La empresa cultiva en Ibiza las plantas con más rotación, e intenta traer el resto de zonas de clima similar. | DANIEL ESPINOSA

Cuesta un poco encontrar la entrada a Eiviss-Garden con las obras que se están haciendo en la carretera de Santa Eulària. Pero sigue abierto y ofrece el mismo servicio de siempre. Marcos Cleries dirige ahora esta empresa que empezó como almacen de plantas y material para un jardinero: su padre. Desde ese momento la empresa ha crecido mucho y lo sigue haciendo. Cleries muestra con orgullo las futuras instalaciones que en gran medida han salido de su cabeza, en las que todo estará más integrado, desde las plantas al material de jardinería. Espera que todo esté listo para marzo. Una adaptación a los nuevos tiempos y al nuevo trazado de la carretera que pasa enfrente.

Este negocio lo empieza su padre, ¿qué conoce de esos inicios?
— Pues mi padre llegó aquí en el año 1973 para montar un jardín en Portinatx. Vino él con unos operarios para montar el jardín en una zona de apartamentos y poco a poco los vecinos de los alrededores le iban pidiendo: «Mira Pepe, ya que estás aquí, ¿por qué no me arreglas el jardincito?». Y así fue haciendo hasta que encontró por esta zona una antigua casa payesa y mi padre alquiló la casa para dejar el material. Necesitaba un lugar donde acopiar toda esa planta que venía. Y entonces la gente empezó a pararse a pedirle plantas. Él las tenía para los jardines de Portinatx, pero empezó a venderlas y luego pedía más género. La cosa fue convirtiéndose en algo cada vez más habitual, hasta que ya al final puso un cajero, que era mi tío, y de ahí hasta ahora.

¿En aquella época aquí había ese tipo de negocios?
— Prácticamente no había nada. Creo que el único vivero era S’Hort Gros, que estaba en Jesús. En aquella época de todo lo que eran plantas y complementos de jardín no había nada. Así que fue la propia demanda que se fue encontrando la que le obligó a quedarse.

Él empieza con plantas, pero ahora tienen maquinaria, decoración...¿cómo fue esa evolución?
— Pues creció según la demanda. Que le pedían macetas, se traían macetas. La gente necesitaba abono, traía abono. Le decían que necesitaban tierra, pues lo mismo. Así que el Garden ha ido creciendo conforme la gente nos ha ido demandando.

¿Todo lo traen de fuera?
— No, ahora ya no, en Santa Gertrudis tenemos 33.000 metros cuadrados de producción. Intentamos cultivar nosotros las plantas que más rotación tienen. Evitamos el estrés de la planta al venir de fuera, y conseguimos que esté más aclimatada a la isla. Las buganvillas, plantas aromáticas, etcétera, las tenemos de aquí. Además, así nos ahorramos el 35% del coste de la planta, que son los portes. Al cultivarla nosotros la planta está mejor aclimatada y encima sale mejor de precio.

¿Es difícil que se aclimaten las plantas que vienen de fuera?
— Intentamos comprar mucho en la Comunidad Valenciana, Málaga, Almería y Barcelona, por lo que el clima es muy parecido al de aquí. Aquí no tenemos calefacción en el plantel de interior, así que intentamos no traer plantas muy susceptibles al frío. Por eso, te diría que el 90% de las plantas que traemos no tienen problema de aclimatación.

Ahora es un tema que ya está bastante superado, pero ¿cómo les afectó la plaga del picudo rojo?
— Hizo bastante estrago. Al principio, cuando se detectaba una plaga se avisaba al Consell y ellos se hacían cargo, pero llegó un momento que era tal la invasión de picudo que era imposible que el Consell se hiciera cargo de todo. Así que empezamos a hablar con los clientes para que fueran ellos también los que se hicieran responsables de esto. Es tu palmera, cuídala, mantenla, haz los tratamientos preventivos que haya que hacer para que esto no suponga tanta invasión. Ahora ya está el tema muy controlado.

¿Cómo es el trabajo de diseñar un jardín?
— Pues nosotros nos adaptamos a lo que nos piden. Cuando las casas están prácticamente terminas, nosotros vamos detrás del de la brocha, como aquel que dice. Nosotros vamos a darle el toque final. Nos gusta hacerlo después de hablar con cada cliente y ver las necesidades que tiene. Si tiene familia o no la tiene, qué busca tener en el jardín...

¿Hay gente que les pide plantas que no se pueden tener aquí?
— Nos pasa mucho con los extranjeros, que por ejemplo quieren, no sé, palmeras de climas tropicales. Así que hay que sentarse con ellos y explicarles que tal vez en su país funcione muy bien, pero que aquí hay que buscar otras alternativas. Eso nos pasa bastante.

Llevando el tema de jardines, con tanto extranjero con residencia en la isla, ¿que parte suponen de su clientela?
— Claro, tenemos mucha gente que ya está afincada aquí, tanto que tiene su casa solo para temporada como gente que reside todo el año. Entre gente española y gente extranjera, te diría que mitad de cada.

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¿Qué es lo que está más de moda?
— Pues lo que más se lleva en estos últimos años es el tema de los jardines verticales, tanto para exterior como para interior. Hemos recreado uno en la zona nueva para que la gente pueda ver que realmente es un jardín vertical y que funciona. Se usa la misma estructura que para un jardín ventilado, lo único que en vez de utilizar tierra se pone una lana de roca especial para plantas en la que arraiga sin problema que dura para toda la vida.

