El pequeño se precipitó desde la parte trasera del apartamento 516 de este edificio, un trabajador lo recogió cuando aún estaba con vida y se lo entregó a su padre. | Marco Torres

Un bebé de dos meses falleció ayer sobre las cinco de la tarde tras precipitarse desde una altura de quinto piso en la urbanización Siesta. La Policía Judicial de la Guardia Civil se ha hecho cargo de la investigación. La madre del pequeño declaró a los agentes que estaba en el balcón con el bebé en brazos y se le resbaló. El bebé cayó desde el balcón sobre un tejadillo de chapa, en la parte trasera del edificio. Un obrero que trabajaba en la zona recogió al pequeño aún con vida y se lo entregó a su padre, también de nacionalidad rumana, que rápidamente bajó hasta donde se encontraba el bebé en brazos del trabajador.

El padre trasladó al pequeño al centro médico de Santa Eulària, pero finalmente falleció, informaron desde el servicio del 061.

Además de la Policía Local de Santa Eulària y de la Policía Judicial de la Guardia Civil, al lugar de los hechos también acudió un psicólogo del servicio del 112 y después también personal de los Servicios Sociales de Santa Eulària, informaron desde el Ayuntamiento de la localidad. Al parecer, la madre tiene otro hijo, éste de un año y medio.

Doce horas antes

Unas doce horas antes del suceso, a las cinco de la madrugada, la madre del pequeño, de nacionalidad rumana, precisó asistencia médica.

A esa hora, al domicilio, el apartamento 516 del número 20 de la calle Margaritas de Siesta, acudió también una patrulla de Policía Local de Santa Eulària, reclamada por el servicio del 061. Al parecer, el día anterior la madre del pequeño también acudió al hospital de Can Misses. Un hombre de nacionalidad rumana que al parecer vive en el apartamento 516 aseguró que la mujer no se encontraba bien.

«Respiraba, no sangraba, tenía los ojitos abiertos»

Julio Barroso estaba vertiendo cemento en un encofrado de las obras que se están realizando en la parte trasera del número 20 de la calle Margaritas de Siesta cuando escuchó un grito y, seguidamente, un golpe seco. Subió a la valla, vio al pequeño sobre el tejadillo y lo recogió en sus brazos: «Respiraba, no sangraba, y tenía los ojitos abiertos, echó un poquito de papilla por la boca y tenía la cabeza hinchada, pero parecía que estaba bien», rememoró Barroso poco después de recibir la noticia de que el bebé, finalmente, había muerto.