Las cerezas llaman la atención en los puestos de frutas y verduras de los mercados. Foto: D. M.

Cada temporada tiene su producto. Si en invierno el común de los mortales se derrite por unas alcachofas o unos espárragos trigueros u otras verduras propias de la estación fría, ahora, en los albores del verano, las cerezas y los albaricoques han conquistado las fruterías de toda la isla.

Con distintos tonos rojizos, pero siempre exuberantes, sabrosas y dulcísimas, las cerezas se exhiben también en los puestos del Mercat Nou de Vila.

«Hace 15 días que tenemos; son novedad y se venden mucho», afirma Cati Roselló, de Frutas y Verduras Riera. «Al principio estaban a 14 o 15 euros el kilo, pero ahora ya han bajado a seis», añade la frutera.

En su mayor parte, las cerezas que podemos encontrar proceden de la península. «Hay pocos cerezos en la isla, es un fruto que tiene una temporada más bien corta y además, aquí sufre una merma muy importante por los pardals teulats», explica Joan Torres, de Frutas y Verduras de la Finca de Ca’n Lluch. «Nosotros tenemos del Valle del Jerte (Cáceres) y de la comarca de Valdejalón (Zaragoza), que llegaron a estar a 16 o 17 euros, pero ahora están entre los seis y siete euros el kilo, según la variedad", detalla el comerciante.

A su vez, Catalina Ferrer, fundadora hace unos 37 años de Frutas y Verduras Catalina, puede presumir de vender cerezas «de aquí y de fuera». De las autóctonas, apunta que puede ofrecer «pocas, porque no hay muchas y los pardals negres hacen mucho daño». Su menor tamaño hace que su precio sea más bajo: 4,80 euros el kilo, mientras que las de la península cuestan 6,80 euros.

En su totalidad, existen más de 200 variedades de cereza, aunque sean unas pocas las que llegan a verse en los mercados.

Su origen histórico se sitúa en el Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio, una zona que comprende en la actualidad Turquía, Rusia, Irán, Armenia, Georgia o Azerbayán, entre otros estados. En el siglo I a.C., los romanos lo popularizaron en el Viejo Continente tras la conquista de la colonia griega de Cerasunte, polis helena que le dio nombre al fruto.

Entre sus propiedades, cabe destacar que esta valiosa perla roja es rica en vitaminas A, B, C, E, K y PP y además también contiene una cantidad considerable de hierro, calcio, magnesio, potasio y azufre.

Más allá de sus excelencias gastronómicas, en las últimas décadas su imagen se ha convertido en un icono de la Eivissa más cool, asociada en forma de logotipo al ocio nocturno y musical.

Por su parte, brillantes, seductores, adictivos y deliciosamente azucarados, los albaricoques son otra de las atracciones que desde hace un par de semanas han hechizado los ojos de quienes se pasean por los pasillos del Mercat Nou.

También protagonistas de esta época del año, se mantienen en una franja de precio más moderada y popular. En la mayoría de puestos del Mercat Nou se comercializa a dos euros/kilo, habiendo rondado los cuatro cuando irrumpieron en el mercado. «Se venden muy bien, cada día despachamos tres o cuatro cajas», señala la empleada de Frutas y Verduras Riera, quien añade que habrá albaricoques «hasta julio».

Sobre esta fruta, Catalina Ferrer indica que «muchos clientes compran grandes cantidades, tres o cuatro kilos, para comerlos directamente o para hacer mermeladas y conservas». Sobre la maduración del albaricoque, la frutera sostiene que «ahora son más bien amarillos, pero es cuando son más dulces; los tardíos, sobre Sant Joan, serán más rojizos, hacen más vista pero no son tan ricos».

Sobre este aspecto, JoanTorres manifiesta que el albaricoque de final de temporada «quizás no salga tan bueno como el primerizo, tiene más carne y menos agua, por lo que resulta ideal para hacer coques».

Además, el comerciante de la Finca de Ca’n Lluch explica que el albaricoque de las Pitiüses es «más pequeño que el de fuera, pero más dulce; tiene menos carne pero está más bueno que los de la península», advierte.

Curiosamente, el albaricoque (Prunus armeniaca) comparte origen con la cereza. Como el nombre de su especie indica, procede de la zona del Cáucaso (se conoce como la manzana armenia), aunque con un perímetro más amplio que llega a incluir una amplia franja asiática, China incluida. Se cree que los griegos la introdujeron en Europa en el siglo IV a.C.

Entre sus propiedades, el albaricoque contiene vitamina A, además de ser un potente antioxidante con aplicaciones cosméticas. Destaca su uso como antiséptico en enfermedades respiratorias en Indochina. Además, sus semillas se utilizan para tratar la tos, el estreñimiento y las enfermedades de los ojos en medicina china. Asimismo, los huesos de este fruto se emplean para elaborar el amaretto, un popular licor italiano.