El artista ibicenco Moi Berlanga en una imagen promocional junto a una de sus obras.

El artista Moi Berlanga (Ibiza, 1977) lleva tiempo instalado en la ciudad norteamericana de Miami. Allí, se ha abierto camino y se ha convertido en un artista muy reconocido que acaba de ser seleccionado para participar en una exposición colectiva con pintores de todo el mundo en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Antes, Berlanga, que había sentido la llamada del arte desde pequeño, fue uno de los pioneros en publicar sus imágenes en Instagram, lo que le abrió las puertas y las casas de personalidades de todo el mundo como Oscar Jaenada, Nacho Cano, Ricardo Darín, Jordi Mollà, Lucas Vidal, Alex González, Antonio Hidalgo, Rubén Tejerina o la familia Rahola Matutes. Además, y por si eso fuera poco, actualmente es director artístico y de ambiente de la cadena de restaurantes TATEL en Madrid y en Ibiza.

—¿Cómo acabó en Estados Unidos?
—En 2012. Gracias al músico Nacho Cano que por entonces vivía en Miami. Él fue el que me dijo que alguien como yo me tenía que medir con América. Me presentó a empresarios que me contrataron y solicitaron mi visa de trabajo.

—¿Qué hace realmente allí?
—Pinto y presento mi última colección en mi propio espacio en el barrio de Wynwood, en el Art distric de Miami. Además, allí tengo dos murales enormes junto a artistas del nivel de Kobra o Tomoka Zumatsuyama.

—¿Cómo surgió el colaborar en la exposición colectiva de Naciones Unidas?
—Gracias a que un amigo subió a Instagram un vídeo de mis obras en la inauguración de mi galería. Un miembro de la Fundación Scholas le gustó mi obra y me propuso colaborar con esta idea del Papa Francisco para crear escuelas. Es genial. Me pidieron ir a la sede de Naciones Unidas en Nueva York y allí presenté mi obra junto a grandes pintores como Mr.Brainwash o Alec Monopoly. Además, en marzo el Papa Francisco nos va a recibir en el Vaticano.

—¿Cómo es su día a día en Estados Unidos?
—Pinto en mi estudio y disfruto del lifestyle de Miami y de mis amigos haciendo deporte. Trato de estar lo mas feliz y libre posible para crear cosas buenas.

—¿Viaja mucho o tiene su sede allí?
—Miami es mi sede dos meses al año, desde el 15 de octubre al 15 de diciembre ya que es cuando se celebra Art Basel, la feria mas importante de arte de EEUU. Además, en torno a ella hay cerca de 20 ferias más, galerías y pequeños shows. Es magnífico porque todo Miami es una galería durante una semana llegando miles de compradores de todo el mundo. Y ahí hay que estar sí o sí.

—¿En Estados Unidos el nombre de los artistas españoles es reconocido o cuesta abrirse camino?
—La nacionalidad no te abre puertas, solo tu talento, tu actitud y tus contactos. Pero ser de Ibiza crea simpatía.

—¿Es la tierra de las oportunidades?
—Es un continente enorme y se multiplica todo, tanto las oportunidades como las dificultades. Es un país que en su ADN lleva miles de inmigrantes que llegan cargados de sueños que con trabajo duro se pueden lograr. A los americanos les hace mucha gracia una definición que creé sobre el sueño americano. «Estás todo el día con sueño porque trabajas tanto que casi ni duermes». [Risas]

—¿Ha cambiado su forma de entender el arte y plasmarlo desde que vive allí?
—Totalmente. El viajar y conocer te da herramientas y comprensión para pensar de una manera mas global. Yo pinto con un estilo muy personal, pero pensando en la gente. Y estas experiencias se reflejan en mi evolución.

—¿Cómo se define como artista? Es pintor, muralista... ¿Es lo mismo?
—Yo defino a mi estilo como Moiseimo porque es personal y difícil de encasillar. Es una pintura alegre, colorida y sanadora. Me considero un artista que pinta, y aunque tenga murales en el barrio mas codiciado por los muralistas, no lo soy. Sólo plasmo mis obras en la pared de vez en cuando. Tengo un gran respeto por ellos.

—Comenzó en la pintura siendo pequeño, pero se dió a conocer en Instagram hace años. ¿Se considera un pionero?
—Me considero un trabajador y alguien que se escucha a sí mismo. Me tomo el arte con la misma seriedad que otros trabajos que hice antes. Empecé como cualquier niño pintando en casa, pero después de un tiempo recuperé esa sensación. La sentí y la hice caso.

—Asegura que el arte pueden mejorar nuestra calidad de vida, ¿por qué?
—Como artista puedo fallar 99 veces, pero si acierto una sola tendré los corazones de las personas que se enamoren de mis obras. La libertad con la que se expresa un artista puede contagiar el día a día de una persona y ayudarla. Igual que una canción puede cambiar un estado de animo, una flaminga jugando al golf con otra flaminga puede alegrar una mañana.

—Asegura que se guía por la sensación de sonreír y no criticar. ¿Eso es posible hoy en día?
—La clave del éxito es sonreír, trabajar y no criticar. Sonreír te abre puertas y genera buen ambiente y sin trabajo no hay futuro. Es el vehículo a tus objetivos y sueños. Y no criticar es muy difícil y yo no lo he conseguido del todo. A veces caigo y critico a quienes agreden.

—¿Que le diría a la gente que el arte es demasiado caro en comparación a otras cosas?
—No les diría nada. No trato de defender lo que hago. Simplemente intento sumar los mayores momentos de mi vida haciendo lo que me apasiona. Por eso nunca pongo precios en mis exposiciones. El precio desgraciadamente depende de los intermediarios, de tu experiencia, de dónde has expuesto o de quién te ha comprado obra. Son muchas variables que nada tienen que ver con el talento o el cuadro.

—El que tantos famosos le hayan comprado su obra, ¿cómo lo lleva?
—[Risas]. Genial. Una vez el actor Jordi Mollà y el genial pintor Salustiano García me dijeron que vender un cuadro es un milagro y vender a precios desorbitados, ciencia ficción. Y cuando sucede le restas la comisión de la galería, que suele ser un 50%, los sueldos de tu equipo, los precios desorbitados de los materiales, los billetes internacionales, los alojamientos en las ferias... así que piensa lo que te queda. [Risas].

—¿Hay que estar muy loco para ser pintor?
—Un poco [Risas]. Menos mal que hay un tanto por ciento de personas que valoran esa locura. Y ellos son mi gasolina.