La soleada mañana dejó estampas impresionantes durante la procesión. Foto: DANI ESPINOSA

Ayer por la mañana los vecinos de Santa Eulària, los devotos de la Semana Santa en toda Eivissa y los cientos de turistas del Imserso que estos días pueblan nuestra isla volvieron a disfrutar un año más de la procesión del Santo Encuentro que pone fin a todas las celebraciones de Semana Santa.

Como es tradición el carrer de Sant Jaume, junto a la plaza del Ayuntamiento y el Paseo de s’Alamera se llenaron de ansiosos por fotografiar el emocionante momento en el que las imágenes del Cristo Resucitado y la Virgen se hacen sus reverencias. «Nací en Santa Eulària, siempre he vivido muy cerca de esta plaza, y por eso procuro no perderme la procesión ningún año», aseguraba en primera fila Catalina, de 82 años, a unos turistas madrileños del Imserso.

«No se pierdan nada, es muy emocionante ver cómo llegan las dos imágenes por la calle a hombros de sus costaleros, cómo la Virgen le hace las dos reverencias a su hijo, le quitan el velo, se inclinan los dos frente a frente y luego como van juntas hasta el Puig de Missa», les resumia después esta mujer adelantando a la perfección los próximos minutos.

Y efectivamente, tal y como adelantó Catalina a María, Pepa, Luis y Marcial, los turistas de Madrid, todo siguió el guión previsto. El Cristo Resucitado hizo su aparición por el carrer de Sant Jaume junto a la Banda de Cornetas y Tambores de Santa Eulària, mientras que la Virgen hizo lo propio por la Plaza de Espanya, escoltados por la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Estrella y su grupo de mujeres de riguroso luto con mantillas blancas.

Gran emoción

Y llegó el momento más emocionante de la jornada. Los 16 cofrades encargados de portar las dos imágenes, ocho cada una, demostraron su habilidad para que la Virgen, entre un silencio tremendo, hiciera sus dos tradicionales reverencias ante su hijo, y sobre todo, cuando una vez quitado su velo de viuda, recibió su respuesta por parte del Cristo Resucitado entre una tremenda ovación.

Desde ahí y tras cruzarse una imagen con otra, siguieron camino hacia el Puig de Missa. Y entre la numerosa comitiva seguía Catalina, quien tras limpiarse alguna lagrimita les iba comentando a sus ‘nuevos’ amigos: «¿Ven?, ¡Esto es lo más bonito de España y eso que aún no hemos llegado a la iglesia, que tiene unas vistas...!».