A la izquierda, el entonces diputado de Podem Eivissa Salva Aguilera, durante una de sus tronchantes intervenciones en el Parlament. A la derecha, Gloria Santiago, en uno de sus vídeos.

Viendo el comportamiento de algunos destacados miembros —y cargos públicos— de Podemos, se comprende que el líder del PSOE y ganador de las elecciones generales, Pedro Sánchez, no quiera de ningún modo sentar en el Consejo de Ministros a nadie de la formación morada. ¿Quién podría reprochárselo?

Lo extraño es que haya quien quiera jugársela con semejante personal. Pero ahí tenemos a la presidenta del Govern, Francina Armengol, con dos consellers de Podemos. Confiemos en la capacidad de la secretaria general del PSIB para domesticar a las fieras. Aunque si somos justos, no todos son iguales.

Se diría que Gloria Santiago, flamante vicepresidenta del Parlament de les Illes Balears, esté intentando superar a su excompañero de Podem Eivissa, Salvador Aguilera, quien también fue diputado pero en la legislatura pasada. Superar en hacer el ridículo, cabe matizar, y en avergonzar a sus compañeros y votantes. Desde luego va bien encaminada y apunta maneras, aunque Salva dejó el listón bien alto. Tanto que acabó marginado por sus colegas de grupo parlamentario y no le quedó otra opción que abandonar el partido, pero sin soltar el acta de diputado. Ya ven, venían a renovar la vieja política haciendo ejercicios de transfuguismo.

Teatro del malo. Gloria Santiago debe reflexionar sobre su aportación a la vida pública balear. Si su modo de contribuir a que la vida de los ciudadanos, en especial de sus votantes y de aquellos más desfavorecidos, se va a limitar a sus periódicas incursiones en el arte dramático y en el género del esperpento, merece la pena que mire a su alrededor y vea quién le aplaude. Si por el contrario —y como sería deseable— está dispuesta a trabajar y defender sus ideas pero sin hacer el ridículo y con ella a todo su partido, pues quizás avancemos en algo.

Aunque bien pensado, su trayectoria política conocida y que podemos juzgar, mientras fue directora insular de Transparencia del Consell d’Eivissa —cargo para el que, recordemos, tampoco fue elegida en unas elecciones—, no da motivos para la esperanza. No se recuerda que hiciese nada que haya contribuido en mejorar la institución de la que cobraba ni la vida de los ciudadanos de Ibiza. Y pese a eso, ahí está, de vicepresidenta del Parlament.

La suerte será que, conociendo un poco al presidente de la Cámara, Vicenç Thomàs, a partir de ahora Gloria acudirá a pocos actos en representación de la institución. Mejor será.

Feliz domingo.