Antonio Pallicer Orzaez | Arguiñe Escandón

La experiencia profesional de Antonio Pallicer da para escribir un libro porque ha vivido cómo ha evolucionado la sanidad, desde que empezó como médico de zona en Santa Eulària, su etapa de director de Atención Primaria, el salto a Palma para hacerse cargo de la Dirección de Salud Pública, el regreso a Ibiza como médico de familia en la unidad básica de Sant Carles a su dedicación actual a tiempo completo al Sindicato Médico. Eso sí, sus pacientes de Sant Carles le esperan con los brazos abiertos.

Usted nació en Mallorca ¿Cómo acabó trabajando en Ibiza?
—Cuando terminé la carrera preparé oposiciones para médico de cupo, saqué plaza y me dieron a elegir entre Ciutadella y Santa Eulària. Me decidí por Ibiza porque tengo familia ibicenca y se portaron muy bien. Éramos cuatro médicos y un enfermero, no había pediatra ni comadrona. Hacíamos urgencias, noches, sábados y domingos.

Además de su faceta médica, ha ocupado cargos directivos con el PP, primero Atención Primaria en Ibiza y después llegó a ser director de Salud Pública en el Govern.
—A través de un médico, Arturo Ramos, me afilié en el PP. Me propusieron la dirección médica y la acepté, estuve seis años. Volví a mi plaza en Santa Eulària y cuando cambió el gobierno en 2003 me propusieron la dirección de Salud Pública porque tenía dos máster en salud pública. Nacho Martínez, del Sindicato Médico, que se retiraba, me propuso hace unos años entrar en la lista de elecciones, le dije que no pero insistió y al final acepté. Un año antes de entrar en la lista me di de baja del PP porque entendí que no es ético estar afiliado, las ideas las tienes pero la imagen tienes que darla.

¿Cómo se lo tomaron en el PP que se diera de baja?
—Bien, me llamó Vicent Serra y se lo expliqué. Sin problema.

¿Cómo recuerda su experiencia en el mundo de la política?
—La política de Ibiza la he encontrado más familiar que la de Mallorca, era como más autoritaria, diferente. No me encontré muy a gusto a nivel político en Mallorca, intenté separarme, era otro mundillo, pero en el trabajo, muy bien, era muy interesante. Me decían el ibicenco, estaba un poco desplazado. Al principio no me encontré muy a gusto.

Siempre fue reivindicativo respecto a los recursos que se necesitaba en Ibiza frente a Mallorca.
—Te das cuenta que la distribución de los recursos no es igual cuando estás en la gestión. Cuando éramos Insalud, la distribución entre las diferentes islas era muy parecida. Esa es mi opinión personal. Con las transferencias, que fueron un desastre, las gestionó Aina Salom, y quedamos casi los últimos a la cola en gasto por habitante. En Ibiza y Menorca siempre hemos dependido del reparto de Mallorca, tanto con partidos de izquierdas como de derechas, y no hemos tenido una distribución justa. Cuesta mucho arrancarle recursos a Mallorca, porque son juez y parte, pero cuando éramos Insalud el juez era Madrid y nos trataban a todos por igual.

Entonces hemos perdido con las transferencias.
—Sí, mi opinión es que no hemos ganado al depender de Mallorca.

Pero eso es responsabilidad de los políticos.
—Total, pero el conocimiento de estas áreas es muy específico y la mayoría de nuestros políticos no están preparados.

¿Con que se queda de toda su experiencia?
—Me gusta mucho el trato con mis pacientes, es lo que recuerdas y agradeces. También me encanta hablar con los compañeros de derechos y obligaciones que no tienen ni idea. Hay gente que no se mira ni la nómina. También me quedo con la gestión, no tenemos idea del trabajo que hacen los que mandan y sería interesante que pasaran por allí. No es lo mismo estar abajo pidiendo que arriba dando. Además fue muy interesante los dos años que pasé estudiando en Inglaterra, allí conocí a mi mujer. Es una mezcla de todo. Ahora en el Sindicato Médico veo lo que hacen mal los de arriba y cuando digo algo se lo piensan. Tampoco me meto mucho con ellos porque tienen un trabajo difícil. También asesoro a la gente joven, son muy diferentes a mi generación, es otra mentalidad. Recuerdo que hay años que no pedía vacaciones.

