El Santo Cristo procesionó ayer por Dalt Vila.

Cerca de medio centenar de miembros de la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio, que en este 2015 cumple 125 años de vida, procesionaron ayer por la noche por las calles de Dalt Vila llevando en hombros a sus dos tallas, la del Santo Cristo del Cementerio, costeada por Vicente Guasch Marí y bendecida por el entonces obispo Antonio Cardona Riera en 1938, y la del Ecce Hommo, creada por el escultor valenciano Román en 1965.

La marcha salió de la iglesia de Santo Domingo, situada junto al baluard de Santa Llúcia, a las nueve de la noche, casi con puntualidad británica, ante la expectación de medio centenar de fieles que habían aguantado pacientemente la celebración de la misa mirando todo tipo de vídeos en sus teléfonos móviles. La salida de las dos imágenes resultó todo un ejercicio de habilidad por parte de los nueve cofrades que portaban el Santo Cristo y los doce que hacían lo propio con el Ecce Hommo, debido a lo estrecho de la calle General Balansat y a un coche blanco que estaba aparcado enfrente de la puerta del templo en un lugar poco afortunado. Finalmente, y gracias a unos cuantos pasos laterales a la derecha, las indicaciones adecuadas y la pericia de los encargados de trasladar las imágenes, ambas pudieron comenzar su camino sin ningún problema.

En respetuoso silencio

Como es tradición la procesión iba encabezada por el cofrade encargado de portar el estandarte, acompañado de dos miembros de corta edad, y por una treintena de miembros vestidos con su uniforme negro y morado. Y detrás de la imagen del Ecce Homo marchaba en solitario un miembro de la cofradía, portando una cruz, y que presumiblemente habría hecho una promesa.

Una vez más, todos los que desfilaron en la procesión hicieron gala de la seriedad y sobriedad que caracteriza a esta cofradía y la marcha discurrió en un silencio sólo roto por las toses de algunas personas del público y la obligada música de la Banda de Cornetas y Tambores de la propia cofradía.

Incluso, este respeto se hizo aún más patente cuando, junto a la Plaza de Sa Carrosa, muy cerca de la estatua dedicada a Isidor Macabich, los miembros de la cofradía tuvieron que hacer una parada obligada para descansar y para esperar que un conductor quitara el coche que había aparcado en segunda fila ajeno a todo lo sucedía a su alrededor.

Afortunadamente esto fue sólo un pequeño contratiempo y el medio centenar de miembros de la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio pudieron completar el recorrido correctamente, llegando a su punto de comienzo, la iglesia de Santo Domingo, unas dos horas después.