Los pocos vecinos que habían reparado en él en los dos meses que llevaba en el viejo barrio palmesano de Sa Gerreria veían en Juan Manuel M.S. a un joven «solitario» y «un poco perdido» sin imaginar que la policía le seguía ya muy de cerca porque planeaba volar la universidad balear.

Desde que se instaló en el 3º C del edificio rehabilitado que ocupa el número 4 de la calle Can Gotleu, Juan Manuel no había llamado la atención ni de los inquilinos de su finca, que apenas cruzaban con él cuatro palabras intrascendentes, ni de los comerciantes del entorno.

Sin embargo, hace ya tres semanas que la policía vigilaba cada día discretamente la casa en la que el joven urdía el plan terrorista con el que quería sembrar de bombas el campus universitario para imitar a los asesinos del instituto de Columbine.

Aparte de algún vecino suspicaz que sospechaba del coche apostado cerca de la callejuela donde vivía el detenido, solo el camarero del bar «Gaudí» sabía que aquellos tres hombres y una mujer que cada mañana y cada tarde se sentaban en su terraza, en la Plaza Quartera, eran policías.

«Me dijeron que no le contara nada a nadie, ni a mi jefe», ha explicado hoy el joven, que ayer siguió con curiosidad el discreto despliegue de una decena de agentes especializados que en torno a las 10.30 horas llegaron a la plaza con dos furgonetas para detener a Juan Manuel y llevarse el material con el que quería cometer una masacre entre los universitarios a los que odiaba.

«Cuando acabaron, los que yo conocía se sentaron aquí -ha relatado señalando las mesas de su terraza-, se tomaron algo y luego se fueron».

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El despliegue policial, «gente con guantes que subían y bajaban con cajas y aparatos», impresionó más al vecino más próximo del detenido, un joven que compartía portal con el presunto terrorista frustrado y que siempre le vio solo.

«Ayer, sobre las diez menos cuarto, me crucé con él en la puerta», ha indicado el vecino, que en sus pocas conversaciones con Juan Manuel no pasó de que éste se identificara como mallorquín, aunque en una ocasión, en un arranque de locuacidad, le explicó que había disfrutado mucho en una famosa discoteca.

En este rincón del casco histórico de Palma, enclavado en una maraña de calles milenarias que fueron barrio chino y que desde hace años están en boga gracias a rehabilitaciones y bares de moda, hay una peluquería en la que pueden dar más detalles sobre el esquivo joven que cualquiera de sus vecinos.

El peluquero, que anteayer mismo le cortó el cabello y vio como un día después Juan Manuel subía detenido a un furgón policial, ha explicado hoy que «no decía mucho» cuando le atendía en su establecimiento.

«Caminaba con la cabeza baja, estaba en su mundo», ha recalcado el peluquero, quien sabía que se llamaba Juan Manuel pero no conocía sus apellidos, pues se negó a dárselos cuando se los solicitó para abrirle una ficha de cliente.

El deambular de decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y redactores por la calle Can Gotleu y sus alrededores ha despertado la curiosidad de los vecinos y trabajadores de locales de la zona por un chico que a la gran mayoría les había pasado desapercibido.

Algunos, en corrillos, intentaban unir recuerdos para identificar al joven huraño que ha conseguido celebridad gracias a un impactante plan criminal, pero Juan Manuel M.S., que no quiso privarse de comunicar al mundo su desvarío, solo había llamado la atención de la policía. Afortunadamente.