Rosario Porto (d) y Alfonso Basterra (i), los dos principales acusados de la muerte de su hija Asunta Basterra, durante el tercer día del juicio la mañana de este jueves en Santiago de Compostela. | Efe

«No maté a mi hija, no, no maté a mi hija», así de contundente ha respondido Rosario Porto a su abogado, José Luis Gutiérrez Aranguren, cuando éste le ha preguntado directamente si había sido la responsable de la muerte de la menor. Visiblemente afectada, Porto declaró durante ocho horas ante el jurado y, aunque incurrió en contradicciones, las atribuyó a las «lagunas» que tiene con respecto a esos días y situó a su hija con Alfonso Basterra en los momentos clave de sedación.

Aunque la declaración de la acusada se inició sobre las 9.45 horas no fue hasta los últimos minutos de la sesión, tras ocho horas de intervención, cuando su letrado le formuló de forma directa esta cuestión. Antes, la madre de Asunta defendió su papel y el de su exmarido como padres, aunque reconoció que tenía algunas «lagunas» sobre los días previos y posteriores a la muerte de la niña por la depresión que padece.

A preguntas del fiscal, Porto ha narrado sus problemas de salud y los recurrentes estados de depresión de los que fue víctima. Tras su separación, a principios de 2013, después de que Alfonso Basterra descubriese una infidelidad, la madre de Asunta estuvo ingresada durante un mes en el hospital.

Fue después de este ingreso cuando Porto y Basterra estrecharon lazos, ha contado, aunque la acusada ha defendido que, desde su separación, el padre de Asunta tuvo pleno acceso a su hija con el objetivo de que la menor «no se resintiese de los problemas». «Como cónyuges no lo supimos hacer bien, pero como padres lo hicimos lo mejor que pudimos», ha aclarado, al tiempo que ha calificado a Alfonso de «padre maravilloso».

Tal y como ha narrado Porto, Alfonso Basterra se comprometió a «ayudarla en todo» tras ser dada de alta y mientras comenzaba un tratamiento para la depresión a cambio de que ella dejase su relación con su amante. Sin embargo, ha admitido que, incluso la tarde anterior a la muerte de Asunta, ésta se quedó con su padre porque ella se encontraba en compañía de su amante.

Sobre su estado de salud, Rosario Porto ha indicado que a mediados de 2013 se encontraba «muy tocada» tras su ingreso hospitalario, entrando en una depresión y afectada por «acontecimientos muy duros», como la muerte de sus padres. Para ello, ha explicado, durante el mes de julio tomó «algún Orfidal suelto» para «conciliar el sueño», aunque no empezó a pautarlos hasta finales del mes de julio.

Rosario Porto ha dicho que era Alfonso Basterra el que le proporcionaba el 'Orfidal' y ha asegurado que, antes de visitar ella misma a un psiquiatra a finales de julio, creía que su exmarido «había hablado con un doctor para pedirle una receta» para ella. En todo caso, ha negado que ella le diese nunca este fármaco a Asunta y, aunque cree que Basterra tuvo «ocasión», lo ha puesto en duda.

Una niña de altas capacidades

Sobre la salud de Asunta, ha apuntado que la niña tenía las dolencias «típicas» de su edad, como catarros, y ha sostenido que sufría además de rinitis alérgica desde los nueve o 10 años. También ha hecho una descripción del día a día de la niña, diagnosticada como de altas capacidades y que, además de asistir a clases ordinarias recibía lecciones de francés y chino y acudía a ballet, piano y violín.

Porto ha dedicado buena parte de su exposición a destacar las buenas cualidades de Asunta y ha defendido su papel y el de su marido como padres, así como el esfuerzo económico y en tiempo que realizaba para que la menor tuviese una buena formación.

«Si alguna vez discutíamos era porque los dos queríamos tener más a la niña», ha declarado Rosario Porto a preguntas de la defensa de Basterra, a quien ha descrito como un «gran padre» que siempre deseaba acompañar a la niña a sus actividades y que se encargaba de las tareas domésticas.

