Ahora que está tan de moda realizar series de televisión históricas, algunos de los productores de Estados Unidos o Gran Bretaña podrían acudir a Santa Eulària y presenciar el Vía Crucis viviente que todos los Viernes Santo por la mañana, desde 1999 y sin apenas medios económicos, organiza la Banda de Cornetas y Tambores de la localidad.

Y es que el nivel de la representación sigue creciendo con el paso de los años, a pesar de que cuenta con el handicap del numeroso público del Imserso que, ansiosos por fotografiar cada parada con sus teléfonos móviles, no les importa entorpecer el trabajo de los compañeros fotógrafos o cámaras de televisión.

Sea como fuere, este año volvieron a participar 35 miembros de la Banda de Cornetas y Tambores de la localidad que han estado ensayando durante más y medio para que saliera todo perfecto. Por ello, no resulta extraño que este Vía Crucis ya se asemeje más a una película con actores no profesionales metidos de lleno en sus papeles. Es más, viendo a Jesús Àngel Ramos, encargado de interpretar año tras año a Jesús de Nazaret, subir al Puig de Missa desde que es hecho preso en el Monte de los Olivos, muy cerca del Ayuntamiento de Santa Eulària, volvió a dar la sensación de que sufre en sus propias carnes el calvario y las catorce estaciones de que se compone el Vía Crucis. Y prácticamente al mismo nivel rayaron los encargados de interpretar al verdugo, los cinco soldados romanos, la Verónica y su pañuelo con la Santa Faz, las mujeres piadosas, Simón el Cireneo, o la Virgen María, perfecta en el papel de mujer destrozada por la muerte terrible de su hijo.

Gran intensidad dramática

Tal esfuerzo condujo a momentos de gran carga dramática como cada una de las tres caídas, el instante en el que Verónica limpia el sudor a Jesús o cuando el Cireneo es detenido y obligado a ayudar a cargar la cruz.

Sin embargo, los instantes más emocionantes se vivieron un año más en la Plaza de Lepanto, antes de la entrada de la comitiva en el Puig de Missa. Allí, la cruz esperaba desierta e imponente la llegada de un Jesús que, con gran realismo y ante la presencia de unas mil personas, era despojado de sus ropas para después ser clavado entre un silencio estremecedor. Los ‘últimos’ instantes con vida de Jesús Àngel Ramos volvieron a demostrar que el joven merece un premio. Subido a la cruz, y al grito de «¡¡Señor, ¿por qué me has abandonado?», «¡en tus manos encomiendo mi espíritu!», y «todo está cumplido», se desplomó mientras algunas lágrimas brotaban de los asistentes y el Coro Rociero de Santa Eulària interpretaba la saeta que popularizó Joan Manuel Serrat.

Pero, y a pesar de que muchos turistas pensaban que todo había terminado, aún faltaba el final de la representación. Tras ser bajado de la cruz, y ser presentado su cuerpo a la Virgen María y San Juan, Jesús fue trasladado en procesión por los cinco soldados romanos a un abarrotado Puig de Missa donde no cabía un alfiler. Allí, fue depositado en el altar, y de repente, entre curiosos efectos especiales, desapareció para resucitar. Un broche perfecto para una representación que cada año pone el listón más alto.