El presidente de la Audiencia, Diego Gómez-Reino (D) y el médico forense, Juan Ramón Sancho. | TONI PLANELLS

La sumisión química puede existir, pero judicialmente es muy difícil de demostrar un caso. La razón: es muy complejo certificar que alguien ha suministrado una sustancia química con la finalidad última de cometer un delito sexual. De hecho, el Departamento de Barcelona con el que trabaja Ibiza nunca ha detectado el uso de escopolamina –popularmente conocida como burundanga– como sumisión química con finalidad de agresión sexual. Así lo indicó ayer Juan Ramón Sancho, médico forense adscrito a los juzgados de Ibiza.

Juan Ramón Sancho y el presidente de la Audiencia Provincial, Diego Gómez-Reino, ofrecieron ayer en el Colegio de Abogados de Ibiza un taller sobre «la prueba en el juicio oral en los delitos contra la libertad sexual».

Incidieron en el hecho de que el toxicólogo clínico nunca conoce al supuesto agresor y por ello es casi imposible poder demostrarlo. Solo hay dos casos documentados en España, uno de ellos en Mallorca, donde una mujer fue intoxicada por su exmarido en un contexto de violencia de género.

Juan Ramón Sancho advirtió que en Ibiza se habían detectado dos casos, en abril de 2018 y en enero de 2017, pero en ambos se trataría de sexo voluntario (Chemsex). Asimismo, hizo hincapié en que en la mayoría de casos de vulneración química, el alcohol es la principal sustancia y alertaron sobre el peligro que suponen los medicamentos con codeína de libre circulación.

Los ponentes apuntaron que los investigadores policiales nunca han realizado aprehensiones de sustancias químicas relacionadas con una agresión sexual.