Fernando Ribas, que posa en su consulta, dice que desde que empezó a hablar ya decía que quería ser veterinario. | Irene Arango

Aunque dice ser una persona más aficionada a los gatos que a los perros, Fernando Ribas, como todo buen veterinario, es un amante de los animales en general. Desde que empezó a hablar, sus padres ya le oían decir que quería dedicarse a la veterinaria. Hoy, con más de 25 años de carrera profesional, dirige la Clínica veterinaria San Jorge. Un centro que empezó siendo una pequeña consulta y que ahora tiene dos quirófanos, varias salas para animales en observación, sala de análisis y toda clase de equipo para la atención de mascotas. Ribas cuenta que en los 21 años que lleva su negocio abierto en Ibiza ha atendido a todo tipo de animales, desde reptiles a leones pasando por tucanes o canguros. Animales exóticos que a veces venían con los circos, pero que en muchos casos se tienen como mascotas en la isla, no siempre del modo más adecuado.

¿Cómo acaba dedicándose a la veterinaria?
— Mi padre era ibicenco. Él emigró a Venezuela y nací allí, en Caracas. Siempre me había gustado mucho venir a Ibiza, y cuando estábamos allí, desde que tenía tres años ellos me contaban yo decía que quería ser veterinario. Lo tenía clarísimo. De hecho cuando llegó el momento de entrar en la universidad mis padres me intentaron convencer de que no hiciera veterinaria. Mi padre era constructor, tenía una empresa, y me decía: ‘hijo mío, si tú te dedicas a esto ya lo tienes montado. Simplemente tienes que seguir y ya’. Mi madre me decía: ‘Veterinario… puedes ser médico’. El prestigio social del veterinario no estaba muy bien, y más en Caracas. Los médicos están muy bien vistos. Pero nada, veterinario. Me vine a España en el 87 a estudiar veterinaria, acabé en el 92 y desde entonces llevo trabajando como veterinario y no me puedo quejar. Me ha ido bien. Y ellos llegaron a reconocer que no me equivoqué.

Después de terminar veterinaria, ¿cómo empieza su carrera y cómo acaba en Ibiza?
— Empecé haciendo prácticas, buscándome la vida. Actualmente las facultades han mejorado muchísimo. La regulación de la Unión Europea permite que los que egresan, aunque no tengan ni idea, salgan muchísimo más preparados que nosotros porque han tenido muchas prácticas y han tenido clínica. Cuando yo terminé en el 92 nosotros prácticamente no habíamos tocado animal. No sabíamos casi ni como poner un inyección. Ellos salen mucho más preparados. Tienen que ordenar cosas en la cabeza pero salen más preparados. Nosotros teníamos que buscarnos la vida. Pedirle una práctica a no se quién, a lo mejor te decían que a las 5 de la mañana había tal cosa y entonces a las 5 de la mañana te ibas para allá. Que nos dejaban ver una cirugía hasta las 12 de la noche, pues hasta las 12 de la noche que nos quedábamos. Hacíamos contratos de becario cuando los había, cuando se pagaban, pero echabas muchísimas horas para aprender, para motivarte, para saber, y poquito a poco adquirir conocimiento para empezar. Estuve un año en Madrid, luego trabajé otros dos años en una clínica en Ibiza, y en el 97 monté la clínica aquí.

¿Cómo fueron esos inicios?
— El ser autónomo y ser empresario es muy difícil. Es muy sacrificado y es muy duro. Pero por lo menos puedo hacer lo que yo quiero y tomar mis propias decisiones. Me puedo equivocar o no, pero puedo tomar un camino. Cuando trabajas para otro tienes que seguir su camino. Compramos un local en este edificio. Un local pequeño, eran 80 metros en este caso. Hicimos una consulta. Pasaba consultas yo, hacía cirugías yo, a veces venía algún amigo a ayudarme en alguna cirugía. A veces me ayudaba mi padre. Como las cosas fueron yendo bien, al poco tiempo contraté a un auxiliar. Como siguieron yendo bien, al poco contraté a otro veterinario, y bueno, ahora somos 16 en plantilla.