Además de los jardines, se ha puesto muy de moda el tener un huertecito en casa o en la terraza ¿han notado el aumento de esta actividad en la isla?
— Sí, pero de forma distinta a lo que se da en las grandes ciudades. En las ciudades de la península se lleva mucho lo de los huertos urbanos en terrazas. Aquí, como todo el mundo tiene su terrenito, más que hacerlo en la terraza se hacen en el propio jardín. Últimamente nos piden bastante cuando hacemos un jardín que guardemos un trozo cerca de la cocina para hacer un huertecito. La gente está ahora muy concienciada con el tema de la comida. Siempre intentamos ver si saben de la materia y les aconsejamos un poco por dónde empezar. De hecho hacemos cursos de huerto urbano.

¿Y tienen éxito?
— La gente responde muy bien, es el que se llena siempre. Hacemos dos cursos al año y a la gente le encanta. La gente que viene es casi toda de Ibiza.

¿Influye el turismo en este negocio?
— La temporada para nosotros empieza a partir de febrero. Todos los hoteles, restaurantes, cafeterías, para Semana Santa tienen que estar vestidos. Entonces nosotros para el día 1 de mayo tenemos que haber terminado con todo. En verano nos vienen a comprar alguna planta, alguna cosa que les falte, pero nosotros es antes de que empiece la temporada cuando tenemos más follón.

¿Ha dicho vestir un negocio?
— En el tema de jardines y jardineras, nosotros somos prácticamente como decoradores. Cuando llegas al sitio tienes que fijarte si lo han hecho muy minimalista, más clásico...y basándote en eso te adaptas. Porque maceteros hay de todos los tipos. La planta no cambia, pero lo que es el macetero y la forma de presentarla sí que cambia.

La gente a la que se le mueren hasta los cactus, ¿qué hace mal?
— En la mayoría de los casos es el exceso de agua o poner demasiado cariño por la planta. A la planta hay que dejarla. Solo hay que saber si necesita más o menos luz, eso es fundamental, pero luego la gente peca del exceso de riego. O de ponerle el típico platito que se pone debajo. El plato con agua está bien para dos o tres minutos, pero luego hay que retirar el agua sobrante. El problema de los sustratos hoy en día es que tienen mucha fibra de coco. Eso actúa como una esponja. Por mucha agua que le eches, el sustrato siempre la va a absorber. Lo mejor siempre es meter el dedo y si notas un poco de humedad no hace falta nada, cuando esté seca es cuando tienes que regar.

Tuvieron un incendio en 2015, ¿cómo se lleva una experiencia de ese tipo en un negocio?
— Fue un susto bastante gordo. Pasó uno de nuestros trabajadores por la carretera y vio que había una pequeña llama. Entonces llamó a mi padre, que a su vez me llamó a mí. Yo vine corriendo y di un par de vueltas sin ver nada, hasta que entré en la zona donde tenemos las macetas y las fuentes que fue donde empezó. Nunca nos aclararon los bomberos donde fue, pero hubo un cortocircuito en las bombas, yo creo que alguna sé quedó sin agua y como eran de fibra de vidrio prendió, alcanzó el techo que es de policarbonato y debajo tenía todo plástico y madera. Cuando vinieron los bomberos eran todo llamaradas. Yo intenté con un extintor darle rápido, pero era imposible. Casi se me cayó un fluorescente en la cabeza y fue cuando salí de la nave.

¿Supuso mucho destrozo?
— Sí, ya no es solo lo que hizo el fuego, hizo más daño el humo. En el edificio no entro el fuego, pero entró toda la humareda y el hollín dejó todo lo que era metálico oxidado. Se tuvo que cambiar la instalación eléctrica por completo y produjo bastantes pérdidas. Supuso un shock muy grande. A partir del incendio sabíamos que teníamos la expropiación de la carretera, así que esperamos unos meses para ver como nos afectaba. Presentamos un proyecto al Consell, porque al final te tienes que hacer a las circunstancias. Ahora la entrada estará un poco más tirando hacia la ciudad y nos hemos reorganizado. Hemos tenido que cambiar las naves de sitio, reorientar la entrada y ahora estamos en el proceso justo de cambio. Espero que en un mes o así lo tengamos todo.

¿Cómo llevan las obras de la carretera de Santa Eulària ?
— Pues tenemos con este tema un lío grande. Justo han encontrado unos restos arqueológicos en la entrada y esto ha demorado bastante los trabajos por el tema de unos tubos de fecales que tenían que pasar y de momento están esperando. Y claro, ahora la gente llega, no sabe donde aparcar, las entradas están difíciles...tengo ganas ya de que pase y volver a arrancar, porque ya se empiezan a notar bastante las pérdidas. Además en el terreno tenemos la afectación de un torrente. Desde la parcela del torrente hasta la carretera nueva, prácticamente el 50% se ha expropiado. De ahí también que nos hayamos tenido que reorganizar para plantear un nuevo circuito.

¿Estas obras de adaptación a punto de empezar la temporada, estarán siendo un quebradero de cabeza?
— Estamos acelerados, porque veo que la temporada se nos echa encima, y todavía quedan muchas cosas por hacer. Tenemos quince días para apretar.