del paciente y de su familia y hacer sostenible el sistema sanitario porque en esta etapa de la vida es donde se produce el mayor gasto y ha de ser útil y necesario.

¿Por su experiencia, ese gasto es útil y necesario?
—No siempre. A veces hacemos intervenciones, exploraciones y tratamientos que no aportan nada nuevo, no hay más calidad de vida y en estos pacientes tan frágiles les cansa mucho venir al hospital a hacerse pruebas.

Veo por lo que cuenta que se pone mucho en la piel del paciente.
—Sí, una de las cosas que aprendí en la subespecialidad de comunicación que tengo es estar centrado en el paciente y ahí está una buena comunicación, el respeto y la confianza. Si no trabajas en la necesidad del paciente, no se va por buen camino.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia en el mundo sanitario?
—Mi mejor experiencia es el día a día con los pacientes, la gratitud, la confianza y ver que has acertado, que las cosas van bien. Recuerdo también en los años 80 que formamos un grupo antisida en Ibiza donde estaba Pep Balanzat, Maria Udina, Antonio Tizón y Cristina Molina, entre otros.

¿Y la peor?
—Una de las cosas que más desgasta es la falta de tiempo, que no llegas y no puedes hacer lo que te gustaría y que, a pesar de todo, hay desenlaces que no deseas.

¿Le agobiaba la falta de tiempo para atender a sus pacientes?
—Sí, siempre utilizaba más tiempo, acababa más tarde y tenía retrasos. Los médicos deben disponer del tiempo suficiente porque los retrasos al acabar tarde tienen mucho desgaste.

¿Dónde va a incidir ahora en el Plan de Cronicidad?
—El plan pretende identificar a las personas más vulnerables, más enfermas y lo que pueden necesitar, que estén bien valoradas y que permanezcan en su domicilio el mayor tiempo posible y para eso se cuenta con Atención Primaria, que trabaja bien pero necesita más medios, con Cuidados Paliativos excelentes y con una Unidad de Hospitalización a Domicilio, muy bien valorada pero necesita medios. También hay que cambiar la mirada, la forma de ver las cosas, sus necesidades que no son las mismas que los más jóvenes y también hace falta mucha coordinación entre los diferentes profesionales que atienden a estos pacientes, que tienen muchas enfermedades, pendientes de muchas pruebas y visitas.

Volviendo a sus orígenes, nació en Praga y a los doce años se trasladó a Barcelona. ¿Sigue vinculada a la República Checa?
—Sí, viajo regularmente allí, tengo amigos. Tengo tres sitios importantes en mi vida: Praga, Barcelona e Ibiza. Mi corazón está con los tres.

¿Se ha planteado volver a Praga?
—No, estoy afincada en Ibiza. Estoy bien aquí pero me gusta visitar ciudades.