Los Reyes Magos desembarcaron pasadas las 18.30 horas en la estación marítima de Sant Antoni. | Marcelo Sastre

Cientos de personas abarrotaron ayer el centro de Sant Antoni para ver la llegada de Sus Majestades de Oriente. Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron en barco, junto a sus numerosos pajes, a las 18.30 horas a la estación marítima del municipio para montarse en sus respectivas carrozas, este año decoradas con iluminación de fibra óptica para que se pudiesen ver desde cualquier sitio.

Allí les esperaban las jóvenes bailarinas que les acompañaron durante todo el recorrido, al igual que la veintena de músicos que alegraron el pasacalles. Como viene siendo habitual, los Reyes Magos pasaron por el Passeig de la Mar y el de ses Fonts y subieron por el carrer Ample, este tramo lo hicieron andando, para llegar a la iglesia de Sant Antoni. Antes de entrar no dudaron en regalar sonrisas y algún que otro regalo a los cientos de niños que no podían creerse tener a los Magos de Oriente a escasos centímetros; tampoco faltaron las fotos de aquellos que no quisieron pasar por alto ese momento.

Pasadas las 19.30 horas entraron en la iglesia donde se hizo la tradicional ofrenda al Niño Jesús. Allí, Sus Majestades fueron recibidos por el párraco y recibieron, también, el cariño de una iglesia abarrotada de gente que no empezó a vaciarse hasta que terminó la entrega del oro, el incienso y la mirra. Finalizado el acto religioso, Sus Majestades de Oriente se dirigieron a la carpa del Passeig de ses Fonts para escuchar los deseos que los más pequeños ya les habían mandado por carta días atrás.

La ilusión nunca falta
Sin duda, los más pequeños fueron los protagonistas indiscutibles de la tarde del 5 de enero. En sus ojos brillaba la ilusión de quien lleva esperando un año a que se repita la cabalgata; un año de espera para poder decirle a su Rey favorito lo que quiere que le regale. Aún así, ni siquiera los nervios por ver a Melchor, Gaspar y Baltasar ni el frío que hizo les quitaron las ganas de tirarse al suelo para recoger caramelos.

Muchos niños tienen experiencia y ayer lo demostraron al salir a las calles del municipio con bolsas que llenaron en un abrir y cerrar de ojos. «El año pasado me los metía en los bolsillos, pero no me cabían tantos», dijo Jaime, un ‘peque’ de 7 años que llevaba una pequeña bolsa a rebosar de estos. «Para mí es más fácil porque, otros años, tenía que ir corriendo tras mi hija porque me iba dando todo lo que cogía», contó la madre de la pequeña Sofía.

Con bolsa o sin ella, con más o menos caramelos en los bolsillos, todos los niños coincidieron en lo mismo: «Nos hemos portado bien este año». Esta frase fue una de las más repetidas cuando les preguntaban qué habían pedido a Sus Majestades y sus padres les avisaban de que si se habían portado mal les traerían carbón. Nico, un niño de 6 años, fue sincero y reconoció que podía haberlo hecho mejor durante 2018. «A veces he enfadado a mi padre, pero me ha perdonado así que me pueden traer carbón, pero también regalos», dijo al tiempo que recordó que «el juego de la PlayStation es lo que más quiero».

Tras el subidón de adrenalina que vivieron tanto adultos como niños ayer en lo que fue una cabalgata multitudinaria en Sant Antoni, todos se fueron a sus casas para ultimar los preparativos. «Tenemos la tradición de poner un zapato de cada uno, donde luego dejan los regalos para que no nos liemos, y también ponemos un poco de turrón, galletas saladas y tres copitas de vino», dijo una madre. Por su parte, su hija recordó que ella deja en el felpudo un cuenco de agua para los camellos «porque después de subir las escaleras están cansados», dijo la pequeña mientras su madre pedía que «ojalá nunca se perdiera esta ilusión que tienen los niños que nos hace ver, a nosotros, la parte bonita de la vida».