Óscar P.F. se negó a responder a la fiscal y al letrado de la acusación particular y, a preguntas de su abogado, tan sólo dijo que aquel día estaba borracho y que no se acordaba de nada de lo ocurrido. Pero el relato de ella, la víctima, la joven que mantuvo una relación de cuatro meses con él en 2011, fue espantoso. Protegida de la presencia del acusado por un precario biombo y arropada por su madre y por un agente del Servicio de Atención a la Familia (SAF) del Cuerpo Nacional de Policía, recordó entre lágrimas la noche del 27 de mayo de 2011, cuando el acusado, entonces su pareja, la retuvo durante tres horas en su coche con un destornillador el cuello mientras le asestaba puñetazos en la cara. Unos diez o doce, dijo la joven. Le fracturó la nariz, le saltó dos dientes y un pómulo lleva ahora un placa de titanio. A consecuencia del trauma, la joven está en tratamiento psicológico y piquiátrico.

«Y siguió, y siguió pegándome, intenté defenderme, pero me puso el destornillador en el cuello, todo el rato con el destornillador en el cuello, no me dejaba salir del coche, y yo no sabía si me iba a matar o no», recordó la joven. «Llena de sangre, comencé a abrazarlo y me dijo que si le denunciaba me iba a matar». «Le dije que le quería, que no le iba a denunciar, que me llevara a casa», sollozó la joven ante los magistrados de la Sección Primera de al Audiencia Provincial.

La discusión comenzó en el bar Albatros. Allí, Óscar P.F. agredió a un joven porque ella le había saludado. En el juicio, esta persona dijo que no sabía por qué le había pegado.

La víctima asegura que el acusado «era de chillar mucho», pero que nunca antes la había agredido. Vivían y trabajaban juntos. Ella tiene claro que él estaba obsesionado con la relación y cuando aquella noche, después de la agresión al joven, ella le dijo que quería dejarlo porque no quería salir con una persona agresiva, fue cuando él la atacó en el coche. «Habíamos bebido tres cervezas cada uno», recordó la joven. Nada de cocaína ni de chupitos. Él, sin embargo, cuando fue detenido, dijo ante el juez de guardia que había tomado tres gramos de cocaína, varios chupitos y muchas de cervezas. «Nunca le vi consumir drogas», dijo ella.

El ministerio público reclama cinco años de cárcel y una orden de alejamiento y de prohibición de comunicación durante ocho años. Por su parte, la acusación particular pide la misma pena de cárcel y, en lugar de la orden de alejamiento, una prohibición de residir en Eivissa durante cinco años.

«¿Por qué lo hizo?, ¿porque está loco?»
La abogada de la defensa, Ascensión Joaniquet, que pide dos años de cárcel para su defendido, se preguntó: «¿Por qué lo hizo? ¿Porque está loco? ¿Se le cruzaron los cables?». «No lo sabemos porque no se analizó», criticó. Joaniquet reclama la eximente incompleta de drogadicción, porque Óscar P.F. estaba fuera de sí. «Deberíamos conocer sus circunstancias, pero no se recogieron las pruebas que el juez instructor estaba obligado a practicar», señaló en referencia al hecho de que no se le sometiera a análisis toxicológicos ni forenses. La madre del acusado, dijo la letrada, piensa que la personalidad de su hijo ha quedado transformada por el consumo de cocaína.