¿Cómo es el día a día en la clínica?
— Te cuento mi día a día. Es llegar por la mañana, paso ronda, veo como están los internados, pauto medicaciones, si tengo quirófano entro a quirófano hasta las 14:00. En ese tiempo atiendo a los internados, paso consultas cuando hay alguna fuera de hora. Por la tarde, desde las 16 hasta las 21, cada 15 minutos una consulta. Ese es mi día a día. Yo suelo hacer dos o tres cirugías por día. En la clínica se hacen entre nueve y diez cirugías por día. No te lo puedo asegurar, pero paso de media unas 25 consultas por día.

Y además de las consultas diarias, hacen urgencias, ¿verdad?
— Sí, somos seis veterinarios, hacemos rotaciones de urgencias. No hay nadie por la noche. Abrimos de 9 a 21, pero no estamos 24 horas aquí, es por móvil. Cuando llaman por teléfono venimos. Esta noche no, la anterior, me tocó estar aquí a la 1 a las 3 y a las 5.

¿Cuáles son las urgencias más habituales que se encuentran?
— En verano atropellos, intoxicaciones, mordeduras… accidentes. En invierno un poco de todo. Una que hice antes de ayer era un animal que se había comido un veneno de rata que habían tirado a la basura, la otra fue otro perro que había estado por la playa paseando, cuando volvió estaba muy cansado y se comió un poco de hachís, porque venía colocado…

¿Las intoxicaciones por drogas son habituales?
— Pasa mucho, no te puedes imaginar la cantidad de intoxicaciones por marihuana o por hachís que nos llegan. Algunos porque se olvidan la piedra de hachís y se la come el perro, y luego hay mucha cultura de marihuana al norte de la isla. Se hacen bizcochos de marihuana, galletitas de marihuana... les salen muy buenos y el perro se sube a la mesa para cogerlos.

¿Les influye la estacionalidad turística en este negocio?
— Trabajamos mucho todo el año. Lo que sí se diferencia es el tipo de cliente que viene del verano al invierno. Nosotros no vivimos del turista, pero sí de la gente que trabaja para el turismo. Aquí en el mes de abril o mayo llega la gente que trabaja en temporada, y el que echa la temporada viene con su perro porque están aquí cuatro o cinco meses. Traen al perro y estos son los que acuden a nosotros en verano. La gente de Ibiza desaparece durante el verano y vuelve a aparecer, a menos que tenga una urgencia, a partir del mes de septiembre u octubre. Además es curioso y bastante característico el tipo de cliente. Los que trabajan por la noche suelen ser gente de entre 20 y 30 años, parejas, que tienen perros de tipo Jack Russel, Pitbull, Staffordshire o perros miniatura. Los que trabajan para hoteles suelen tener perros pequeños: chihuahua, yorkshire o mestizos pequeñitos.

¿Influye el tipo de persona, su trabajo y la mascota que tiene?
— Sí, supongo que por el tipo de vida. Nosotros vemos muchísimos Bully, muchísimos Stafford, mucho Pitbull, Bulldog francés... perros de moda que trae la gente que viene a trabajar en el ocio nocturno.

¿Cuál es el animal más extraño que le ha tocado atender?
— He atendido de todo: osos, cocodrilos, avestruces, leones cuando venían los circos, tortugas, todo tipo de reptiles, tucanes, cerdos… no te podría decir cuál es el más raro, pero con el que más miedo pasé fue con el cocodrilo.

¿Qué le pasó con el cocodrilo?
— El dueño del cocodrilo quería que le amputara un dedo sin anestesia. Le había mordido otro cocodrilo y tenía el dedo infectado. Y me decía: ‘Yo te lo sujeto y tu se lo cortas’ (ríe) y era un pedazo de cocodrilo. ¡Ah bueno! Y canguros. Había un alemán que tenía yendo hacia sa Cala una casa con terreno en el que tenía tucanes y otros pájaros, y tenía cinco ualabis, una especie pequeña de canguros. Y aquello era un desastre. No era posible tocarlos. Cogieron una neumonía y había que medicarlos. Entonces íbamos con una red de voleibol, cuatro personas, corriendo por el campo para atrapar al canguro, y el canguro se estresaba, empezaba a dar botes… Yo creo que el canguro es el más raro que he visto. Al final se los llevaron a Palma. No sé que pasó luego con ellos, pero ese señor vio que aquello era inviable.

