La pediatra Antonella Chiandetti.

Tuvo claro desde que era muy pequeña que lo suyo era la Medicina y a eso se dedica con entusiasmo y energía esta pediatra nacida en Padua. «Soy italiana, italiana. Viví allí los primeros 23 años», afirma. Fue a través del Erasmus como conoció España y decidió regresar tras acabar sus estudios en Italia.

Nada más acabar los estudios decidió cambiar de país para vivir. Eso es una gran decisión.
—Sí, somos una familia bastante viajera. Soy la más pequeña de cuatro hermanos. El mayor está en Milán, el segundo trabaja en Bangkok y mi hermana es la única que se ha quedado en Padua.

¿Cómo fue venir a Ibiza?
—Estoy casada con un chico argentino al que conocí en Málaga. Había vivido en Ibiza hace años y él es un gran enamorado de la isla, siempre me hablaba de ella. Nos fuimos a a Barcelona, hice la residencia en el Hospital del Mar y empecé a trabajar allí. Fue una casualidad que mi residente mayor en Barcelona, Amelia Sánchez, es pediatra en Ibiza. Somos muy amigas y hemos seguido el contacto tras acabar la residencia. Hace un año casualmente nos encontramos en las Ramblas. Ella había venido a un congreso de enfermedades infecciosas y me dijo que dejaba el centro de salud de Sant Josep porque había conseguido su plaza en Can Misses; me ofreció que me fuera a Sant Josep para sustituirla. Tenía mi trabajo en Barcelona, se lo comenté a mi marido y decidimos venir. Fue muy precipitado. Fue en julio e hice la entrevista, pensé y ¿por qué no? Nosotros no tenemos nuestra familia en Barcelona, no hay arraigo familiar, y nos vinimos. Llegué un martes, un 13 de octubre de 2015 y a primeros de noviembre hice mi primera guardia.

Es pediatra titulada. ¿Cómo decidió elegir esta especialidad?
—Hay una influencia muy importante en mi padre, que es pediatra, neonatólogo. Mi padre no nos forzó a esta elección, al contrario siempre nos decía que se trabajaba mucho. Soy la única de los hermanos que se ha dedicado a eso. Desde pequeña me he empapado del ambiente hospitalario. Mi colegio estaba muy cerca del hospital cuando salía me iba allí y esperaba a mi padre para irme a casa con él. Es un hospital pediátrico, trabajaba en aquel momento en la UCI neonatal y no tenía horario de salida. A veces me tiraba dos o tres horas en su despacho esperándole y tenía que venir a recogerme mi madre. Me encanta el olor del hospital. Me decían qué rara era, pero había algo en el ambiente hospitalario que me gustaba. Veía un montón de niños que iban al hospital con sus familias, había sonrisas y cosas más tristes, pero desde entonces supe que no sólo iba a ser médico sino pediatra y nunca jamás he pensado en hacer algo diferente.

¿No ha recibido ofertas para marcharse de Ibiza con la falta de pediatras que hay?
—Sí, pero aquí estoy muy bien. Desde 2008 a 2015 estuvimos viviendo en Barcelona, aquella etapa de nuestra vida estaba muy bien, pero con el niño más grande quisimos salir de la ciudad: queríamos más verde, espacio más libre, un cambio. Ibiza nos vino genial. El trabajo me encanta. Estoy en el programa de Salud de Infancia y Adolescencia en el que me metí por Mónica Yern. Es un estímulo continuo de cosas nuevas. Vengo de Atención Hospitalaria, en Barcelona había hecho Primaria un par de meses pero el resto ha sido hospitalaria. Fue un cambio. Me gustó mucho salir de la zona de confort, ver y estudiar cosas nuevas. Tuve que estudiar mucho. Ha sido espectacular, como crecimiento para todos.

¿Cómo recuerda su inicio laboral en Ibiza?
—Recuerdo la primera guardia. Cada hospital funciona de manera diferente, la organización y el sistema informático. Caos total pero recibí mucha ayuda por parte de los compañeros. En el centro de salud me sentí muy cómoda desde el principio por parte de los compañeros y de la población. Venía a sustituir a Amelia, era una tarea difícil porque la querían mucho.

¿Cómo es el trato con unos pacientes que son niños y adolescentes?
—Son diferentes. Al niño tienes que ganarlo de una forma, muchas veces están en brazos de los padres, otras veces te sientas junto a él en el suelo. Con el adolescente tienes que aunar una actitud de profesional y seriedad con un pelín de picardía, de alguna forma te tienes que ganar su confianza.

¿Cuál ha sido su mejor recuerdo en el mundo sanitario?
—Los partos. Los pediatras tenemos el gran privilegio de ver nacer los niños, el momento más precioso en la vida de una familia. En el centro de salud cuando ves que confían en ti, en Primaria me siento buena profesional cuando la familia confía en ti y empiezas a ser parte del entorno social de esa familia. La educación para la salud es lo más importante.

También habrá tenido experiencias negativas.
—Sí, pero por suerte son pocas. Dar malas noticias de enfermedades muy graves es casi lo peor y también ha habido desenlaces negativos, pocos, pero los he vivido.

¿Cómo afronta un pediatra la postura de una familia que no quiere vacunar a su hijo?
—Primero escuchar. La mayoría de las veces preguntas los motivos y escuchas las razones. Muchas veces, siempre desde el respeto, cada uno tiene sus vivencias y no estamos para juzgar, cuando te explican los motivos, ves que tienen creencias equivocadas; que lo han leído en un foro o en una web y les explicas, punto por punto, los motivos por los que las sociedades científicas consideran que estas creencias son falsos mitos. Todas tienen una explicación y les invito a que miren algunas páginas web donde se explica.

¿Consiguen convencerlas?
—Muchas veces sí no el primer día. Igual son familias que empiezan un poco más tarde el calendario de vacunas. Todos mis pacientes saben que creo en las vacunas, yo me vacuno y mi hijo está vacunado. Siempre hablando y partiendo de la escucha de por qué ellos consideran que no son necesarias y algunos hasta dañinas, se puede contestar por la literatura científica. Si nos ponemos a la defensiva perdemos a la familia.

¿Qué piensa cuando le comentan que los italianos tienen mala fama en Ibiza?
—Es una tontería. No pierdo ni cinco minutos en estas conversaciones. Imagínese mi marido es argentino y yo italiana, qué pareja en Ibiza, ni cinco minutos.