Clara y Nuria dirigen un taller con plastilina para los alumnos de infantil durante la hora del pati. | MARCELO SASTRE

En el patio de infantil del colegio S’Olivera un grupo de niños de 3 años hacen bolas y churros de plastilina. Entre ellos hay dos personas altas que dirigen la actividad, pero no son profesoras. Clara Martines y Nuria Mas son alumnas de 3º de ESO del IES Sa Blanca Dona que acuden todos los lunes a la escuela como voluntarias. Desde inicio de trimestre, ellas y algunos compañeros de curso, pierden todos los lunes uno de los recreos para ayudar a dinamizar las actividades del patio a los alumnos de infantil y primaria. «No me importa perderme un patio, esto es algo con lo que disfrutas» explica Clara. Para ella, además, significa volver a la escuela donde pasó su infancia y devolver algo de lo que recibió.

Ellas y sus compañeros forman parte del tercer grupo de tercero de ESO que participa en el proyecto Aprendizaje y servicios: educar en voluntariado del IES Sa Blanca Dona. Una iniciativa instaurada este curso, con la colaboración de la ONG Equip Voluntari, por la que pasan los alumnos del curso.

Albert Belda, jefe de estudios en Sa Blanca Dona, cuenta que el objetivo de este proyecto es «fomentar los valores que suscita el voluntariado entre los alumnos y la transmisión de esos mismos valores a través de la práctica diaria».

Son los propios estudiantes los que deciden donde quieren dedicar su período de voluntariado. El primer trimestre fue en el Centro de protección animal de Sa Coma, en el segundo fueron a la residencia de mayores Sa Residència, y este tercer trimestre la nueva hornada de voluntarios decidió acudir al colegio que vio crecer a buena parte del alumnado de Sa Blanca Dona.

Durante el horario de proyectos, a los que el centro de secundaria dedica dos horas semanales, los alumnos van caminando al colegio S’Olivera, dejan sus bártulos en un aula y salen al patio para iniciar las actividades de dinamización. Después del patio se van al curso que cada voluntario tiene asignado y ayudan al profesor con labores de apoyo o incluso preparan actividades dirigidas por ellos para esa hora como pueden ser cuentacuentos, juegos o ejercicios relacionados con la asignatura que se imparte en clase ese día.

Complicidad
Rosa Moranta, profesora de P4 B, está encantada con Hugo y Alexa, los voluntarios que acuden a su clase. Durante estas semanas los voluntarios han hecho una sesión de yoga, han ayudado a construir unos tótems para un proyecto de indios y han contado cuentos.
Rosa está especialmente contenta con Alexa, que a pesar de sus dificultades para leer en público se animó a leer cuentos para los pequeños. El próximo lunes los grupos de Formigues y Exploradors (P4 A y P4 B) devolverán la visita a los mayores y conocerán el instituto que quizá algún día les acoja.

Los alumnos de 3ºB, el grupo de Els Telepàtics, también quieren saber más cosas del instituto. Mientras los voluntarios les ayudan con los ejercicios, los alumnos les preguntan si el instituto es muy difícil o cómo es el patio. A Bea, la profesora, no le sorprende que este proyecto haya funcionado. Estaba convencida de que sería así. Lo que no esperaba era tanta implicación por parte de los voluntarios. En su caso tiene en clase a dos exalumnos suyos, lo que facilita mucho la relación. Ellos «son dos profesores más en clase» y cuenta con su presencia para la programación del lunes, algo que le permite hacer actividades más complejas que serían imposibles si estuviera sola.

En el aula de al lado, 3º A, Pau Juan y Ariel López explican que cuando llegaron al colegio para hacer de voluntarios estaban algo cortados, pero al final se ha «creado una amistad» con la clase en la que colaboran. Cuando entran chocan la mano con algunos alumnos. Se nota esa buena conexión. Según entran en clase el profesor les envía a llenar una garrafa de agua para hacer un taller de cálculo con líquidos. Les acompaña un alumno de clase que comenta de camino al grifo que su presencia es «lo único divertido del lunes».

Continuidad
También la dirección de la escuela se muestra encantada con el proyecto, incluso dicen que les encantaría que se instaurara como algo anual.

Para Albert Belda el colegio S’Olivera es un centro muy adecuado para este proyecto, «es muy abierto y muy moderno». «Se ha establecido mucha conexión, porque los alumnos que vienen eran antiguos alumnos de S’Olivera. Cuando vienen aquí se reencuentran con los maestros, los tutores... eso crea un muy buen ambiente».

No sabe si el proyecto de voluntariado seguirá en S’Olivera el año que viene. Desde luego, lo que sí nota es el efecto positivo que tiene el proyecto de voluntariado. «Ves que los alumnos lo viven, te das cuenta de que están disfrutando. Algunos de ellos en clase no funcionan. A lo mejor los estudios no son su fuerte pero humanamente descubres a personas que valen mucho»