¿Tratan animales de granja?
— Sí, tenemos compañeros expertos en caballos y en rumiantes, pero también atendemos cerdos, vacas, gallinas y lo que haga falta.

¿En qué cambia el trabajo?
— Tratamos a perros y gatos como si fueran personas, y les intentamos aplicar los mismos tratamientos que se aplicarían en un hospital. Al animal de granja se valora económicamente si ese tratamiento, ese nivel de tiempo y de interés, compensa lo que vale el animal. El cerdo de matanzas es importante porque tiene que llegar a diciembre, pero la oveja, que vale 50 euros, la mayoría de las veces no compensa hacerles tratamiento. Y te aseguro que tienen hepatitis, hernias y diabetes. Pero un granjero no les tratará la diabetes.

¿Qué proyectos de futuro tienen?
— Hace dos años ampliamos instalaciones y les dimos esta apariencia de colores y distribución. A nivel de equipación creo que no podemos crecer más a no ser que el del local de al lado se vaya. Mi siguiente proyecto es abrir un 24 horas. Creo que podríamos abrir 24 horas. Pero el problema que tenemos es que no hay gente para trabajar. El mismo problema que tienen los hospitales, los policías o los funcionarios, lo tenemos los veterinarios. Es muy difícil encontrar una plantilla estable suficientemente grande para organizar un turno de rotación y abrir un 24 horas. Eso es lo que más me ha frenado hasta ahora para hacerlo. Habría mercado, pero hasta que no tenga una plantilla asentada con confianza y con la que pueda cubrir bajas, no voy a abrirlo para tener problemas.

Entonces, ¿no hay veterinarios para cubrir la demanda de la isla?
— Los que estamos aquí trabajamos y hay mucho trabajo para todos. Y es muy complicado traer a alguien de fuera por el tema de la vivienda. Ese es el problema fundamental. ¿Cuánto le tienes que pagar a un recién graduado para que venga aquí a buscar casa por la que tal vez pague 800 euros al mes? Además alguien que no te va a producir lo que le estás pagando. Además para salir de la isla tienes que coger un avión o un barco. Todo se encarece mucho y en la península pueden volver más fácilmente a casa o directamente vivir en casa. Todo es más económico. Así que las clínicas veterinarias en Ibiza tenemos problemas para cubrir plaza de veterinarios. Auxiliares y recepcionistas hay más, pero ¿titulados de veterinaria? Encontrarlos es un problema tremendo.

Tienen, también, una sala donde atienden gatos callejeros. ¿Los cogen ustedes? ¿Os los traen? ¿Colaboran con protectoras de animales de aquí?
— Nosotros llevamos el servicio veterinario para el centro de atención animal de sa Coma en materia de perros. El tema de los perros abandonados está más o menos controlado. Entre sa Coma, can Dog y la Fundación Gossos, que es el nuevo refugio de animales que abrieron en Montecristo, tiene a los perros más o menos controlados. El problema son los gatos. Por como es el gato. El paso que se ha dado para autorizar las colonias felinas, viene de la dificultad que existe para tener encerrado a un gato. A los gatos no los puedes tener en jaulas, ni tampoco puedes tenerlos juntos, porque se pelearían entre ellos, vendrían las epidemias y tendríamos contagios continuos. La forma de tratar a las colonias de gatos no tiene que ser llevarlos a un recinto. A veces se hace, pero cuando tienes a los gatos enjaulados y viene una enfermedad, no la quitas. Entonces se opta por dejarlos donde están y tenerlos sanos. Es el proyecto “captura, esteriliza, libera”. Es una manera adecuada de trabajar. Se intenta esterilizar a todos los gatos para tener la población más o menos estable y se evitan atropellos, epidemias y los problemas de sobrepoblación.