¿No descarta volver a la política?
—No me atrae para nada. Yo no he entrado en política, he estado en una dirección general, se aprende mucho, es verdad que hay mucho movimiento político y, a veces, estas sometido a presiones, pero no he ido en listas electorales. Me gustaría que en Balears hubiera un partido con un único diputado, como Coalición Canaria, que no dependería del PSOE, ni del PP, ni de Ciudadanos en Madrid y que fuera decisorio, que si no no votamos los presupuestos. Los partidos son incapaces de romper la disciplina de voto, yo lo haría.

Recuerdo que cuando estaba en Salud Pública planteó la necesidad de un nuevo hospital en Ibiza.
—Cierto, pero no este hospital. Este no está bien diseñado. Hubiera hecho un hospital más funcional, es muy grande y poco eficiente. Visto lo visto, hubiera sido más eficiente ampliar el actual hacer un edificio de consultas externas. A mí me gusta Son Llàtzer, pero Son Espases no, lo encuentro muy grande.

¿Cómo vive un mallorquín esa disyuntiva de vivir en Ibiza y ser tan reivindicativo?
—Yo me siento más ibicenco, mis hijos han nacido aquí. En Mallorca tengo familia, a mi madre y mis primos. Siempre he dicho lo mismo, tengo la sensación de que los mallorquines nos fastidian todo lo que pueden, es así. Nuestra función es defender a las islas. En la web del Sindicato Médico balear publicaban un recordatorio de los exámenes de las oposiciones y sólo ponían los de Mallorca, no los de Ibiza y Menorca, les mandé un mensaje y lo corrigieron.

Me da la impresión que se calla pocas cosas. ¿Le ha acarreado algún problema?
—Sí, más de una vez. Hace poco en una videoconferencia de Palma, dicen «vosotros los de las islas, ¿oís bien?», le contesté «perdona, ¿desde cuándo Mallorca no es una isla?» y me responden «disculpa, los de las islas pequeñas», vale. Es esa la mentalidad.

¿Cuál fue su mejor experiencia como médico?
—Cuando comencé a trabajar de médico en Santa Eulària no había nada. Pasábamos consulta en un despacho de la Policía Local y no había lavabo. Tengo muy buen recuerdo de un compañero que ha fallecido, José Miguel Roig Royuela. Cuando llegó no tenía despacho y nos dejaron uno, lo pintamos nosotros y la directora de la escuela nos dejó unas sillas viejas. Hacías de todo. Una vez llegó un hippy a la consulta, puso el pie encima de la mesa y me dijo si le podía curar la herida, le contesté que primero se lavara el pie. Volvió y me dio un dibujo de toda la gente que estaba esperando. «Te pierdes lo que hay fuera, no te enteras de lo que sucede», me dijo. Otra vez escuché un golpe y la gente chillando, era un ataque epiléptico. Después en Es Viver en una visita con Rodrigo de Santos, escuché un golpe similar y era también epilepsia.

Fue director de Primaria en la etapa de Javier Rodrigo de Santos.
—Sí, tengo buen recuerdo. A nivel técnico, era de lo mejor que hemos tenido. Se sabia los nombres de los coordinadores, las estadísticas de actividad y la lista de espera. Era justo y trabajador. Me sorprendió mucho lo que pasó.

¿Y el peor recuerdo?
—Cuando te ves apretado por la gente de abajo, hablas con los de arriba y no te dan lo que tu crees que es justo, te has peleado y tienes que volver a decirles que no. Te van a machacar y lo pasas mal.

¿Alguno de sus dos hijos ha seguido sus pasos en la medicina?
—No, ninguno. Uno hizo ADE y otro Ambientales.

Dedica mucho tiempo al trabajo. ¿No le riñen en su casa?
—No, mi mujer es japonesa.

¿Qué tiene que ver eso?
—Le voy a contar una anécdota. Recuerdo que estaba en Japón en casa de mis suegros un domingo, estábamos desayunando y llamaron a mi cuñado del trabajo, se fue y no se cabreó nada. Tienen diez días de vacaciones al año. Es otra mentalidad, el trabajo y la empresa son muy importantes. No tengo problemas.