La imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, volvió a lucir espectacular a su paso por la estrecha Calle de la Mare de Deu. | DANIEL ESPINOSA

La Virgen del Carmen, patrona de los marineros, volvió a demostrar ayer el fuerte arraigo que tiene entre los nacidos y criados en Ibiza, y concretamente en el barrio de la Marina. Y también que, a pesar de las crisis de devoción, sigue teniendo un gran tirón entre los turistas y curiosos que año tras año no dudan en agolparse y buscar un hueco para seguir y fotografiar a la imagen en su salida por la puerta de la iglesia de Sant Elm, su procesión por la Calle de la Mare de Deu, su posterior marcha marinera seguida por una veintena de barcos y su definitivo regreso a puerto.

Todo ello bajo un intenso calor que no pudo con los más fieles que derrocharon devoción junto a sus abanicos, sus botellas de agua y sus atuendos de verano. Primero en la misa que comenzó sobre las 19.00 horas en la iglesia de Sant Elm, un templo sencillo de una sola nave construido en el siglo XV junto al Mercat Vell como sede religiosa del gremio de los marineros y que a lo largo de su historia ha sido saqueada por los turcos en el siglo XVI y destruida por un bombardeo durante la Guerra Civil.

Sobre las 20.00 horas la devoción aumentó cuando varios centenares de fieles y turistas se hicieron hueco como podían para ver como la imagen salía. Lo hizo bajo el himno de España que tocó la Agrupación Musical Santo Cristo Yacente y portada por doce costaleros – hombres y mujeres – vestidos con polo blanco con la inscripción Portador de Nuestra Señora del Carmen. Una vez más demostraron su habilidad al llevarla por la estrecha Calle de la Mare de Deu, regateando curiosos, tiendas, restaurantes, cables, flores y banderas del de colores del colectivo LGTBIQ. Buena parte de culpa del éxito fue de Jordi, un fiel seguidor de la Virgen que encabezó la procesión guiando los pasos de los costaleros descalzo para celebrar sus veinte años de participación en la marcha.

Finalmente, en menos de media hora la amplia comitiva, compuesta por, entre otros, el obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura, y el nuevo presidente del Consell Vicent Marí, quien debutaba en la procesión como tal, llegó hasta la Plaza de Sa Riba. El momento de bajar las escaleras siempre es de los más espectaculares y una vez más, bajo la puesta de sol, no defraudó aunque hubo menos gente que en años anteriores.

Allí, llegó el momento más esperado y también más complicado de la jornada, el embarque de la Virgen del Carmen. Un año más los costaleros demostraron su pericia al subirla a bordo del Mediterrane sin mayores contratiempos y después fueron subiendo las autoridades. El obispo fue el primero, después distintos curas y tras algunos momentos de confusión ante la gran afluencia de público, Vicent Marí y los consellers.

Durante esos momentos y antes de que el barco quisiera zarpar de tierra mientras aún tenía parte de sus amarres sujetos, se vivió uno de los momentos más emocionantes. Lo protagonizó Cristina Delmelle McVeigh, una ciudadana española, nacida en Estados Unidos, de padre belga y madre del madrileño barrio de Chamberí. Tenía una rosa y como buena devota de la patrona de los marineros y madre de Inés, también marinera en Ibiza, quería entregársela a la virgen. Finalmente tras muchos esfuerzos consiguió que un miembro de la agrupación musical la subiera a bordo. «No es por mí, es por la virgen, que se merece todo y mucho más, y por una Ibiza maravillosa y mágica, que conocí hace muchos años y que recorrió mi padre cuando era motero y soltero, y que no tiene que desaparecer por más que haya muchos que se empeñen en ello».