Asalto en casa

Ante el jurado, Rosario Porto ha narrado el episodio que supuestamente vivió en su domicilio la noche del cuatro al cinco de julio cuando, tras dejar olvidadas las llaves en la puerta de su casa, un desconocido entró en su domicilio.

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Así, ha asegurado que se despertó con los gritos de la niña, que estaba siendo atacada por el intruso en su habitación, y que, movida por un arrebato, se abalanzó hacia el atacante, que huyó.

«Creí que había llamado a Alfonso para contárselo, pero al día siguiente vi en el teléfono que me había llamado a mi misma», ha contado la acusada para ejemplificar su nivel de nerviosismo, tras lo que ha narrado que acudió a la comisaría pero decidió no poner denuncia para que Asunta «no tuviese miedo» y para preservar su «estabilidad emocional».

Basterra, en momentos clave

Aunque no ha culpado a su exmarido , Rosario Porto sí ha situado a Basterra en compañía de la niña en momentos clave de la investigación, cuando la menor fue supuestamente sedada a lo largo del verano.

En este sentido, ha apuntado que fue su padre el que llevó a clase a Asunta el 9 de julio de 2013, cuando una profesora le advirtió de que estaba «como dopada». Porto ha contado que ese día achacó la situación a un antihistamínico que, no ha podido precisar, cree que el acusado suministró a Asunta para tratar su rinitis.

También con Basterra estuvo Asunta en la tarde del 17 de septiembre de 2013, el día anterior a faltar al colegio al encontrarse bajo los efectos de una «medicación fuerte» que le había causado vómitos, según escribió la madre en una nota que envió al tutor de la niña.

Ante el jurado, este jueves, la acusada ha asegurado que la razón que dio al tutor no era cierta y ha afirmado que Asunta no fue al colegio porque la noche anterior había tenido «unas décimas de fiebre» y se encontraba mal.

Esta jornada, sólo cuatro días antes de la muerte de Asunta, ha sido objeto de atención por parte del fiscal, que ha mostrado en la sala unos documentos en los que se evidencia que alguien desconectó la alarma de la casa de Montouto entre las 17.35 y las 22.40 horas del día 17 de septiembre, víspera de la indisposición de Asunta.

Momentos antes, Rosario Porto había justificado su necesidad de permanecer el día del crimen algunas horas en esta casa, situada a escasos kilómetros de la pista donde apareció el cadáver, indicando que hacía «mucho tiempo» que no pasaba por allí y tenía que ventilar las estancias. Preguntada acerca de quién desconectó la alarma ese día, la acusada ha negado que fuese ella y ha admitido que sólo tenían llaves de la finca su exmarido, con quien la niña pasó esa tarde, y un vecino.

A mayores, este jueves ha negado ante el tribunal, al contrario que en su primera declaración, que Asunta le contase que ese día, poco antes de su muerte, que su padre le había dado unos «polvos blancos», algo que ha sido apreciado por el presidente del tribunal como una contradicción y se ha hecho constar como tal en la causa.

Viajes a Teo

Del mismo modo, ha mantenido la última versión dada sobre sus traslados a Montouto el día del crimen, explicando que fue una primera vez con Asunta y la trajo después a Santiago, ya que la niña quería venir a estudiar. Tras regresar a la casa de Teo, Porto defiende que abrió las ventanas para «ventilar» y se dirigió de nuevo a Santiago para adquirir una pelota de pilates, algo que no realizó porque se había «olvidado el bolso» en Montouto.

De vuelta en la finca, permaneció allí hasta cerca de las 21.00 horas, cuando conectó la alarma, habló brevemente con un vecino y regresó a Santiago, empleando para ello más del doble de tiempo que para la ida.

Aunque cuando interpuso la denuncia por la desaparición de Asunta no mencionó en ningún momento que ese día había ido a Teo con la niña, Porto ha defendido este jueves que no se trata de un «cambio de versión», sino que tiene «lagunas» sobre lo que ocurrió ese día y los posteriores.