La suerte cambió para Roca Llisa cuando, entrada la madrugada, se temía lo peor. Las brigadas terrestres pudieron evitar que el fuego se adueñara de esta zona de Santa Eulària y continuara un descontrolado camino hacia s'Estanyol y Jesús. Al llegar la mañana, y con el viento prácticamente desaparecido, los medios aéreos pudieron sumarse a estas tareas y lograr que al llegar al mediodía se pudiera hablar de incendio estabilizado.
Atrás quedaron horas de especial tensión, sobre todo cuando se ordenó el desalojo de la urbanización y doce minutos antes de la medianoche se decretara el Nivel 2. Los técnicos valoraban que, al menos, se perdería 500 hectáreas y que el desastre estaba servido. Un momento de gran se tensión se vivió cuando las llamas cercaron el depósito de combustible de una de las viviendas afectadas, según apuntó ayer el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí. El primer edil de este municipio añadió que las llamas fueron tan grandes que, incluso, desde Formentera se pudo vislumbrar su magnitud.
Dos helicópteros Cougar HU-227 trajeron a la Isla a las dos de la madrugada a los primeros efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Dieciséis efectivos del Tercer Batallón, con base en la localidad valenciana de Bétera, se incorporaron entonces a las tareas contraincendios.
Voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil apoyaron durante esas horas a los casi mil evacuados, muchos de ellos británicos. Todos los ayuntamientos de Eivissa, para entonces, ya habían ofrecido para entonces toda su colaboración y medios a las decenas de bomberos, policías, guardias civiles y voluntarios que luchaban contra las llamas, explicó el presidente del Consell, Vicent Serra.
«Si no hubiera sido por este esfuerzo, por la rapidez y coordinación con la que se actuó y por un trabajo duro hubiera podido ser un desastre, valoró José Ramón Bauzá, presidente del Govern, en una rueda de prensa conjunta que ofreció con Serra y Marí al mediodía en el salón de plenos del Ayuntamiento de Santa Eulària. Bauzá viajó a la Isla junto con el conseller d'Administracions Públiques, Simón Gornés, el conseller de Medi Ambient, Biel Company, y la directora general d'Interior, Isabel Febrer.
Los helicópteros y airtractor se centraron durante toda la jornada en refrescar y apagar los focos dispersos que se iban localizando en el monte. Al llegar la tarde se esperaba poder contar con las autobombas y vehículos pesados embarcados por el UME en Denia. En ese intervalo, Interior dio el visto bueno para la reapertura de los accesos a Roca Llisa.

La Isla ha perdido en un año 2.146 hectáreas
El fuego de Cala Llonga es el tercer gran incendio forestal que afecta a Eivissa en algo más de un año, tras el devastador siniestro de la Sierra de Morna, a principios de verano, y el de Benirrás, en agosto de 2010. En todos ellos el denominador común es que las negligencias han sido la causa de su origen.
El incendio de que asoló anteayer a Roca Llisa, Sol d'en Serra y Cala Olivera calcinó unas 115 hectáreas de pinar, según la estimación del Instituto Balear de la Naturaleza (Ibanat). En lo que va de verano habían ardido un total de 1.579 hectáreas en Eivissa, cifra a la que hay que añadir las 115 perdidas anteanoche. La suma arroja la cifra de 1.792 hectáreas y aumenta a 2.146 si se tiene en cuenta también la superficie perdida en Benirràs.
El municipio de Santa Eulària se vio afectado en mayo en gran parte por el incendio de la Sierra de Morna, ocasionando daños graves también para el municipio de Sant Joan de Labritja, el peor de Balears en una década, que quemó 1.576 hectáreas.
Todo ello ocurrió cuando en la mente de los habitantes de la Isla aún perduraba, y se recordaba con pesar, el incendio de Benirràs en agosto de 2010, que destruyó 354 hectáreas.