Andreu Carles López el día que hizo la donación al Arxiu.

Andreu Carles López Seguí se define como «agitador cultural». Sin embargo, este ibicenco, nacido en una familia de artistas y poetas –su padre es uno de los pintores más reconocidos de la isla, el gallego Carlosandrés López, residente en Eivissa desde 1958– es mucho más. Su vida está jalonada de hechos que podrían recogerse en una novela y que han abarcado campos tan diversos como la cultura, la política o la investigación histórica, centrada fundamentalmente en la Guerra Civil, el patrimonio industrial de Balears y la historia de las comunicaciones y el correo, y, a día de hoy, su labor profesional incluye tantos temas que parece imposible resumirlos todos en unas líneas. Hace unos días regresó a Eivissa para hacer una magnífica donación al Arxiu Històric d’Eivissa de cientos de periódicos de principios del siglo XX y de una amplia colección de documentos de la Comandància de Marina de Balears, fechados entre 1937, 1938 y 1940. Un magnífico momento para repasar su vida.

—¿Qué es ser un agitador cultural?

—Alguien que siempre ha estado relacionado con la cultura, organizando cosas, desde exposiciones a presentaciones de libros. El arte y la cultura siempre han sido mi pasión y desde que fui bien joven quise dedicarme a ello.

—Empezó bien pronto.

—[risas]. Casi siendo un adolescente. Se puede decir que fui de los pioneros en crear movimientos culturales en Eivissa. Allá por 1977, cuando estudiaba COU en el único instituto que había en la isla, el Santa María, montamos el Comité Revolucionario que, en contra de lo que pudiera sonar por su nombre, era un movimiento juvenil que buscaba movilizar la cultura de la isla en aquella época.

—¿Lo lograron?

—Pienso que sí. Contamos con el apoyo fundamental de José María Tomás y Tío, un joven juez que por entonces tenía treinta años y que ahora es Magistrado en la Audiencia Provincial de Valencia. Gracias a él montamos la Agrupación Juvenil Pitiusa. Era un movimiento en catalán, lo que para la época era todo una declaración de principios. Tuve el privilegio de ser su presidente mientras estaba en el Instituto Santa María y sin ánimo de resultar presuntuoso, conseguimos organizar interesantes exposiciones de algunos artistas más liberales de la época como Llanos Lozano, Ferrer Guasch, Portmany o Pomar. Fueron momentos muy interesantes, bonitos y divertidos, de los que guardo un gran recuerdo.

—Pasados los años, entró en política. ¿Cómo dio ese paso?

—Un poco porque era un joven idealista que quería cambiar la situación. Fui uno de los refundadores de las Juventudes Socialistas en Eivissa, que habían desparecido tras la Guerra Civil.

—Pero no duró mucho en política. ¿Por qué?

—Por avatares de la vida. Llegó un momento que decidí marcharme a Palma a trabajar en la UIB. Pero no se crea, allí no dejé de ser un agitador sociocultural (risas)

—¿Por qué?

—Porque entre otras cosas estuve involucrado en el Claustro Constituyente de la UIB y en distintos movimientos estudiantiles.

—¿Y cómo acaba como gestor cultural?

—Pues un poco por lo mismo. Me imagino que por ser una persona muy inquieta y que siempre ha amado el arte. Así que, tras sacarme el título de Gestor de Patrimonios en la Escuela de Analistas Finacieros de Madrid y trabajar durante años en el sector financiero, en seguros de vida, planes de pensiones y fondos de inversión, decidí dar un nuevo giro a mi vida. Hice el Máster de la UIB en Gestión Cultural y cuando terminé fundé mi propia empresa de gestión cultural, Tracalics S.L. Gestió de l’oci i la cultura.

—Desde entonces no ha parado de organizar actos y eventos relacionados...

—De eso se trata. Hemos puesto en marcha numerosas exposiciones, actos culturales, conferencias, documentales... e, incluso, he llevado a cabo labores editoriales. Además y por si tenía poco trabajo, en Palma soy el gestor de Esp@ifleming, que yo mismo fundé, y he creado la Asociación Española de Gestores de Espacios de Coworking (AECOWORKING). Incluso soy secretario desde hace dos años de l’Associació Professional de Gestors Culturals de les Illes (GCIB) y miembro de varias asociaciones culturales. Ah, tambien participo en el proyecto Art-Xipèlag. Observatori de la Cultura de les Illes Balears. [risas].

—Tremendo. Y además le sobra tiempo para ser investigador. Es un ejemplo de cómo aprovechar el tiempo.

—[risas]. No se crea. Llevo más de veinte años investigando sobre la Guerra Civil en Balears, el patrimonio industrial en Eivissa y Balears y la historia del correo y las comunicaciones.

