Centenares de personas acudieron a presenciar la inauguración de la feria a cargo de Sa Colla de Sant Rafel.

Un año más la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni se convirtió ayer en el lugar escogido por centenares de ibicencos de todas las edades para homenajear y de paso disfrutar con sus tradiciones. La feria Sant Antoni Rural cumplió ayer su decimoquinta edición y, como viene siendo costumbre, se convirtió en uno de los eventos con mayor tirada dentro del programa de fiestas patronales que organiza el Ayuntamiento de la localidad.

A pesar de que la mañana no ayudaba, con rachas importantes de viento y bajas temperaturas, Sant Antoni Rural volvió a lucir músculo. Sobre las 12:30 horas los coches desbordaban los laterales de la carretera que lleva hacia la cooperativa, el pequeño aparcamiento de tierra habilitado para la ocasión y el Camí de sa Vorera, anticipando éxito.

Después, al llegar a la cooperativa y mientras se escuchaba a todo volumen al speaker presentando a todos los equipos de la Sociedad Deportiva Portmany en el cercano campo de fútbol, no quedaba ninguna duda: a pesar del frío, allí había más de un centenar de personas.

Inauguración con la Colla de Sant Rafel

Muchos de ellos llevaban allí desde las 11.00 horas. A esa hora la feria se había inaugurado con una demostración de ball pagès a cargo de la Colla de Sant Rafel. Cada año participa un grupo del municipio y este año los 25 miembros rafelers dejaron el listón muy alto enganchando al público con sa curta, sa llarga o ses nou rodades. «Ha sido precioso y creo que no hay nada más bonito ni más oportuno que nuestro ball pagès, bailado desde el corazón y el sentimiento, para dar comienzo a una fiesta como esta que hace tanto por nuestras tradiciones», confirmó ayer Neus, una vecina de Sant Antoni fiel a Sant Antoni Rural desde hace muchos años.

También triunfaron en el campo anexo las demostraciones de llaurada tradicional y los paseos en carro de barana. Los padres y tíos no dejaron de hacerse fotos con los pequeños mientras los más veteranos mostraban a sus caballos y los métodos ancestrales de trabajo en el campo pitiuso. «Tengo tres o cuatro nietos y les encanta pero sería más bonito que en los colegios se explicara esto porque hoy los jóvenes no quieren saber nada del campo», aseguró ayer el veterano portmanyí Toni Ramon Sala, Toni Vedranell, experto llaurador junto a su fiel Estrella.

En el interior y al abrigo del frío llamaba especialmente la atención la exhibición de pájaros de la Asociación Ornitológica de Ibiza y Formentera. Los niños y mayores quedaron encantados con los canarios de distintas especies, sobre todo de pluma rizada, y las aves exóticas como el pájaro Diamante de Gould, de procedencia australiana, y propiedad de Vicente Boned.

Muy cerca también brillaron los puestos relacionados con productos tradicionales como las espardenyes, los mantones, els capells, o los instrumentos realizados a mano como la flaüta, el tambor o el espasí. Tampoco faltaron la miel, los frutos secos, las hierbas ibicencas y productos que se podían comprar a precios asequibles. Y justo fuera, a las 13:30 horas empezó a servirse una torrada para 300 personas con panceta, salchichas y cerdo que fue el broche perfecto para concluir la jornada.