Manuel Velasco, en una de las charlas que ofrece a la comunidad educativa.

Manuel Velasco, un reconocido bloguero especializado en el mundo educativo, cuenta con más de 15 años de experiencia en centros educativos desempeñando diferentes tareas. Con su blog ha conseguido varios reconocimientos como el premio mejor blog de E-Learning de España y Portugal y, además, fue 2º premio Mejor Docente de España 2017.

—Asegura que no se tienen que olvidar nunca la ternura, el interés y el cariño en una clase ¿Por qué?
—Todos sabemos lo importantes que son las nuevas tecnologías aplicadas a la educación. Pero existen otras TIC que no hay que olvidar nunca, en ninguna situación y menos en una clase. Esas son: la Ternura, el Interés y el Cariño. Nosotros, los maestros, solemos decir que tenemos el mejor trabajo del mundo por trabajar con el mayor tesoro que existe: los niños. Pero parece que en ocasiones nos olvidamos de ello y actuamos como si fuesen máquinas; máquinas de aprender, de estudiar, de repetir, de obedecer. No lo son, son personas, son la mejor selección de los seres vivos: son niños. Si como muchos dicen, son el futuro de la sociedad, ¿cómo queremos que actúen en ese futuro? ¿Cómo máquinas o con corazón? Yo prefiero una sociedad dirigida por lo segundo. Para ello tenemos que educar con las otras TIC: la ternura es lo que hace que se rompa la barrera existente entre el profesor y el alumno para formar parte de un sólo medio, el del cariño y la comprensión. Sin ternura ni cercanía no puede haber aprendizaje. Para que haya interés tiene que haber una motivación, pero ha de ser mutua, hay que hablar el idioma de la niños para que ellos nos brinden la posibilidad de entrar en su fuente inagotable de interés. Y cariño, con mayúsculas, del de verdad, del que toca el corazón. Ese cariño que te hace ver al alumno que tienes en frente como el niño que es, con sus temores y sus aspiraciones.

—¿Qué tenemos que hacer para educar a nuestros hijos y alumnos desde el corazón?
—Pues lo que estamos intentando todos, ser buenos docentes, buenos padres, buenas madres... Para mí un buen docente es aquel que se esfuerza todos los días por dar lo mejor de sí mismo a sus alumnos, aquel que los comprende tal y cómo son, sin imponerles un ideal de lo que piensa que deberían ser, y aquel que con gestos muy pequeños es capaz de hacerles sentir muy grandes. Aquel que aprende a leer las miradas de sus alumnos, que sabe que a nadie se le da todo bien, pero que a todos se les da bien algo y que se esfuerza en descubrirlo.

—¿Cómo podemos hacer para que no sean máquinas si les llenamos de actividades extraescolares y los padres cada vez les dedican menos tiempo?
—Creo que educar a fuego lento es garantía de futuro y que en estos momentos estamos saturando la educación de metodologías, materiales, actividades y aparatos tecnológicos que dejan poco espacio. Poco espacio para la creatividad, para crear los vínculos emocionales necesarios para potenciar el aprendizaje y las capacidades de nuestros alumnos y poco espacio para mirar a los ojos. La saturación normalmente genera un bloqueo emocional y un alumno o un maestro emocionalmente bloqueado, también lo está intelectualmente.

—Usted es conocido por emplear metodologías innovadoras en el aula. ¿Cuáles son?
—No sé si son innovadoras, ya que lo único que hago es utilizar estrategias metodológicas que están centradas en el alumnado, en la indagación y resolución de problemas, en la liberación del yugo que suponen los libros de texto. Metodologías que existen desde hace muchos años y que me han hecho comprender que la innovación tiene el corazón antiguo. Además, intento huir de las tendencias y me centro en las necesidades e intereses de mis alumnos. Busco sus puntos fuertes para que, a través de ellos, lleguen a los contenidos mínimos del currículo y desarrollen sus competencias.

—¿Cómo cree que la educación está cambiando en los últimos años?
—La escuela que está llegando es rebelde, reúne aspectos de la escuela de ayer y de la de hoy, está llena de profesores con ganas de aprender y de formarse. Es una escuela con medios a la altura de sus necesidades; una escuela que no acalla, que da voz y escucha; de todos y para todos.

—¿Ahora los niños son mejores o peores que antes?
—No veo grandes diferencias, salvo las propias de la evolución de la sociedad. Nuestros alumnos están rodeados de tecnología que deben saber utilizar para poder avanzar. El problema es que los docentes que no hemos nacido en la era digital necesitamos formarnos para entender su mundo, que también es el nuestro. No hace falta ser radicales en este aspecto. No hay que abandonar la tiza o los libros; las tablets y los libros están presentes y hay que saber usar los medios digitales igual que sabemos usar los analógicos.

—¿Cómo se puede aplicar todo eso si cada partido político que entra en el gobierno impone su propia ley?
—Resulta muy difícil por no decir imposible. Echo en falta que los políticos y las administraciones en vez de empeorar la educación, la mejoren. Es imposible innovar o avanzar en algo que nos están cambiando cada cinco minutos. Echo en falta que no sean responsables en el cumplimiento de su deber hacia la sociedad y hacia la infancia. Sin esa base, es imposible que cambie la foto.