—Lo primero suena más habitual pero lo segundo y lo tercero no. ¿Por qué el patrimonio industrial? No parece que haya mucho en Eivissa...

—Eso que acaba de decir es uno de los grandes errores implantados en Eivissa, el gran desconocimiento del patrimonio industrial de nuestras islas. En las Pitiüses siempre ha habido una gran industria, desde minas de oro y plata hasta sal o textil. Algo que demuestra, por ejemplo, las colonias mineras de s’Argentera y de ses Salines que estuvieron activas y funcionando muy bien hasta el siglo XIX.

—¿Y por qué ese desconocimiento?

—Principalmente porque el sector del turismo ha llevado a cabo una gran campaña que aún dura por silenciar al tejido industrial. No quieren que se sepa que en Eivissa hay otra alternativa al turismo y fastidiarles el negocio que tienen montado. No quieren competencia y que la gente deje de trabajar en el sector servicios. Es como si no quisieran que se supiera que aquí podría ser posible otra forma de subsistencia.

—Con respecto a la prensa. ¿Por qué se decantó por estudiarla?

—Porque me parece muy interesante y porque tampoco no lo ha estudiado casi nadie. Me apasiona ver cómo ha cambiado en algo más de un siglo y por eso con mucho esfuerzo, algo de ojo y un poco de suerte, he logrado recuperar entre 3.000 y 5.000 ejemplares de finales del siglo XIX y principios del XX.

—¿Como los que donó la pasada semana al Arxiú Històric d’Eivissa?

—Exactamente. He ido recopilando muchísimos ejemplares, pero ha llegado un momento en el que creo que están mucho mejor en un archivo, al alcance de todos los que los desean consultar, que en mi casa. Creo que habría que trabajar más con los más jóvenes en la difusión de nuestra historia y nuestro patrimonio. Sólo así conseguiremos que se interesen por lo nuestro. Siempre aplico un lema: «A nadie le puede interesar lo que no conoce» y para eso hay que hacer una gran labor de divulgación.

—Su donación, ¿qué valor tendría en el mercado?

—Incalculable. Tenga en cuenta que muchos son ejemplares muy difíciles de conseguir porque apenas quedan números. Sobre todo los del sector anarquista, porque cuando llegó la dictadura y las represiones, todos los que tenían en su poder ejemplares como El Obrero Balear directamente los quemaron para salvar su vida. No olvide que tener en su poder la colección de este periódico que comenzó en 1902 era señal de haber simpatizado con el bando perdedor.

—¿Cómo ha cambiado la prensa?

—Fundamentalmente a nivel estético, superficial podríamos decir. Lo que más llama la atención es el tamaño sábana que antes tenían los periódicos y que obligaba a que se leyeran doblados en cuatro partes. Luego también ha aumentado el número de páginas y por supuesto la llegada de la fotografía también marcó un antes y un después. Antes eran prácticamente todo texto.

—¿Y en contenidos?

—Eso daría casi para una tesis doctoral. Antes había más cabeceras y eso hacía que hubiera más pluralidad de contenidos. Fíjese que a principios del siglo XX sólo en Eivissa había unas 10 cabeceras y eso era porque cada movimiento social, cada partido político o cada intelectual tenía su propio periódico. Eso hacía que hubiera una gran riqueza y una gran vitalidad ideológica. No como ahora.

—Cambiando de tercio. Usted también es un gran investigador de la Guerra Civil en Balears. ¿Cómo le dio por este tema?

—Porque creo que el estudio de la Guerra Civil es fundamental para entender el origen inmediato de la sociedad actual. Eso sí, creo que la Guerra Civil nunca se acabará por estudiarlo bastante.

—¿Por qué?

—Sinceramente, todo se repite. La historia es cíclica y debemos de aprender de ella y no usarla como un arma arrojadiza de unos contra otros. No creo que sea necesario estar repitiendo los temas de buenos y malos y de abuelos o padres enterrados o asesinados por unos y otros. Tenemos que convertirnos en un país adulto donde se pueda hablar de estos asuntos, que aún parecen tabú, de forma civilizada y sin rencores.

—¿Cree que eso será posible con asuntos como la Memoria Histórica?

—¿Por qué no? No se puede criminalizar a nadie por lo que sucedió, por ejemplo, en los primeros años de la dictadura. En los periódicos ibicencos y baleares de la época aparecen una amplia lista de gente que fue investigada por su presunta relación con el bando republicano y otros que estaban del lado falangista. No veo por qué no se pueden publicar. No tenemos que ser hipócritas. Todo el mundo hizo lo posible para subsistir. Hasta uno de mis abuelos que fue durante mucho tiempo republicano acabó siendo Guardia Civil en Roses. Había que comer... no seamos hipócritas.