Un juzgado de Eivissa pudo dejar ayer, casi seis años después de que ocurriera el robo, visto para sentencia la causa contra el ex empleado de una cerrajería que fue acusado de sustraer dos puertas de hierro del taller para el que trabajaba. Contra él, solo una prueba: una grabación de una cámara de seguridad en la que, según el dueño de la cerrajería y dos empleados, es sin ningún género de duda su ex compañero. El operario se enfrenta a dos años y medio de prisión. La Fiscalía, sin embargo, pidió en su día el sobreseimiento del caso al no considerar plenamente identificado al acusado.

Unos segundos

El propietario de la cerrajería, a través de su abogado, es el único que ha ejercido la acusación por que según él, pese a que el ladrón llevaba la cara tapada y su imagen sólo se recoge unos segundos, no pudo ser otra persona. «Es absurdo, yo ayudé a instalar esas cámaras», dijo el acusado.

La juez Clara Ramírez de Arellano, titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Eivissa, visión ayer la grabación. La magistrada tendrá que decidir si es suficiente la imagen de una persona de gran corpulencia, con una sudadera similar a la que solía usar el acusado, para poder condenarlo. «Es él por su tamaño y por sus andares», declararon los testigos que lo incriminaron ayer en el juicio.

El robo tuvo lugar en la noche del 8 al 9 de enero de 2004. El ladrón rompió los candados del taller, ubicado en las afueras de Vila, y se apoderó con rapidez de las puertas, unas piezas de hierro que, según los testigos, pesaban cerca de 100 kilos cada una de ellas. El sospechoso había dejado de trabajar ocho meses antes, al parecer, tras ser despedido después de que desaparecieran unas herramientas. La Guardia Civil y el afectado fueron al día siguiente a una obra de Sant Antoni donde se creían que estaban las puertas. Pero allí no estaban.